Sobreviviendo en Cumbres Borrascosas
Laureano Benítez.- Bueno, pues este fin de semana los españoles tenemos una cita con Karlota, que no es ninguna mozallona, sino una borrasca que dejará fuertes rachas de viento y de lluvias considerables —si los chemtrails no lo impiden, claro— en buena parte de España.
En mi vida he visto ya muchas borrascas, y hasta hace poco nunca se les daba un nombre, pues solamente se tenía la costumbre de bautizar a los ciclones tropicales, esos que arrasan con vientos huracanados las latitudes tropicales. Sin embargo, en esta época de terrorismo climático, hace poco que han empezado a bautizar también a las pobres borrascas, quizá para quitarlas el sambenito de ser expósitas, de ser anónimas, pero, especialmente, con el fin de atemorizar a las poblaciones aborregadas, que precisan de sus dosis de miedo como si fueran chutes de adrenalina.
Es indudable quieren bautizar a una borrasca con un nombre más o menos rimbombante aumenta su potencial amedrentador, porque las mete en el círculo de los tifones tropicales, y por eso los dementes climáticos también se valen de este recurso para vendernos el apocalipsis medioambiental.
Realmente, vivimos en un país que, lejos de sentir temor por la llegada de borrascas, debería celebrar verbenas cada vez que aparecen nubes preñadas de agua en sus cielos, casi sempiternamente azules en por aquello del HAARP y las estelas químicas que impiden las borrascas, que las abortan como si fueran fetos de Dator. Yo, por ejemplo llevo semanas sin ver una nube normal en los cielos madrileños.
Así pues, me da por pesar que también se podría dar un nombre a las devastadoras sequías producto de chemtrails, nombres que ya pueden ser manifiestamente siniestros, tales como Polstergeista, Draculona, Davona, Bilderbergena, KIausa, Satancha, Belcebúa, Pertinacia, Chemtraila, etc…
Y aprovecho el tema del artículo para enviar un cordial saludo al ciclónico Mario Picazo, que cada dos por tres nos ameniza el tedio borreguil profetizando tifones que van a venir a España, ciclones que pueden afectarnos, pero que, por gracia divina, nunca acaban devastando nuestra patria. Y es que por algo este señor es profesor de cambio climático en Califonnia.
Al parecer, España pertenece al Grupo del Suroeste en lo que respecta a las borrascas, en el cual están también Portugal, Francia, Bélgica y Luxemburgo, los cuales, al comienzo de cada temporada elaboran un listado de nombres para poner a las posibles borrascas que afecten a nuestros lares. No importa si las borrascas son masculinas o femeninas, porque hay nombres para todos los gustos. El caso es que lo normal es que los ciclones tropicales devastadores tengan nombre de mujer, pero esto es algo totalmente inadmisible en los tiempos que corren, como ustedes comprenderán, pues sería deliro de violencia climática, lo que le faltaba el clima, con tantos cambios y tantos cambalaches.
Por ejemplo, los que están disponibles para este año son: Aline. Bernard, Celine, Domingos, Elisa, Frederico, Geraldine, Hipolito, Irene, Juan, Karlotta, Louis, Monica, Nelson, Olivia, Pierrick, Renata, Sancho, Tatiana, Vasco y Wilhelmina.
¿Como se adjudican los nombres? ¿Mediante el pinto-pinto-gorgorito, sorteando, o mediante votaciones democráticas? ¿Se los darán en Davos o en el Vatikano?: vete tú a saber…
Yo, la verdad, el nombre que prefiero para “borrasca” es el de “cumbres”, para rendir homenaje a la magnífica historia de la literatura clásica que lleva por nombre “Cumbres borrascosas”, escrita en 1847 por Emily Brontë.
Pues bienvenida, “Karlota”, nombre que también también puede servir para nombrar a la borrasca de tractores que se espera para el domingo en muchos lugares de España: eso sí que puede ser un ciclón, cuyo otro nombre podría ser “Ferraz”.
Mientras no le pongan de nombre Petronila, no hay de qué preocuparse.
Ah,me viene a la mente Petronila, reina de Aragón, condesa de Barcelona por su matrimonio con Ramón Berenguer IV el Santo.