Por Jacob Nordangård.- «Debemos hacer que la mentira vuelva a equivocarse», escribe el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en Nuestra Agenda Común. Quiere crear un «código de conducta global» que promueva la integridad de la información pública y quiere mejorar las experiencias de las personas sobre las instituciones públicas y los servicios básicos y crear ejercicios «inclusivos» que incluyan las opiniones de los ciudadanos y sus «ideas sobre el futuro». Este trabajo también incluye un sistema tributario internacional reformado y una estructura común para la integridad financiera para abordar los flujos financieros ilegales. Con todo, esto significa que nos estamos acercando a 1984 de Orwell a pasos agigantados al establecer una forma de «Ministerio de la Verdad» bajo el mandato y control de la ONU. Los desviados de la doctrina correcta también corren el riesgo de que se les niegue el acceso a los servicios financieros.

A través de Internet, las personas han podido compartir información entre sí de una manera que antes no era posible. Según la ONU, esto no ha sido del todo bueno. Las personas corren el riesgo de compartir información «incorrecta». Por lo tanto, se considera fundamental abordar lo que denominan «infodemia» (la propagación de rumores globales «peligrosos») e «información falsa». La desinformación a gran escala y el socavamiento de los «hechos científicamente establecidos» se consideran problemas extremadamente graves.

Por ejemplo, se considera que la objetividad lleva al público en la dirección equivocada. Como se describe en nuestra Agenda Común:

“El objetivo de dar el mismo equilibrio a los puntos de vista en competencia puede venir a expensas de la imparcialidad y la evidencia, distorsionando el debate público. La capacidad de causar desinformación a gran escala y socavar hechos científicamente establecidos es un riesgo existencial para la humanidad.

Este problema es algo que está específicamente relacionado con la gestión del COVID-19.

… La desconfianza pública en los gobiernos y la desconfianza del gobierno en los públicos dificultaron el mantenimiento del consenso detrás de las restricciones de salud pública sobre COVID-19”

Esta área, junto con el cambio climático, es, por supuesto, central para la ONU y sus aliados. El Foro Económico Mundial (socio de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas desde 2019) describió el problema de la «infodemia» en relación con las pandemias ya en su primer Informe de Riesgos Globales de 2006. El mismo informe también pidió un monitoreo de arriba hacia abajo de los riesgos globales utilizando satélites.

El problema también se planteó en el último Informe de Riesgos Globales del WEF de 2022. Esto pinta una seria amenaza para la ciencia, lo que significa:

Censura, negación y/o escepticismo hacia la evidencia científica y la comunidad científica a escala global, resultando en una regresión o estancamiento del progreso en la acción climática, la salud humana y/o la innovación tecnológica.

Por lo tanto, piden un consenso común y «empíricamente» respaldado sobre los hechos y la ciencia para que los ciudadanos del mundo tengan acceso a la información «correcta» y verificada. Se trata simplemente de las Naciones Unidas (IPCC, AMM y OMS) y las verdades «científicas» del WEF que deberían prevalecer.

El hecho de que este procedimiento y las ideas de «consenso científico» sean directamente incompatibles con el método científico no concierne a estos actores porque todavía saben lo que es mejor para nosotros. En cambio, hay un llamado a una forma de «Ministerio de la Verdad» que pueda evaluar y clasificar la información. Este trabajo también será realizado por sus propios agentes de cambio bien perforados.

Según Guterres, las Naciones Unidas tienen un papel clave y fortalecerán su trabajo sobre la base de modelos a seguir como el IPCC, el Grupo Asesor Científico de la OMM y la propia iniciativa verificada de la ONU. Esto indica que una nueva oscuridad medieval para la libre opinión y la libre investigación es inminente.

Guterres también propone regulaciones sobre las redes sociales, una legislación de información reforzada y que la ciencia y la experiencia deberían tener una voz más fuerte, por ejemplo, asignando a las comisiones científicas un papel en la toma de decisiones.

Este procedimiento tecnocrático ya se ha introducido en Suecia a través del Consejo de Política Climática establecido en 2017. Un consejo supragubernamental con la tarea de supervisar qué tan bien el gobierno cumple con sus objetivos climáticos. Sólo los expertos fieles a la agenda son nombrados para este comité de supervisión. El Consejo de Política Climática está presidido, por ejemplo, por el recién nombrado Director General del Consejo Sueco de Investigación Formas y ex miembro del personal de la ONU y director del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, Johan Kuylenstierna. Un firme defensor de los Objetivos Globales y la Agenda 2030 que ahora puede revisar e influir en la política gubernamental, así como alinear la investigación en las universidades con los valores y la dirección «correctos».

Esto tiene consecuencias de largo alcance y, por supuesto, corre el riesgo de paralizar efectivamente todas las formas de debate sobre temas que la ONU considera «sagrados», mientras que los consejos de expertos «científicos» erosionan la democracia. Los académicos, investigadores, periodistas y otros que cuestionan la ciencia o llegan a conclusiones «equivocadas» pueden ser abruptamente despedidos, cerrados y tildados de mentirosos o negadores de la ciencia (lo que, por supuesto, ya está sucediendo, especialmente en relación con el problema climático y la gestión de COVID-19). Para un político, puede ser suficiente asistir a una conferencia que no predica el mensaje «correcto».

Como Rockefeller Brothers Fund escribió en su Revisión Anual ya en 2005:

“Desde nuestro punto de vista como filantropía que ha estado apoyando el trabajo sobre el cambio climático durante más de 20 años, está claro para nosotros que la certeza científica del calentamiento global ya no vale la pena debatirla. Se ha revelado que los detractores son pocos, bien pagados y partidistas, ideólogos egoístas en una misión premeditada para distraernos de atender adecuadamente el tema candente de nuestro tiempo. A partir de ahora, vamos a suministrarles una toga y un violín y empacarlos en Roma. No tenemos tiempo que perder en asumir la carga de responsabilidad que recae sobre nuestros hombros”.

El 30 de abril de 2019, se celebró en la Escuela de Periodismo de Columbia un extraordinario ayuntamiento apoyado por la familia Rockefeller, Covering Climate Change, con el objetivo de cambiar la forma en que se informa sobre el cambio climático en los medios de comunicación. Hubo un amplio acuerdo sobre la urgencia de impulsar el cambio climático a la palestra en los medios de comunicación, y que la base misma de la confianza del público en el periodismo, con el objetivo de la neutralidad y dejar que ambas partes sean escuchadas, debía abandonarse para salvar el planeta. La iniciativa dio como resultado que 220 medios de comunicación globales, incluidos periódicos y revistas, canales de radio y televisión, instituciones educativas y periodistas, se comprometieran a una semana de «Cubriendo el clima ahora» antes de la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas en Nueva York a partir del 23 de septiembre. El abandono del principio de neutralidad, calificado de «falsa pretensión de objetividad» por la activista climática Naomi Klein, se ha convertido gradualmente en una norma aceptada en los medios de comunicación de todo el mundo, sin ningún otro debate público.

Solo un par de meses después (en mayo de 2020), la iniciativa de control de la verdad de las Naciones Unidas Verified involucró a actores como el miembro de la junta del Foro Económico Mundial y ex fideicomisario de la Fundación Rockefeller, Yo Yo Ma, para «brindar información que salve vidas y asesoramiento basado en hechos».

A medida que el mundo se enfrenta a su mayor desafío en la memoria viva, nunca ha habido una mayor necesidad de información precisa y verificada. Al igual que el virus en sí, la desinformación se propaga de persona a persona, lo que aumenta el riesgo para la salud y propaga el miedo y la división.

Para hacer frente a esto, Verified ha lanzado campañas como «Zwakala – I do it for you» (donde los jóvenes en Sudáfrica muestran solidaridad usando máscaras faciales, distanciándose socialmente y tomando obedientemente sus dosis de vacuna) y «Team Halo» que se ejecuta junto con el «Proyecto de Confianza en las Vacunas» en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, con financiadores como GlaxoSmithKlein, Johnson & Johnson, Merck y la Federación Europea de Industrias y Asociaciones Farmacéuticas, para proporcionar información precisa sobre la fiabilidad y eficacia de las vacunas.

Se trata de persuadir a la gente para que acepte la jeringa. Aquí no hay un análisis o debate independiente. En cambio, todo está estrechamente entrelazado con la industria farmacéutica, que se beneficia del hecho de que las verdades se mantienen en secreto y se barren debajo de la alfombra.

Verified se lanzó como una iniciativa para gestionar el COVID-19, pero su misión también se refiere al cumplimiento de la Agenda 2030 en general. Una agenda que trata de abandonar la soberanía de los estados nacionales en favor de una sociedad donde la toma de decisiones se maneja a través de las fronteras nacionales.

Debemos decidir anteponer a la humanidad a las agendas nacionales. A menos que todos estemos a salvo, ninguno de nosotros está a salvo. Debemos trabajar juntos como un solo mundo para estar a la altura de los desafíos que definirán a nuestra generación.

Los fundadores de Verified son naciones Unidas y Antonio Guterres junto con el empresario Jeremy Heimans y su organización Purpose. Heiman, quien comenzó su carrera con el gigante de la consultoría McKinsey, también fue cofundador de la organización activista global Aavaz. En 2011, fue nombrado Joven Líder Global por el WEF y también presidió el Consejo de la Agenda Global sobre Participación Cívica del Foro Económico Mundial.

Los financiadores verificados son Ted Turners UN Foundation, IKEA Foundation y el fundador de eBay y la fundación Luminate del Joven Líder Global Pierre Omidyar, mientras que la información se difunde a través de socios como TikTok, Facebook, Twitter y Spotify (los fundadores de estos tres últimos también fueron Jóvenes Líderes Globales).

El propósito comenzó en 2009 y afirma crear un cambio de «abajo hacia arriba» mediante la construcción de campañas en áreas actuales como el clima, LGBTQ, racismo, alimentos, energía, etc. Como de costumbre, sin embargo, todo tiene poco que ver con los movimientos de base reales. Esta es la versión profesionalizada donde el activismo se crea directamente desde arriba para cambiar la narrativa donde «más significa». Las ideas de propósito se basan en técnicas de gestión cibernética desarrolladas en McKinsey para lograr el mayor impacto posible (lea más sobre esto en mi libro Rockefeller – Controlling the Game).

Los clientes son empresas y organizaciones como la ONU, la OMS, la Fundación Bill y Melinda Gates, IKEA, la Fundación Rockefeller, Bloomberg Philanthropies, Google y la Fundación Europea del Clima. Son estos actores increíblemente poderosos los que impulsan la agenda del cambio.

Para construir sobre este concepto, Guterres también propone «imaginar los ejercicios futuros» en los que los grupos que a menudo se pasan por alto (como las mujeres, los jóvenes, los grupos minoritarios y los discapacitados) deberían tener voz en las decisiones que los afectan.

Este es un método utilizado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Su material educativo describe cómo se pueden lograr objetivos comunes a través de ejercicios futuros donde todos puedan sentirse involucrados.

… el plenario puede construir una visión común con las contribuciones de los diferentes grupos a través de un proceso de consenso. En este caso, el futuro previsto será el resultado de un proceso totalmente colectivo, con más propiedad de todo el grupo.

La pregunta es, sin embargo, si no es más bien un método para dirigir y utilizar a estos grupos como tropas de apoyo para la agenda de la ONU. ¿Para quién marca la agenda? ¿Qué tan probable es, por ejemplo, que se discutan temas que critican la política climática o los programas experimentales de vacunación masiva? La ONU ya ha decidido qué es «cierto» en estos temas y no toleraría ninguna voz disidente.

Los agricultores holandeses o los camioneros canadienses afectados por mandatos de salud y medidas climáticas difícilmente podrían expresar sus opiniones. En cambio, otros grupos marginados son utilizados y provistos de carteles de piquete preimpresos y dirigidos por activistas leales a la ONU para obtener apoyo y legitimar la agenda. Todo esto mientras la ONU como organización fue creada desde el principio por y aún hoy cuenta con el apoyo de los actores más ricos y poderosos del mundo.

La última parte del compromiso de Build Trust es crear una estructura común para la integridad financiera, que indica que todas las transacciones serán monitoreadas digitalmente, por ejemplo, a través de la aplicación de identificación digital y Blockchain, para combatir el fraude fiscal, el crimen y la «financiación de actividades terroristas». Desde 2018, la Coalición Global para Combatir los Delitos Financieros ha estado trabajando para crear un sistema más eficiente. Entre los miembros se encuentran el think tank Atlantic Council, Interpol y, por supuesto, el WEF.

Esto también puede significar que las personas y organizaciones que difunden información «falsa», no siguen los mandatos de la ONU o están involucradas en otras actividades que son desaprobadas por las autoridades, son suspendidas de sus servicios financieros. Durante las protestas en Canadá, por ejemplo, se bloqueó la recaudación de fondos en beneficio de los conductores de camiones y se congelaron más de 200 cuentas bancarias para personas que apoyaron las protestas de varias maneras. Este procedimiento también se ha utilizado contra ciudadanos rusos que residen en Europa y los Estados Unidos después de la invasión de Ucrania.

Las señales son claras. Nos estamos moviendo rápidamente hacia un sistema de esclavos digitales donde no se tolerarán puntos de vista divergentes. Varias naciones, incluido Canadá, ya han comenzado a presentar proyectos de ley nacionales para una regulación más estricta de las redes sociales y podemos esperar que vengan más.