Las “demias” de la Pachamama
Laureano Benítez.- El siglo XXI está siendo sin duda el siglo de las “demias”, entendiendo bajo este término desde un punto de vista lingüístico un sufijo proveniente del griego “-demos”, que significa “pueblo, gente, población”.
Este sufijo se puede aplicar, por tanto, a cualquier fenómeno que afecte a gran parte de una población determinada, pero su uso más frecuente es en el campo médico, en especial en el campo de las enfermedades. Así tenemos, por ejemplo, conceptos tales como hipertrigliceridemia (exceso de triglicéridos), hiperlipidemia (exceso de lípidos), uricacidemia (exceso de urea)…
Como se ve, el sufijo indica siempre un exceso, una sobreabundancia de algo, la profusión de un elemento, que no tiene por qué ser algo que afecte a mucha gente, ya que, como se desprende de las palabras médicas expuestas en el párrafo anterior, se aplica también al exceso de algo dentro de una sola persona, exceso que provoca una enfermedad. La única excepción a sus malévolos significados es la palabra “Academia”: algo es algo…
Las palabras más famosas con el sufijo “demia” son : “endemia” (factor que pertenece a una región determinada), “epidemia” (enfermedad que afecta a la población de un país), y “pandemia” (enfermedad que afecta a varios países).
Con el COVID, se ha acuñado una nueva palabra con ese sufijo: “plandemia”, que no es exactamente una enfermedad global, sino la causa subyacente, que se atribuye a un plan, a un diseño, a un primado negativo, a un protocolo –sionista o no–… esta nueva palabra ha sido el mantra de la disidencia contra el Himalaya de mentiras del coronavirus.
Mas ese concepto no es el único que se ha creado con ocasión del SARS-COV-2, ya que la farsa covidiana ha servido para acrisolar otro vocablo de exquisita precisión: “infodemia”, que sirve para describir la enfermedad generalizada que –como una verdadera pandemia– ha afectado a gran parte de la población mundial, mediante la inoculación a través de los medios de comunicación (sic) de una avalancha impresionante de informaciones falsas sobre el coronavirus, cuyo objetivo era crear un terror de tales dimensiones, que muchedumbres de corderillos, absolutamente lobotomizados por esa catarata de mentiras, fuesen triscando alegremente a los pinchódromos.
La “infodemia” usa como arma, como un “virus” letal, la emisión de unas noticias tremendistas y falsas, y mediante unas ondas electromagnéticas que descerebran a los corderillos televidentes, sumiéndoles en un trance muy parecido a la hipnosis.
Tal es el poder de los medios de comunicación, capaces de crear, con su tremenda potencia y con el bajo coeficiente intelectual de las muchedumbres, auténticas enfermedades sociológicas, patologías colectivas que infectan a la sociedad mediante el virus del miedo, del pánico, del terror a la muerte.
Pero no solo son capaces de crear enfermedades de la nada, sino que pueden crear “demias” muy variadas: votar a tal candidato, promover el aborto como un derecho humano, presentar a los comunistas como demócratas, afirmar que la culpa de todo la tiene el heteroptariarcado machista, que comer cucarachas es estupendo para la salud como fuente de proteínas… En general, pueden crear una “demia” con las ideas más disparatadas, más abyectas, más antinaturales, usando estrategias de ingeniería social que tienen su origen en Edward Bernays –sobrino de Freud, oh, la,la– pasando por el Instituto Tavistock, y alcanzando su momento más actual con la ingeniería MK-ULTRA y el Proyecto Monarca.
Tras la infodemia que creó la plandemia, estamos ya plenamente insertos en otra “demia” de cuidado: la climodemia. Personalmente, a mí no me ha cogido por sorpresa esta nueva demia, ya que la mafia luciferina creadora de demias no descansa, no da cuartel, están en trance, desencadenados por completo, en un avanti toda imparable dispuesto a arrollar de una vez a esta especie humana que tanto odian.
Pero ya desde la gran variedad de titulares que ha presentado esta climodemia hay motivos de sobra para sospechar que en esta nueva guerra contra la humanidad algo huele a podrido, puesto que desde los 70, se ha pasado por los siguientes términos catastrofistas: enfriamiento global, calentamiento global, cambio climático, disrupción climática global, clima extremo y emergencia climática global. Incluso en la década de los 70 se afirmó que íbamos ¡hacia un enfriamiento global!, en la mismísima portada de la revist Times, nada sospechosa de disdidencia antisistema.
Lo que me llama la atención es que, en este baile de títulos para describir el fenómeno, durante mucho tiempo se habló de “calentamiento global”, pero ahora se habla de “cambio climático”. La pregunta surge por sí misma: ¿han cambiado la terminología porque no pueden demostrar la relidad del supuesto calentamiento? Total, que solo les falta por inventar un término: “calenfriamiento global”.
El caso es que, pasada la plandemia, hay que mantener activo el avispero del miedo, de las amenazas, de los estados de alerta, de las emergencias, de las alarmas, amenazando a la humanidad con la extinción total debido a que el Planeta está herido de muerte por nuestra culpa, y podemos morir todos si no nos arruinamos y nos privamos de nuestras libertades: es lo de siempre, porque ante el miedo la muerte el ser humano entrega su bolsa y sus derechos, buscando la seguridad que les dará el Papá Estado.
Por si no tuviéramos suficiente con tanta extinción por un meteorito, supervolcán, megatsunami, llamaradas solares, supernovas, agujeros negros, y todas esas cosas que los científicos gustan de inventar para reventarnos nuestra plácida siesta a la hora del documental de sobremesa, ahora nos llegan con que el Planeta puede suicidarse en un mero descuido.
En efecto, como la plandemia infodémica ya no daba más de sí, era urgente elaborar otra que cogiera el relevo a la hora de mantener a los borregomatrix en el estado de miedo necesario para quitarles la bolsa, las libertades, la vida y el alma… mejor dicho, no para robarles, sino para que los mismos corderillos les entreguen todo eso a cambio de una “seguridad” que no es otra cosa que el mayor liberticidio que han visto los siglos.
Se ve que, como la plandemia coronavírica les funcionó, se han puesto cachondos, han ensalivado de tal manera que ya vienen con todo, con los dientes largos, los cuchillos bien afilados, sabiendo que las masas hipervakunati también se van a tragar el dantesco Himalaya de mentiras del cambio climático.
Es del todo normal que estén confiados, que bailoteen en sus logias y hemiciclos, pues una gente que comulgó con las ruedas de molino de la plandemia, que se tragó toda la impresionante infodemia que les llevó a los vakunaderos, a la eterna maskarilla, a los más burdos secuestros domiciliarios… una población que aplaudió a sus captores desde sus balcones, que fue al paro o la paguita, que vio caer sin ninguna protesta a sus abuelos en residencias y hospitales de manera sospechosa; que soportó tarascadas totalitarias, abusos policiales, humillaciones sin cuento, bochornosos tratamientos sado por parte de gobernantes sociopsicópatas… una población masoca, imbecilizada, esclavizada es la víctima perfecta para toda clase de “demias”, por más absurdas que sean, aunque la creencia en estas “demias” comporte su ruina económica, el fin de sus libertades y derechos, y la pérdida de su dignidad humana.
Sí, ya tenemos aquí la climodemia, la impresionante propaganda que nos quiere hacer creer que la especie humana está a un paso de su extinción debido a un catastrófico cambio climático creado por un aumento de las temperaturas del que la especie humana es responsable por su irresponsable depredación del medio ambiente… Es decir, que quien nos puede arrebatar la vida no es ya un cojonavirus, sino el pobre carbono, el carbonovirus, maléfico producto químico que sobrecalienta el mundo.
Es curioso –y sospechoso– que la élite satánica que dirige el mundo esté siempre inventando miedos para acojonar a la humanidad, con la particularidad de que los enemigos, los maléficos productores de ese miedo, son siempre invisibles: no sé si alguien habrá visto al Wally ese de los cómics, pero… ¿alguien ha visto al cojonavirus? ¿alguien tiene pruebas del carbonovirus?
Este franciscanismo ecologista obesionado por el bienestar de los osos polares, de las focas, de los linces, de los osos panda… este supuesto ecologismo bienhechor que se preocupa por los bosques, por los hielos, por mimar a Gaia para defenderla de la rapacidad depredadora del ser humano… esta grandiosa defensa de la “sostenibilidad”, el afán por reciclar, por reducir a cero las emisiones de carbono… Todo este circo ecoterrorista yo lo desmonto en dos patadas, al estilo “Gila”: pero, vamos a ver, los que defienden el asesinato de fetos en el vientre de sus madres, ¿podrán tener cariño por los osos polares? Los que eutanasian a domicilio a pobres ancianos con verdaderos suicidios –y asesinatos– asistidos, ¿podrán tener compasión por la vida de las focas? Los que nos han tenido casi 3 años asfixiándonos con el bozal, ¿tendrán interés en mejorar la calidad del aire que respiramos? A los responsables de las inokulaciones satánikas contra el cojonvirus, ¿les importará nuestra salud? A los responsables de tantas multinacionales que han hecho su fortuna con los combustibles fósiles, ¿les importará realmente la contaminación de la “Madre Tierra”? A los que han creado tantas y tantas guerras, ¿les importará la vida de los esclavos, de los borregos cuyos cuellos quieren pisar como si fueran cucarachas? Los responsables de las estelas químicas que se dispersan en el aire en todo el mundo, ¿estarán obsesionados por mejorar la calidad del aire que respiramos?
A mí todo este Himalaya de mentiras de la climodemia me recuerda aquella historia de Jaimito en la que la profesora pregunta un díe en clase que los alumnos dijeran algo bueno que hubieran hecho por los animales. La intervención de Jaimito fue genial: “Pues yo di una patada a un niño que le había pegado una patada a un perro”.
Y, no se crean, estos maníacos satanoposesos son capaces de afirmar que han inventado una vakuna contra el cambio climático, que hace desaparecer la huella de carbono de marras… pero la mejor vakuna se llama DESOBEDIENCIA.
Canal de Telegram del autor: https://t.me/laureanobeni
….y cuando estos amantes de lucifer no son ” invisibles” , entonces son ” filántropos. Excelente artículo. Queda por recordar la más peligrosa ” demia” . Se llama: la ” estupidemia”.
Calenfriamiento global, jajaja, excelente neologismo.
Y no se olvide Laureano de otra más: DESVERGÜENCEMIA. Quienes han dedicado inconcebibles mares de recursos, energía y dinero de la población a… detonar alrededor de tres mil bombas sucias declaradas desde 1945 (incluso cerca de arrecifes de coral o el interior del planeta) son los que presentan a la inconsciente población (que se las ha sufragado) como responsable de los ecocidios de su Cleptocracia. Para que así esa Plutocracia Corporativa (auspiciada por la Federación que maneja este plan-ET-a) pueda seguir estafando con su falsaria Agenda. “La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la… Leer más »
Ahora que hace un frio que pela no dicen apenas nada, en verano volveran a dar la matraca a todas horas. La izquierda luciferina y los medios que controla es el altavoz de esta plutocracia demoniaca mentirosa
Y falta la estafa del reciclaje,,,se hacen millonarios con lo valioso:papel,metal,pet,vidrio,lineas marrón/blanca y lo demás lo queman.
¿Y lo de vender todos los lodos edar de las plantas depuradoras para “abonar” las vides que producen vino?
Si es que son ecologistas puros…
Indigenistas de m