Cristianismo e ideologías
Al interpretar la II Guerra mundial como el choque de tres ideologías, no excluimos las interpretaciones políticas, económicas u otras, sino que las englobamos en una criterio explicativo más amplio.
Una ideología es, como la religión, una concepción general de la condición humana y del mundo en que vive.
Podríamos preguntarnos, ¿qué necesidad tiene el hombre de tales ideas, habida cuenta de su habilidad, superior a la de los animales, para sobrevivir mediante la técnica? Los animales no parecen sentir esa necesidad, y quizá muchos humanos tampoco la sientan y se contenten con utilizar los instrumentos de supervivencia que la naturaleza y la sociedad les ha dado. Y sin embargo esa necesidad humana se manifiesta en el valor supremo que las sociedades y los estados han dado siempre a religiones e ideologías, hasta llevarles a arriesgar o sacrificar la vida por ellas.
A mi juicio ello obedece a la consciencia, aguda o vaga, de la posición del hombre, que quizá nadie haya definido mejor que Omar Jayam: “nunca podré saber la razón de mi llegada al mundo, mi estancia en él y mi partida de él”. Por tanto, se me escapa el sentido o finalidad de mi existencia. Esta es una constatación sumamente angustiosa para el ser humano, intensamente volcado en sus actos corrientes a la finalidad de ellos, sin la cual su actividad se volvería insensata o enloquecida. Dichos actos encuentran en su finalidad concreta un sentido razonable o racionalizable, pero el sentido general de su propia existencia escapa a su razón o su ciencia. De otro modo: si el hombre supiera la razón de su existencia, la religión, la ideología, la filosofía o el arte serían superfluos.
El sinsentido de la vida no puede ser aceptado por nuestra psique ya que provocaría el hundimiento anímico también para abordar las exigencias cotidianas. La psique recurre entonces a otras facultades, a la imaginación, para aplacar esa angustia esencial, que puede paralizar o enfermarla, pero que en su malestar encierra también un dinamismo transformador (Paul Diel): alguna fuerza ajena y extraordinaria, muy por encima de las capacidades humanas, tiene que gobernar de algún modo nuestra vida y el mundo, y darles sentido. La mente recurre a analogías y simbolismos, utilizando lo que sabe de su vida para abordar lo que, en rigor, no puede conocer. De ese esfuerzo depende la cultura.
Los resultados, fundamentalmente los mitos, ofrecen algo parecido a una explicación que, pese a no explicar, poseen un poder sugestivo y calmante, y ofrecen unos valores sin los cuales muchas personas no sienten la vida digna de vivirse.
La creencia en aquella fuerza (aquel ser, Dios, para los cristianos) superior, creador y gobernante de la vida y el mundo no podía apoyarse en los sentidos ni en la razón, sino en otro rasgo de la condición humana, la fe, también presente, a un nivel más relativo, en la vida cotidiana ante la incertidumbre de muchos sucesos y en particular del futuro.
Las ideologías,en la significación aquí empleada, son concepciones del mundo y del hombre que buscan basarse en la razón. Históricamente van formándose en la Ilustración del siglo XVIII, en el sapere aude kantiano. ¿Hasta dónde podría llegar ese saber al que el hombre debería atreverse? Sería un saber en todas las direcciones, pero principalmente en el del sentido de la vida, que demolería los mitos religiosos, supersticiosos por el simple hecho de no apoyarse en la razón.
Lo que se esperaba de ahí, mediante el rigor lógico y el pensamiento científico eran unas conclusiones sobre las causas y leyes de la vida humana y sobre la moral y conducta, que serían obligatorias, no por una fuerza exterior, sino por su propia capacidad de convicción racional y sentimental sobre los “animales racionales”.
Pero el resultado histórico no fue el que se esperaba, sino diversas ideologías opuestas entre sí, la primera de las cuales sería, en sentido amplio, el liberalismo. Casi junto a ella surgiría el comunismo, ambas, a su vez, con distintas corrientes e interpretaciones en su interior. Puede decirse, entonces, que las ideologías nacen de la crítica y parcial descomposición del cristianismo, en un fenómeno particular de la civilización cristiana europea al menos en la amplitud que ha cobrado.
Ninguna otra religión ha originado tal fenómeno, y la causa podría encontrarse en la especial tensión cristiana entre razón y fe. Tensión heredada probablemente de la doble herencia judía y grecolatina (Atenas y Jerusalén, se ha dicho). Grosso modo, la tensión se fue desarrollando entre los siglos XI y XV en las polémicas escolásticas, alcanzando en el humanismo y el llamado renacimiento cierta ventaja no absoluta Atenas-Roma, es decir, las exigencias de la razón sobre la fe. A este debilitamiento de la fe reaccionó Lutero apasionadamente, provocando lo que ya no fue una polémica meramente intelectual, por vehemente que fuese, sino una escisión violenta y belicosa en la cristiandad europea.












Yo creo que el cristianismo es más que una ideología. Tiene apoyo en los
Evangelios, que son históricos de lo cual se deduce la veracidad del
cristianismo
Son tres espacios distintos. La Fé, la Razón y las Ideologías. Relativas al Alma, la Mente y la Sociedad. Y la Humanidad lleva milenios tratando de cubrirse con esas tres hojas de parra. Por simple evolución algún día lo conseguirá. De momento se tiene todavía por tan Grandiosa que conseguirlo le resulta imposible. Tengamos Fé.
Pio Moa es un historiador para andar por casa. Acertó con la revisión de la República pero cuando cruza los Pirineos, divaga, y mucho.
Leyendo un reportaje, titulado ” Darwin y el fin del bien y del mal”, al final explicaban, que “Una visión darwiniana de la moralidad como la que defiende Stewart-Williams implica aceptar que probablemente no existe Dios, que no hay otra vida, ni almas, que no hay una base objetiva para la moralidad ni un propósito para nuestro sufrimiento; que somos insignificantes en un cosmos vasto e impersonal, que nuestra existencia no tiene sentido ni significado, y que los efectos de nuestras acciones desaparecerán sin dejar rastro. Y, a pesar de todas estas duras verdades, esforzarse como si la vida tuviera… Leer más »