Dos comunismos
Por origen “de clase”, Marx era un intelectual burgués judeoalemán (aunque detestaba a los judíos) y Bakunin un aristócrata terrateniente ruso, y esta contradicción con sus propias teorías es más que anecdótica, pues revela el poder del espíritu, mejor o peor, por encima de los condicionantes sociales y materiales. Así, sin ser proletarios fundaron una internacional proletaria (“los obreros no tienen patria”), aunque pronto colisionaron.
Tiene el mayor significado la diferencia de fondo entre el comunismo ácrata, llamado “libertario”, y el marxista, tildado de “autoritario”. Suprimido en ambos, al menos intencionalmente, el plano metafísico, el marxista fundaba su teoría en el plano social, y el ácrata en el personal. El marxista entendía al individuo como creación de la sociedad, que determinaba tanto su subsistencia material como sus ideas, costumbres, conocimientos y concepciones generales. Por contra, la opción libertaria elaboraba sobre el individuo, cuya vida, por ser única e irrepetible, sin otra en el más allá que le otorgara algún sentido, le daba derecho a vivirla según sus deseos e inclinaciones. Pues siendo iguales todos los individuos en tal destino, ¿quién tendría derecho a imponer sus deseos, normas o intereses a nadie? Inclinaciones individuales buenas por naturaleza y solo obstaculizadas por la maldad de la autoridad, la propiedad y la religión. El problema se parecía al de los buenos creadores del mal: los deseos de los individuos chocaban a menudo entre sí, y, peor aún, solían ser íntimamente contradictorios en cada individuo.
No solo el individuo debía rechazar cualquier amo, sino también la idea de Dios, pues si este existía, el hombre estaría completamente sometido, no sería nada. Pero ¿era posible encontrar algún sentido en los deseos de los individuos, múltiples, variables y contradictorios? El anarquismo empujaba al nihilismo, la negación de cualquier sentido en la vida, sobre la cual se afirmaría una libertad a su vez sin sentido e impracticable, dadas las diferencias entre los individuos.
La pugnaz diferencia entre ambas concepciones comunistas exponía un conflicto más fundamental entre los planos personal y social, eje del pensamiento político europeo desde la antigüedad.











