Ojo: cuidado con el problema de la «Narcoespaña»
Luis Ventoso.- Con todo lo que ya tenemos encima es de cenizos venir con más preocupaciones. Pero con la venia, parece necesario destacar que España encara —o está sufriendo ya— un enorme problemón que todavía no queremos ver, pero que es como una carcoma que puede ir pudriendo la convivencia, como antes les pasó a varias naciones hispanoamericanas.
La primera pista me la dio un amigo hace unos meses. Había ido a comer con un estadista español y salió del almuerzo sorprendido. En un momento dado, el viejo político le preguntó retóricamente cuál era el mayor problema de España. Mi amigo dio por descontado que iba a decirle que el pulso separatista, o el deterioro de la democracia y las instituciones por obra de quien ya saben. Pero no. Aquel hombre experimentado y de mucho conocimiento le soltó que el mayor problema que afronta hoy España es la infiltración del narcotráfico en las instituciones. Es decir, el poder para corromperlas que poseen los grandes cárteles de la droga, que hoy operan como poderosísimas multinacionales. Desde que lo escuché me ha dado que pensar.
Resulta reconfortante el constante goteo de éxitos policiales contra el tráfico de drogas, la continua incautación de alijos y las redadas contra la corrupción policial. Pero al tiempo es muy inquietante, pues lo que logra desmontar la Policía supone solo la minúscula punta de un colosal iceberg.
En noviembre, todos nos quedamos estupefactos al descubrir que un mando policial, el jefe de Delitos Económicos de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, tenía emparedados 20 millones en su chalet de Alcalá (y un milloncete más guardado en su despacho de la comisaría). El tipo pasaba por ser un personaje gris, sin doblez. En realidad se hacía de oro apoyando a una red de tráfico de cocaína en contenedores a través del Estrecho. Su mujer, también policía, cayó con él en la redada.
Pocos días después fue detenido por colaborar con una trama de narcos un capitán de la Guardia Civil que había sido el encargado del Puerto de Valencia. Este mes se ha interceptado en el Puerto de Vigo un alijo de 1.274 kilos de coca movido por la mafia albanesa, cada vez más activa en Galicia y muy violenta. También en aguas gallegas ha sido hallado este año otro narcosubmarino. Ayer mismo, los GEO tomaron un narco-velero con rumbo a Tenerife con 600 kilos de farlopa a bordo.
Narcotráfico en Barajas. Desmadre en el Estrecho y el litoral gaditano. Las lanchas de los narcos que han convertido hasta el Guadalquivir en una autopista de transporte… Circula tanta cocaína en España que incluso está bajando el precio.
Los sobornos de los narcos suponen una tentación que está ahí, sobre todo para agentes de categoría baja con problemas económicos. Se sabe que las mafias indagan en la vida personal de policías y guardias civiles que ejercen labores de vigilancia. Un divorciado que va muy justo para pasar la pensión, un agente con problemas con el juego, otro que contrajo créditos que lo desbordan… son dianas propicias para que les propongan hacer la vista gorda a cambio de un buen fajo de dinero. En una noche de corrupción pueden ganar lo que cobran en un mes. La mayoría son íntegros y resisten. Pero no todos. La condición humana es falible, y en el país de la picaresca, quizá aún más.
La crecida de la industria del narcotráfico lleva aparejado siempre un problema de orden público. La violencia se dispara. Hace no demasiado, un ajuste de cuentas a balazos en España era una noticia insólita y suscitaba gran atención. Hoy es un suceso casi recurrente en Marbella, Madrid o Barcelona; incluso hubo un asesinato de este tipo el año pasado en un bar de Carballo, una pequeña población coruñesa. Muchas de las batallas entre bandas latinas en suburbios españoles guardan también relación con el tráfico de drogas.
Los cárteles se han sofisticado. Son potentísimas empresas que lavan el dinero del crimen en inversiones blancas de todo tipo (algunas adquisiones inmobiliarias que nos asombran no son ajenas a ese submundo). Si ese dinero sucio corre hacia arriba, como ha sucedido en tantos países de Hispanoamérica, si logra engrasar los engranajes de la clase dirigente, entonces comenzará en el país infectado una degeneración de dificilísima solución (el mal endémico de México es paradigmático).
Un desafío tan complicado de atajar requeriría un plan de choque inmediato y mantenerlo en el tiempo. Pero no se preocupen. No harán nada. Seguiremos muy preocupados por Franco y el cambio climático, o arrodillándonos ante un fugitivo friki que nos dice que los de Olot son superiores a los de Cuenca y por eso la Guardia Civil debe retirarse y dejar que la policía identitaria controle las fronteras españolas con la barretina bien calada.