La estrofa 614 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Envuelta en un misterio filológico que desafía el paso de los siglos se encuentra esta estrofa que pertenece al episodio titulado por un copista «De cómo el Amor se partió del Arçipreste e de cómo Doña Venus lo castigó». A mis trabajos recientemente publicados sobre las estrofas 616 y 618 me remito para no cansar al lector como explicaciones reiterativas. Baste, para quienes no conozcan dichos artículos, comentar que el poeta está escuchando los consejos y enseñanzas (“castigos”) que una supuesta diosa del amor llamada Doña Venus (esposa de Don Amor) le está dando para que tenga éxito con las mujeres (“dueñas”) que se resisten a sus intentos de seducción. Y uno de esos consejos es que sea perseverante, que no se deje vencer si a la primera vez (“vegada”) recibe una negativa, de la misma manera que si a un marinero le asustasen las olas bravas no saldría nunca con su barco a navegar. Veamos la estrofa según la edición de Blecua (1998):
«Si la primera onda de la mar aïrada (614)
espantase al marinero quando viene torbada,
nunca en la mar entrarié con su nave ferrada:
non te espante la dueña la primera vegada».
Aunque con una simple lectura se entiende el sentido general de la estrofa, la interpretación de una concreta palabra ha suscitado la duda entre todos los editores y críticos a lo largo de la historia: ¿qué puede ser una nave ferrada? Trataremos de contestar a esta pregunta. Pero antes tenemos que volver a incidir en una cuestión capital para el entendimiento no solo de esta estrofa sino del resto del Libro. De los tres manuscritos principales que recogen parcialmente la obra del Arcipreste (S, G y T), el ms. S es una burda manipulación del texto original efectuada con el objeto de elaborar un bello producto, muy bien presentado y con una excelente caligrafía, obviando cualquier dificultad de lectura del manuscrito que debía reproducir (que parece en muchas ocasiones fuera el mismo ms. G). Allá donde su amanuense encontraba una palabra o expresión que no comprendía, en vez de tratar de copiar sus caracteres lo más fielmente posible-como hacían los demás manuscritos-, la sustituía por otra u otras arbitrariamente, a riesgo de que el resultado fuera un auténtico despropósito. En este caso, la estrofa en cuestión solo viene recogida en los mss. S y G; pero nos basta el segundo de ellos para reconstruir su arquetipo perdido encontrando pleno sentido a esta misteriosa palabra con la que el poeta parece referirse a la nave del marinero.
Debemos también explicar que en esta estrofa el poeta adapta una de las enseñanzas que la diosa Venus da al joven Pánfilo para que pueda seducir a su amada Galatea en la comedia latina anónima del S. XII Pamphilus de Amore, falsamente atribuida en la Edad Media al poeta latino Ovidio (todo el episodio es una adaptación libre de esta comedia, con aportaciones suyas). En los versos 79-80 de la referida comedia dice la diosa a Pánfilo (la traducción del latín es mía):
«non mare transisset, pavidus si nauta fuisset,
turgida cum primum restitit unda rati».
(No cruzaría el mar, si fuera temeroso el marinero,
a la primera embestida de una fuerte ola contra su barco).
Pero, como veremos, el misterio que encierra la estrofa no radica solo en el extraño significado de la palabra ferrada, y se hace preciso analizarla verso a verso para comprender el alcance de la corrupción de su texto original cotejando su distinta lectura en los dos manuscritos mencionados:
Análisis del primer verso: «Si la primera onda / de la mar aïrada»
Su primer hemistiquio («Si la primera onda») es común en ambos manuscritos; pero el segundo difiere. En el ms G leemos, con la grafía propia de la época, «de la mar ayrada», verso hipométrico por una sílaba que, con el recurso a la dialefa, colocando una diéresis sobre la i latina -como hace Blecua: «aïrada»-, adquiriría su métrica correcta de acuerdo con el canon de la cuaderna vía. Pero el ms. S, al convertir mar en sustantivo masculino («del mar ayrada») reduce a cinco las sílabas del hemistiquio dejándolo necesariamente hipométrico; y como de esta manera el género del adjetivo no concuerda con el del sustantivo que le antecede, da una extraña sintaxis a toda la oración, pues “ayrada” se referiría a la onda mencionada en el primer hemistiquio y no al mar, produciendo un efecto cacofónico. Por otra parte, la ola ya viene definida en toda su crueldad (torvada) en el siguiente verso, así que sería redundante la mención en el verso que comentamos. Rechazamos -como no podía ser de otra manera- la lectura del burdo ms. S y reconstruimos el verso en los términos estrictos que leemos en el ms. G:
«Si la primera onda de la mar ayrada».
Análisis del segundo verso: «espantase al marinero / quando viene torbada»
Aparentemente nos encontramos ante un primer hemistiquio común en ambos manuscritos, o así lo han venido considerando todos los editores hasta la fecha. Pero en un examen atento del ms. G encontraremos que hay una diferencia entre ambos textos y una primera clave para desentrañar el misterio que se oculta en el verso tercero. Y es que en el ms. G no leemos exactamente espantase sino espanta (abreviada con virgulilla: espãta). Lo que ocurre es que a continuación de la sílaba ta se encuentra una fina línea larga y oblicua (muy diferente de la gruesa letra ese de la primera sílaba) orientada hacia el verso inferior (es un apóstrofo perteneciente al verso tercero) que los editores y críticos han considerado como si fuera la consonante s, a la que han añadido generosamente la vocal e para conformar artificialmente la sílaba se, que el ms. S. no duda en transcribir como original. Con esta observación el primer hemistiquio dejaría de ser hipermétrico para adoptar su justa medida: «espanta al marinero». Veamos la imagen de este apóstrofo del segundo verso, incidente entre la consonante l y la vocal a de una palabra que se halla en el verso inferior:
El segundo hemistiquio ha dado lugar a diversas interpretaciones porque la palabra que Blecua transcribe «torbada» no tiene una lectura diáfana en ninguno de los manuscritos. En el ms. S la palabra se encuentra escrita con la letra b, pero su primera sílaba está escrita con abreviatura, de tal manera que podría entenderse como tur, dando por lo tanto lugar a la lectura turbada, o como tor, que dada la equivalencia en la época medieval de las bilabiales b y v podría dar lugar a las lecturas torbada/torvada. Pero en el ms. G la lectura es torvada, aunque sería posible leer tornada dada la similitud gráfica de las consonantes uve y ene en la escritura del copista. Y aquí merece la pena hacer un repaso de lo que los principales editores y críticos han comentado al respecto.
T. Sánchez (1790) elige la lectura turbada sin glosarla. Janer (1864) le sigue como es habitual. Ducamin (1901) escribe torbada pero tampoco la comenta. Es Cejador (1913) quien cree leer tornada y no como adjetivo calificativo referente a onda sino como un sustantivo (cuando viene [una] tornada), anotando: «Tornada, como el tornado, borrasca». Pero esta palabra no está documentada y ya existe un significado adecuado para torvada como adjetivo calificativo de ola que hace innecesaria la forzada invención del sustantivo referido para dar sentido al verso. Chiarini (1964) sigue a Ducamin sin anotar nada al respecto; Corominas (1967) también prefiere la lectura torbada, dedicando un extenso comentario etimológico para rechazar tajantemente la lectura tornada de Cejador con el sentido de ‘tormenta’, considerando que en el posible caso de que fuera esa la palabra realmente escrita en el ms. G, se trataría de un error de copista por torvada, apoyándose en la lectura torbada del ms. S, que sería una adaptación de la latina turgida de la comedia latina. Morreale (Más apuntes…,1968) propone la lectura tornada de Cejador, pero sugiriendo también que pudiese tratarse del participio pasivo del verbo tornar, así que venir tornada, se referiría a la nave y significaría ’venir de vuelta’. Lida de Malkiel (1973) vuelve a la primera edición y elige turbada sin hacer comentarios. Joset (1974) prefiere tornada como Cejador y Morreale, pero no se pronuncia sobre su significado. Gybbon-Monnypeny (1988) sigue la lectura torbada de Corominas, al igual que Blecua (1983 y 1998), que anotará a pie de página en sus dos ediciones: ‘turbada, revuelta’ y ‘agitada, revuelta’ respectivamente.
Pero tenemos que inclinarnos por la lectura torvada del fidedigno ms. G. Su significado en el castellano medieval como ‘cruel, violenta, impetuosa’ puede deducirse de dos pasajes de la Estoria del Rey Guillelme, del S. XIV (ms. h-I-13 de El Escorial), en la que se relata la historia legendaria de un rey de Inglaterra y su esposa que por cumplir un mandato divino se autodestierran y acaban en la miseria más absoluta, viéndose obligados a abandonar a dos hijos gemelos, recién nacidos, a su ventura. En el primer pasaje se habla de estos niños, que habían sido rescatados por vulgares mercaderes, y se les retrata a la edad de doce años como muy hermosos y enseñados, pero no por obra de quienes los criaron sino debido a su propia naturaleza, a un linaje superior que ambos desconocen. Y a propósito de ello, se alude a la heterogeneidad de la vida, tan dispar para unos y otros seres humanos, contraponiéndose adjetivos opuestos que no dejan duda acerca del significado del que queremos definir: la naturaleza unas veces es llana (amable, pacífica, regalada) y otras veces es torvada:
[38b]V «…E esto les venía por derecha natura, que vençe criazón e jamás nos falleçe, ca natura es dulce e amargosa; una es torvada, otra es llana; una es vieja, otra es nueva; tal como natura es en el omne, tal es el omne, e ésta es la çima, ca tan grant fuerça á la natura que ella faz el omne bueno o malo […]».
Pero el segundo pasaje es aún más demostrativo que el primero porque la palabra aparece en un contexto marítimo. El rey, que ha salido de su miseria y perdido el contacto con su esposa, ocultando su verdadera personalidad entra al servicio de un mercader y embarca en un navío cargado de mercancías donde le sorprende una tormenta, de la que acaba saliendo airoso, aún con la nave desarbolada:
VII [42b] «…e alçaron las velas e alongáronse de tierra, e entraron en alta mar. E el viento se començó a esforçar; e torvose la mar, e erguiéronse las ondas e ferieron en la nave […]».
No contaremos el resto de la historia; nos basta con tomar los ejemplos anteriores para reconstruir el arquetipo de este verso con pleno sentido y perfecta métrica:
«espanta al marinero quando viene torvada».
Análisis del tercer verso: «nunca en la mar entrarié / con su nave ferrada»
Radica en este verso la principal dificultad de la estrofa y el gran misterio que nos proponemos resolver. Y es que la lectura que todos los editores recogen es la del mixtificador ms. S, debido a que el texto que recoge el ms. G en su primer hemistiquio es de muy difícil lectura, como vamos a comprobar. Pero podemos presuponer sin temor a equivocarnos que en éste último se encuentra difuminado el verso original que escribió el Arcipreste, de mucha más calidad poética que el que contiene el otro manuscrito, redactado según las reglas más elementales para rellenar una laguna textual en base al contexto; y por ello, examinaremos el ms. G con el mayor detalle para descubrir las pistas que nos llevarán a su recomposición correcta:
El verso comienza con la palabra nunca. Aunque el copista la escribe con abreviaturas indescifrables para un lego en paleografía medieval, no hay duda de que se trata de este adverbio, porque podemos encontrar otro ejemplo de esta palabra en el verso 386a, en el que no podría tener otro significado. Veamos las dos imágenes de esta palabra en el mismo ms. G:
Pero ya no podemos hablar con seguridad del resto del hemistiquio porque nos encontramos ante un grupo de letras que nadie ha conseguido descifrar, aunque su primera sílaba parece ser la.
Si existiera un verbo sinónimo de navegar que comenzara por la podríamos suponer, como una primera hipótesis, que nos hallaríamos ante esa palabra, y que se encontraría compuesta en tercera persona del singular del modo indicativo condicional del verbo: «la[- -]ría», siendo el sujeto agente de esa acción el marinero. Pero no existe tal palabra, por mucho que Blecua -que admite que la lección del ms. S «parece una trivialización de copista»- intente encontrarla basándose en indicios que toma de la entrada leme del diccionario etimológico de Corominas (DCELC), que ni siquiera este último filólogo tuvo en cuenta en su edición al comentar la estrofa: «En G se lee algo así como lamarie, que podría tratarse del verbo lamarir o lemarir, ‘navegar’, no documentado pero que al parecer debió existir […]».
Además, hemos apuntado al respecto del verso segundo, que la sílaba la de esta extraña palabra es la agrupación de la consonante l y la vocal a mediante un apóstrofo (’), lo que significaría que el copista estaría escribiendo el artículo la elidiendo su vocal para enlazarlo gráficamente con la siguiente palabra, que empezaría por la misma vocal. Veamos la imagen de esta combinación de palabras en el referido manuscrito:
Y como del contexto podemos estar seguros de que el primer hemistiquio tendría que terminar con una forma verbal condicional (-ría) para que la oración tuviera sentido, contaríamos con los siguientes elementos más o menos seguros para reconstruir su arquetipo:
«nunca la a[…]ría / en su nave […]ada»
Pero para completar los huecos entre corchetes debemos pasar a estudiar el segundo hemistiquio del ms G. Veamos su imagen:
Dada la equivalencia de la hache y la efe en el castellano medieval, en este manuscrito leemos herrada y en el S ferrada, sin que esta diferencia gráfica tenga mucha importancia para desentrañar su significado oculto. Y aunque la mayor parte de los editores y críticos consultados prefirieron ferrada a herrada, lo cierto es que solo Cejador mantuvo íntegra la lectura del segundo hemistiquio del ms. G, que comienza con la preposición en, a diferencia del ms. S, que comienza con la preposición con y dificulta su entendimiento: «con su nave ferrada». Vamos a ver por qué esta pequeña diferencia es capital para hallar la solución a este enigma:
Desde la edición de T. Sánchez, en cuyo glosario se definía ferrado, da como «lo que está fortalecido con hierro», los editores y críticos en general han venido considerando que éste era su significado: ¿qué otra cosa podía ser una nave ferrada o herrada?… Corominas, incluso, anota a pie de página en su edición: «Herrada ‘reforzada, asegurada con hierros’ (lo cual la consolida, pero parece dificultar que se mantenga a flote en caso de naufragio)». Supone, por lo tanto, que el marinero temeroso de las olas enfurecidas no se atrevería a navegar en un barco reforzado con hierro por pesar más y tener mayor peligro de hundirse, pero sí lo podría hacer con un barco normal y corriente de madera no reforzada, lo cual sería una enseñanza estúpida por parte de Doña Venus al Arcipreste. Por otra parte, en una época en la que todos los barcos se construían de madera, el hecho de que algunas de sus piezas llevaran refuerzos de hierro sería algo habitual y no tendría sentido que en el lenguaje náutico se creara una categoría especial para estos barcos distinguiéndose entre naves ferradas y no ferradas. De hecho, este adjetivo es totalmente desconocido en la literatura medieval aplicado a una nave. Por ello, Morreale (Más apuntes…,1968), sostuvo que herrada podría ser, en sentido figurado, “repleta de mercancías” por el significado de la antigua expresión “traer y tener la bolsa herrada”, que significaba ‘tenerla con dinero’, como había leído en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas de 1627. Pero no deja de ser una observación banal: el marinero miedoso no se enfrentaría a un fuerte oleaje ni con su nave cargada de dinero ni con ella vacía.
En realidad, el Arcipreste no tenía necesidad de complicar su verso eligiendo una palabra que no tenía sentido ni para forzar una rima con el resto de los versos de la estrofa, ya que en -ada terminan otros adjetivos que, en caso de necesidad, encajarían de un modo natural como calificativos de nave sin incurrir en el ripio, tales como amada, estimada o preciada. Le bastaba al poeta con mencionar a solas la palabra nave y con ello el verso tendría su pleno sentido, sin más añadidos. Por ello, debemos colegir que la palabra ferrada/herrada no es un adjetivo que califique a nave sino otra palabra -quizás solo parecida- que se refiera a ese extraño concepto que nos falta por determinar entre los corchetes del primer hemistiquio.
¿Cómo podría un buen poeta expresar el mensaje que todos sabemos que este verso comunica pero sin incurrir en la pura obviedad?…Para responder a esta pregunta hay que comprender que el Arcipreste buscaría una manera indirecta de aludir a hechos que implican que una nave no salga del puerto donde esté atracada. Si las cuerdas o amarras del barco estuvieran siempre atadas a un bolardo del muelle (encapilladas por la gaza a un noray, en lenguaje náutico), evidentemente el marinero no podría navegar y enfrentarse a las olas violentas del mar. Por lo tanto, para poder adentrarse en el mar y exponerse a su riesgo las amarras tendrían que estar necesariamente sujetas o aferradas en su propia nave. Es decir: ferrada es una aféresis realizada erróneamente por un copista de aferrada y se referiría a la amarra mencionada en el primer hemistiquio. Reconstruyamos, pues, un verso que con el empleo de la sinalefa presenta dos hemistiquios octosilábicos que dan pleno sentido a toda la estrofa:
«nunca la amarra iría / en su nave aferrada»
Análisis del cuarto verso: «non te espante la dueña la primera vegada»
Poco podemos añadir para comentar este verso, idéntico en ambos manuscritos, porque su significado ya lo dejamos indicado al principio de este trabajo, como moraleja a la que llevaba la enseñanza contenida en esa especie de refrán adaptado del Pamphilus: el amante que trate de seducir a una mujer recalcitrante en su negativa a dejarse amar no puede arredrarse la primera vez que sea rechazado. Debe porfiar en su intento, pues en la perseverancia está el éxito, lo mismo en el difícil arte del galanteo como en el del desciframiento de los enigmas que desafían al tiempo…
La reconstrucción del arquetipo perdido de la estrofa sería pues, actualizando su grafía:
«Si la primera onda de la mar airada
espanta al marinero cuando viene torvada,
nunca la amarra iría en su nave aferrada:
no te espante la dueña la primera vegada».
Dejo al lector, como siempre, la reproducción de las imágenes de la estrofa en ambos manuscritos, para que pueda formarse su propia opinión. Quedan aún muchos misterios filológicos por resolver, y bueno es empezar a practicar cuanto antes.