AD.- Lo acontecido en Brasil, con las multitudes enfurecidas, denunciando el pucherazo de Lula ha escandalizado al staff mediático globalista. Y es que ha sido terrible ver como la chusma fanatizada ha puesto en tela de juicio las elecciones presidenciales que desbancaron a Bolsonaro, como han mancillado el Parlamento y el Tribunal Supremo sembrando la desconfianza del populacho hacia un sistema que tanto se preocupa por su bienestar anímico y psicológico, nunca el material. Es terrible que el patrimonio público haya sido vandalizado por unas turbas sedientas de la sangre de las élites globalistas. Es espantoso que los sediciosos hayan desestabilizado el gobierno, laminado la convivencia social y destruido los puentes, tan arduamente tendidos por lo mass media afines, que unían a la oligarquía dirigente con la masa cretinizada y ahora insurrecta.

Violentos queman una furgoneta policial en una noche de vandalismo en Barcelona

Es que si las multitudes no se dejan guiar ciegamente por la plutocracia han de ser reprimidas con extrema violencia, si es preciso. Las vacilaciones por parte del poder sólo conducen al fracaso más estrepitoso. Las masas están para trabajar por cuatro chavos y pagar impuestos como si fuesen potentados, y así seguirán contentos y engañados por los del palo y la zanahoria.

El ejército y las fuerzas de seguridad ya hace mucho tiempo que dejaron de tener honor y decencia. Son agradecidos esbirros del sistema que sólo piensan en sus cómodos trienios, siempre dispuestos a reprimir no la delincuencia, que siempre es peligrosa, sino a la gente honrada, que no representa ningún peligro para ellos. Sólo así podrán asegurarse la jubilación que sus jefes les prometen.

Vandalismo en Barcelona durante el golpe independentista.

Es terrible lo de Brasil, sí…. ¡Y el coche de la Guardia Civil!, vandalizado por la masa independentista ante la activa pasividad de los mozos de escuadra, signo de la connivencia del poder autonómico con las escuadras de asalto de Puigdemont y Junqueras. Aquello, claro, no era ni golpe de estado, ni chuleo a las instituciones nacionales, sino una yincana, una onírica performance sin más intención que la de llamar la atención sobre las legítimas aspiraciones de un pueblo oprimido.

Sin embargo, Brasil es harina de otro costal porque los delitos de odio, sedición, rebelión o malversación siempre son relativos…. ¡a quien los comete! No son lo mismo los golpistas catalanes, que se librarán de todo, que los rebeldes brasileños a los que les caerá la del pulpo. No son lo mismo las ofensas a la fe católica de Abel Azcona que ese terrible delito de odio por criticar al islam por el que va a ser juzgado este digital. Al final, el Derecho, que tendría que estar al servicio de la justicia y la verdad, ha acabado convirtiéndose en instrumento absolutorio de los amiguetes y de condena, control y coacción ideológica contra los disidentes.

A alguien habrá que darle las gracias…