Pascual Uceda Piqueras.- “-¿Han descartado extraterrestres?

– No hemos descartado nada en este momento”.

Con el fondo de una imagen en la que aparecía un misil derribando uno de esos ya famosos globos espía, esta misma mañana – ¡pásmense!—, nada más y nada menos que uno de los principales medios de comunicación –léase canales oficialistas— de España, lanzaba este otro “globo sonda” a los ya suficientemente anestesiados televidentes que, café en mano, no sabían si estaban asistiendo al relato de una película de marcianos o si era cierto lo que escuchaban por sus ya castigados oídos.

Si nuestro celebérrimo analista del fenómeno OVNI, Salvador Freixedo, luchador incansable en la tarea de informar al gran público sobre la existencia real del fenómeno extraterrestre, así como de los aviesos planes de control de sus siniestros protagonistas, levantara la cabeza, a buen seguro que emitiría una sonora carcajada. Pero solo sería un acto reflejo ante las vergonzantes intenciones de quien promueve esta indecente campaña seudoufológica. Luego, no me cabe duda, sentiría pena por el modo en el que están siendo subyugados sus congéneres.

El caso es que, como viene siendo habitual desde aquel pistoletazo de salida plandémico, que inauguró en el 2020 esa carrera contrarreloj que habrá de terminarse en el 2030, los medios de comunicación afectos al “circulito arcoíris” –el emblema globalista de la agenda 2030— no cejan en su empeño de promover las campañas más rocambolescas, absurdas y pueriles que quepa imaginar en lo que concierne a obedecer ciegamente a “la mano que les da de comer”.

Y ahora es el turno del tema OVNI. Agotado el interés por las películas de zombis (la plandemia covidiana), ahora nos quieren proyectar la de La guerra de los mundos por entregas, siendo la primera de ellas esta que ahora nos ocupa. En resumen, esta nueva película, rodada en los estudios del NOM, nos cuenta la historia de cómo un globo chino, sobrevolando el espacio americano (el de los masónicos cowboys) y el canadiense, en aparente misión climática, es derribado a bombo y platillo por cazas americanos como si se tratara de un artefacto alienígena en misión de destruir la civilización. ¿No es para –con perdón— descojonarse?

Claro que esto es solo una parte de la película. Porque si analizamos ahora la otra parte de filme que no se cuenta –¿las tomas falsas?—, veremos que, una vez más, estos señores oscuros nos están dando gato por liebre. Y si no, ¿por qué aparecen estos globos espía nada más producirse el devastador terremoto sobre Turquía? ¿Por qué son enviados por China? ¿Por qué el terremoto ha sucedido sobre Turquía, confrontada abiertamente con EEUU? ¿Qué hacían esos globos sobrevolando un espacio muy concreto del estado de Alaska, cercano a la frontera con Canadá? ¿Sabían ustedes lo que es el HAARP?

El relato que se esconde tras la cortina de humo ufológica alcanza todo su significado cuando uno contesta a estas preguntas. Porque, muy grande debe ser lo que pretende ocultarse tras la misión de esos globos de feria chinos, cuando las élites que nos gobiernan desde las cloacas de los Estados han decidido sacar a pasear entre el gran público una de sus armas más eficaces para el control de la voluntad de las masas: los ovnis, como si fuera el hacha del último recurso y que, para emplearla, haya que seguir las instrucciones impresas sobre el cristal: “romper solo en caso de necesidad”.

Nos hallamos ante el comienzo de una nueva película de tintes terroríficos. La invasión alienígena no ha hecho más que comenzar. El hacha ha sido extraída de su urna y, mucho nos tememos, que no haya de regresar a su sitio por mucho tiempo. De momento, el gobierno chino ya ha respondido diciendo que “han detectado ovnis en su espacio aéreo”.

Como ven, ante tan extraordinaria entrega telefílmica en ciernes, ¿quién habría de fijarse en un campo sembrado de antenas sobre el suelo de Alaska, por mucha radiación de alta frecuencia que pudiera transmitir a la ionosfera con la finalidad de modificar las propiedades electromagnéticas de esa capa de la atmósfera, para luego redirigirlas hacia puntos concretos del manto terrestre con intenciones nada filantrópicas?

Y ya tienen un terremoto aquí, un volcán allá y un maremoto acullá… Eso es el HAARP: un arma de destrucción increíble, equiparable a la fabulosa trompeta descrita en el libro del Apocalipsis. Aún es tiempo de levantarse de la butaca y salir del cine antes de que un nuevo derrumbe nos alcance. Pero, si han decidido tragarse la película, no olviden, al menos, dejar de comer palomitas en cuya etiqueta aparezca el E120 y el E904. No las coman. Son insectos.

Filólogo, especialista en Cervantes y escritor