La noche electoral no disipará la oscura neblina que domina el futuro de Francia. La abstención de 28 por ciento revela sobre todo que Marine Le Pen ha sido incapaz de persuadir a los franceses sobre lo que estaba en juego. Era quizás su última oportunidad. La falsamente llamada derecha identitaria de Marine Le Pen no es ya alternativa de nada ni de nadie. A lo único que puede aspirar es a taponar la irrupción de líderes que aspiren a poner fin a la reversión cultural y demográfica que sufre el país. Sin embargo, con estos traidores, el resultado será siempre el mismo.

Marine Len Pen equivocó desde el principio su estrategia electoral en Francia coqueteando y apoyando durante años al presidente Putin para luego echarse en brazos de la OTAN y traicionar el permanente apoyo prestado por el mandatario ruso a sus aspiraciones políticas.

“Alea jacta est”, como diría Julio César. Acorralada por Le Pen y Macron, Francia ha certificado hoy su sentencia de muerte. Es un día triste para los que amamos profundamente Francia. Amamos a la nación depositaria de la gloria de Austerlitz, la heredera de la firmeza derramada en Jena, la fedataria de la victoria en Marengo, la que amamantó a los héroes de Borodinó, la que extendió la riqueza cultural, espiritual y antropológica de un pueblo con alma, que acató con esmero y orgullo racial la mejor tradición de Europa. Y que nadie se lleve a engaño: Marine Le Pen ha cumplido el papel de felona que le fue encomendado para cerrar el paso a una verdadera disidencia identitaria en Francia. El gatopardismo de Le Pen es idéntico al de Abascal: aparentar cambios para que nada cambie.

Marine Le Pen, como Abascal, es una caradura siempre pegada a la teta política. Puede defender una cosa y la contraria. A Vox le fue otorgado un techo máximo del 18 por ciento y el partido de Le Pen ha cumplido el objetivo de cerrar el paso a candidatos incontrolados como Eric Zemmour, que hoy, estamos seguros, le habría disputado la Presidencia de Francia a Macron con más opciones de victoria.

Batacazo de Le Pen y récord de abstención

Emmanuel Macron ha sido reelegido presidente de la República, con el 58,2% de los votos, derrotando a Marine Le Pen, que solo habría obtenido el 41,8%, según las primeras estimaciones oficiosas de todas las cadenas de radio y TV. Además, las encuestadoras apuntan a que estas elecciones registrarían también el mayor dato de abstención desde 1969 con el 28%.

Esos datos deben matizarse a lo largo de la noche electoral, pero no debieran cambiar radicalmente.

Macron ha ganado, pero ha perdido terreno, con respecto a la elección presidencial del 2017, cuando fue elegido con el 66,10 % de los votos.

Le Pen ha vuelto a perder, pero ha ganado terreno, con respecto a la presidencial de hace cinco años, cuando solo consiguió el 33,90 % de los votos.

Por segunda vez, en un largo quinquenio, los candidatos y candidatas de la derecha de Los Republicanos (LR) y el PS han sido eliminados en la primera vuelta presidencial. Hundimiento histórico de los partidos que dominaron la vida política francesa durante cincuenta años.

En la segunda y decisiva vuelta, tampoco participó el candidato de extrema izquierda populista, Jean-Luc Mélenchon, pero sus electores quizá han contribuido a la victoria final de Emmanuel Macron, votando contra la candidata de la extrema derecha.