ABC.- La detección en el sur de Francia de un brote de mosca blanca espinosa —Alerucanthus spiniferus (Quaintance)— distinta a las cinco especies que ya existen en España ha puesto en alerta a los agricultores, que temen que esta plaga cruce la frontera desde el país vecino y ponga en jaque sus cultivos. La preocupación es fundada, pues el rango de ataque de este insecto, paradójicamente de color negro, es muy amplio. Afecta a un centenar de vegetales, sobre todo los cítricos, pero también a la viña, el caqui y el peral, además de a plantas ornamentales como el rosal.

Los franceses la han notificado ya en una quincena de municipios de la región de Occitania desde junio. En ese sentido, aunque se trata de una plaga de cuarentena, por su procedencia del sudeste asiático, no es nueva para las autoridades europeas, que obligan a quien la padece a tomar medidas para evitar su diseminación a otras zonas. En Italia se confirmaron los primeros casos en 2008, y su posterior aparición en otros países del continente, como Grecia, hizo que el Ministerio de Agricultura español diera luz verde a un plan de contingencia específico, hace ahora tres años.

«Es una plaga muy agresiva, produce daños directos y también puede transmitir virus», explica a ABC Alberto Fereres, experto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que participó en un estudio publicado en 2020 sobre el control de esta especie. Además de extraer la savia de la planta, la mosca blanca secreta una gran cantidad de melaza que actúa como sustrato para el crecimiento de hongos conocidos como ‘negrilla’ en las hojas y las ramas. Esto reduce la capacidad fotosintética, debilita la producción y el cuajado de los frutos. Del mismo modo, aunque lleguen a madurar, el valor comercial se deprecia.

Su aguante ante distintos plaguicidas la hace todavía más temible. «He visto con mis propios ojos cómo produce daños muy importantes. Es muy resistente a muchos insecticidas. Probamos varios productos de origen natural para controlarla, como aceites esenciales o minerales, que tienen un efecto repelente, pero que no producen una mortalidad alta», cuenta Fereres sobre su experiencia.

Precisamente, la Unión Europea insta a los estados miembros a reducir la dependencia a los fitosanitarios, algo que hace que cada vez sea más difícil tener productos disponibles que sean efectivos. Por ello, ante la dificultad de poner barreras a una amenaza con tantos hospedantes distintos, los expertos advierten de que la prevención es crucial para seguir libres del temido insecto. Al plan nacional se suman las medidas adoptadas por las distintas autonomías. Es el caso de la Comunidad Valenciana.

«Tenemos distribuidas más de mil trampas por todo el territorio para intentar detectar de manera precoz cualquier introducción que pueda darse de alguno de los vectores de los cítricos. En ese caso, nos saltaría la alarma y podríamos actuar de forma muy incipiente», apunta el jefe de servicio de Sanidad Vegetal del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), Vicente Dalmau. «Es como un incendio. Cuando se inicia es fácil apagarlo y cuando ya se te ha desatado, es muy difícil ponerle freno», ejemplifica.

En este engranaje, el agricultor es una pieza clave. Si es capaz de identificar lo que está ocurriendo en su campo y da el aviso a las autoridades, las medidas de erradicación son más efectivas. El otro aspecto fundamental son los controles en la frontera. «Cualquier partida que venga de fuera de España tiene que inspeccionarse con mucho más interés, con más de esfuerzos y más medios económicos», advierte Alberto Fereres.

Es una reivindicación constante de las asociaciones agrarias. Desde Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos han pedido al Gobierno central que presione a la Unión Europea para endurecer las inspecciones en origen. En caso de que no se tomen medidas y la mosca blanca espinosa llegue a nuestro país exigirán una responsabilidad patrimonial a las administraciones.

«Cada plaga es un incremento de costes para el agricultor, porque una no desplaza a otra, tienes que actuar contra todas a la vez. Vamos a una nueva por año y muchas veces lo que sirve para controlar una, no sirve para la siguiente. Eso son millones de euros», lamenta José Francisco Nebot, ingeniero agrónomo y técnico de cítricos de La Unió Llauradora, una de las principales organizaciones valencianas del sector.