Sánchez, Rubiales y este tonto que les habla
Ramón Pérez-Maura.- Disculpen que se lo diga así y estoy preparado para recibir todo tipo de insultos. Pero a mí me ha parecido, a diferencia de a la mayoría de los comentaristas que he escuchado este jueves, que la sentencia condenatoria a Luis Rubiales, a pesar de estar muy lejos de la que pedía la Fiscalía, sigue siendo excesiva.
Vaya por delante que yo no me tomaría ni un vaso de agua con Luis Rubiales que siempre me pareció una persona deleznable por su forma de ser y su chulería. Yo le hubiera procesado no por el beso a Jenni Hermoso, sino por la forma en que se agarraba despectivamente los genitales en la tribuna presidencial durante la final del mundial femenino en Sídney. Debería estar prohibido que un tipo así presida nada. Pero así está España. Aquí cualquier tipo soez y barriobajero puede representarnos sentado al lado de la Reina y de una Infanta de España en las antípodas.
Confieso que cuando escuché que en lugar de los dos años y seis meses de prisión que pedía la Fiscalía le habían caído 18 meses de multa de 10.800 euros, me pasó como al presidente George Bush cuando le preguntó a José María Aznar en su rancho de Texas cuál era su sueldo. Y cuando Aznar le dijo que eran 80.000 euros, Bush preguntó ingenuamente «¿Al mes?», Pero Aznar respondió: «No. Al año.» Pues con lo de Rubiales me ha pasado algo parecido. Cuando escuché la cifra de 10.800 euros, pensé que era la cantidad diaria. Pero no. Es la total. Porque la multa diaria son 20 €. Que yo sospecho que no van a alterar la economía de Rubiales un ápice. Y no es que me alegre por él. Me alegro por la Justicia.
A mí no me interesa el fútbol lo más mínimo. Fui socio infantil del Rácing de Santander y me di de baja en 1980. Desde entonces recuerdo haber ido a dos partidos al estadio: el último de ellos el palco del Bernabéu el 8 de noviembre de 2023 con mi hija Gadea, que es una apasionada madridista y que disfrutó de un 3-0 al Braga portugués. Pero, para que yo vea un partido en la tele tiene que ser la final de un mundial, más o menos. Y, desde luego, la de Sídney no la vi.
Pero sí vi la entrega de premios y lo que allí vimos todos, aunque ahora se niegue la evidencia, como en tantas otras cosas, es que mientras Rubiales daba un beso a Hermoso, ésta le abrazaba con firmeza. Eso no es lo que se hace cuando quieres rechazar algo. Lo que se hace es empujarlo, apartarlo. Jenni Hermoso abraza con tanta fuerza a Rubiales que hasta lo levanta del suelo. Una forma muy extraña de rechazar a alguien. Y esto no es una opinión. Es lo que ve cualquiera en las imágenes de esa entrega de trofeos si no se pone orejeras.
No tengo la más mínima simpatía por Luis Rubiales. Y en cierto modo, su caída me pareció ejemplificadora de lo que hace Sánchez con sus aliados cuando ya no le son útiles para lo que los quería originalmente y descubre otro fin que le puede costar la vida profesional al hasta ahora aliado, pero a Sánchez le arregla el patio teniendo a todos hablando de lo que a él le interesa. Ayer a un exministro que fue la mano derecha de Sánchez, que le llevó al poder y presentó la moción de censura contra Rajoy, el juez le quitó el pasaporte y le obligó a comparecer quincenalmente. ¿Con que noticia abrían todos los medios? Con la pírrica condena a Rubiales. Como este tonto al que acaban de dedicar ustedes unos minutos.











