El profesor Ramón Tamames (i), junto al líder de Vox, Santiago Abascal (d).

Por Eduardo García Serrano.- Se necesita ser tonto, pero que muy tonto. Tonto patológico, bobo con contrato indefinido, tonto de moco y baba para entregarle los trastos, la representatividad, el discurso, la narrativa y el primer plano a un zascandil, a un bon vivant almenado de ilustración, a un saltimbanqui de fortuna cuyas palabras son ceniza, su pasado las ruinas de la Gauche Divine, y su presente los vestigios de los vividores acomodados en la protesta permanente, que no en la revolución permanente.

Se necesita ser un memo esférico para llenar el proscenio de arrugas comunistas después de haberle susurrado al oído “levántate y anda”. Se necesita ser un tonto oceánico, un majadero cósmico para ser el báculo de lo caduco que sesteaba en los relicarios del silencio, la sal del olvido, sin más presente que un pasado de chisgarabis, aplaudido solo por los botarates de su camada, de su cuerda y de su palo que hicieron la revolución de la codicia al abrigo de un Sistema del que abominaban mientras les llenaba la faltriquera de oro y las paredes de títulos y blasones académicos y sociales.

Él es el genuino representante de los que mordían sin dientes la mano que les echaba de comer, de los tarambanas que componían odas y madrigales al comunismo soviético desde la placentera y mullida comodidad del capitalismo franquista, que era tan tiránico y feroz que llenó los atriles y las cátedras académicas de botarates como el que los majaderos acaban de sacar del geriátrico de la demencia para que hable por ellos, contra ellos.

Venga, Tamames, “levántate y anda”, recoge tus viejas palabras para darte el último festín de narcisismo y la última mascletá de egocentrismo a la que te lleva en andas una cuchipandi de tontos que ignoran que contra el ridículo no hay antídoto.

Fuente: ÑTV España