Un separatista tira bolsas de basura a la vía pública en presencia de los mossos.

AR.- Se suceden los insultos a los españoles en Cataluña con total impunidad. El más recurrente está siendo la comparación con Africa del resto de España. “África empieza del Ebro abajo”, ha dejado escrito en redes sociales una seguidora de Puigdemont. Hay que estar muy chiflada. Me pregunto si estos descerebrados vivirán una realidad paralela o acaso están tan abducidos que ya son incapaces de distinguir realidad y ensoñación.

Cataluña es una cloaca social y un pudridero moral. Entre todos los lugares de España, con creces sería el último en el que elegiría vivir. Hace dos meses hice un viaje a Barcelona y tuve mucho éxito: volví al día siguiente. La hediondez moral de muchos catalanes se pone de manifiesto cuando pretenden borrar el pecado original de su origen charnego mostrándose más fanáticos y más secuaces que el resto. Olvidada queda la lucidez en estos lunáticos separatistas. Si la tuvieran no se le ocurriría comparar el resto de España con África de forma tan peyorativa, precisamente desde Cataluña, que es, con diferencia, de toda España, lo que más se parece a África desde que los separatistas propiciaron la inmigración magrebí de forma masiva. Pasear hoy por cualquier ciudad importante de Cataluña es lo más parecido a pasear por Tánger o por Casablanca. En muchos rincones de Barcelona capital, de cien personas con la que te cruces por la calle, raro sería encontrar entre ellas un solo catalán de origen. Y conste que me encanta la contemplación de tan explosiva muestra de multiculturalidad en Cataluña. Y no solo eso. En lo tocante a Cataluña soy tan multiculturalista, que celebro que ya sea solo cuestión de tiempo que los catalanes de origen africano, mayormente magrebíes, sean mayoría en una población en la que merma alarmantemente el número de nacimientos autóctonos. Y es que de tanto odiar a España, los acaponados separatistas catalanes se han olvidado hasta de tener hijos.

Me pregunto en qué mundo de Yupi viven estos separatistas botarates. Si conservaran un atisbo de dignidad y de vergüenza, lo que tendrían que decir es que entre Cataluña y el resto de España dista la misma distancia étnica y cultural que entre el Magreb y Rusia, sin que al caso perciba en el rostro de Pere Aragonès los rasgos raciales de un eslavo. En el mejor de los casos, los de un encantador de serpientes de la plaza Yamaa al Fna de Marrakech.

Esta pobre gente ha querido olvidar, y estamos aquí nosotros para recordárselo, que África está precisamente allí, en Cataluña, entre sus habitantes, en los paritorios de los hospitales, en los colegios públicos, en los cientos de locales convertidos en mezquitas, en los mataderos halal, en los servicios sociales, en los albergues de acogida, en el más del centenar de asociaciones subvencionadas por la Generalitat y los ayuntamientos…

El ex alcalde socialista de Blanes, Lupiáñez Zapata, uno de esos políticos ridículamente supremacistas pese a su origen granadino, sostuvo hace poco que la sociedad catalana “se mueve más por espíritu de construcción, de avanzar, de esfuerzo, de responsabilidad”.

El espíritu de construcción al que alude Lupiáñez Zapata, el espíritu de avance, de esfuerzo y responsabilidad puede existir en todas partes con las personas adecuadas. Pero si Cataluña es ejemplo de algo es por haber destruido la moral social y por haber tenido a la casta política más corrupta de España, a la vista y con el consentimiento de casi todos.

Qué oportunidad pierden estos indigentes mentales de permanecer callados y evitarnos así la tarea de tener que relatar la trágica realidad catalana, tan lejos del resto de España y tan cerca, tan endiabladamente cerca, de África.

Frente al despliegue descarado de tanta degradación, la sociedad catalana gime sin fuerzas, entregada a sus verdugos, doblegada ante la ola de pestilencias que la están ahogando, asfixiada en el aire empozoñado por tanta depravación. No concibo esperanza alguna de que esta gente pueda cambiar. Me pregunto cómo se puede vivir en una permanente orgía de pudrición y de maldad. Y lo peor es que se trata de la opción de vida que ellos han elegido libremente.