Roberto Montes.- Un afamado rapero muerde el polvo en plena actuación. Es llamativa la cantidad de intérpretes de este género tan hermoso y culto que muere últimamente en el escenario, en distintos lugares del planeta. Caen como moscas. Este elegante y bizarro varón de gentil estatura y garboso continente sopla en el micrófono y después se derrumba como un fardo. Nunca mejor dicho: ha exhalado su último aliento. Parte en plena actuación, ante su entregados fans: un ejemplo de comunión entre el creador y su público. ¿Qué más puede pedir a un artista?

¿Qué es lo que se ha convertido en el enemigo nº del rap y de sus cultores? ¿Será acaso, como dicen la malas lenguas, la famosa “vacuna” la solución final del rap y de los raperos (combinada claro está con todas esas cosas que se mete este personal en el cuerpo por cualquier orificio natural o artificial)?

En fin, el mundo del arte está de luto. Se van los mejores. Una gran pérdida para las ciencias y las humanidades. Nos quedamos con nuestro dolor emocional y nuestros sombríos pensamientos ante tanta desgracia inexplicable. Una adecuada filosofía es necesaria para hacer frente a la incógnita de la vida y el destino del ser humano.