Francisco Marhuenda.- Hemos asistido a los últimos coletazos del sanchismo. Los finales de régimen siempre tienen una parte agónica y otra teatral. Estaba convencido de que renunciaría, ya que era lo que parecía cuando supimos que había acudido al palacio de La Zarzuela.

Ahora sabemos que era el colofón de su escandalosa apropiación de las instituciones. Al poco, ofreció una comparecencia para anunciar que sigue y que emprenderá una regeneración que se traduce en amordazar a la prensa y al Poder Judicial. El sanchismo decidirá quién es o no demócrata. La reacción de sus socios fue pedir un control de la Prensa y una democratización de la Justicia, que supongo que se refieren a que repliquemos el modelo que existía en los países comunistas. Es una justicia popular controlada y sometida a los poderes ejecutivo y legislativo. Hemos asistido a una de las mayores manipulaciones propagandísticas de la Historia de España. No ha hecho otra cosa que descalificar a la oposición y atacar a los contrapoderes. Pedro Sánchez se apropia de la presidencia del Gobierno, el feminismo, la democracia y la regeneración como expresión de un proyecto partidista.

Estamos ante un giro populista muy grave. Es un culto a la personalidad del líder propio del peronismo, el castrismo o el kirchnerismo. Es una tomadura de pelo y una deriva muy inquietante cuando apela a que la base social se movilice.

Ahora sabemos que era una operación propagandista para hacer frente a las elecciones catalanas y europeas. Necesitaba polarizar y consolidar un frente popular con mayor fuerza para intentar revertir la derrota en las europeas. Sánchez encarna tanto el populismo como la izquierda institucional. La realidad es que el movimiento en favor de su continuidad solo consiguió reunir 12.000 personas en la sede de Ferraz y 4.000 en la manifestación del domingo. No quiero olvidarme de los periodistas y los medios de comunicación que han abrazado el partidismo y olvidado su función social. Han decidido ser portavoces del sanchismo. Ha meditado estos días para decidir que le vale la pena seguir en La Moncloa con centenares de asesores, gastos ilimitados y los Falcón.

El PSOE ha desaparecido para dar paso a un movimiento populista basado en el culto al líder y el pensamiento único.