La variante Xi
Rafael Elías.- Como la ex (o el ex) que nunca se acaba de ir del todo, como el coñazo de los indepes con su prusés, como la cuadrilla de los de siempre en los Goya, así es el SARS-CoV-2, una pesadilla recurrente y que ahora se cuela por los oídos, por medio de frases hechas, porque —ya lo saben— el virus “ha venido para quedarse”. Puaj. Otra frasecilla de moda a añadir a las consabidas coletillas de la “evidencia científica” y la “resiliencia”.
No son mucho más originales los responsables en nombrar las variantes del COVID. Al detectar en su día que la OMS no tocaba y el tema iría para largo, optaron por agarrar el alfabeto griego clásico y comenzar desde el principio: alpha, beta, gamma, delta y siguientes. A fecha de hoy, vamos por la variante ómicron, letra griega similar a una “o” de toda la vida, aunque en griego también existe otra “o”, la omega, que, a la postre, es la última también.
Estas nomenclaturas con letras del griego clásico traen a la memoria los nombres de las hermandades y fraternidades universitarias de aquellas películas estadounidenses de los años 80, cine juvenil de desenfreno, juergas y alcohol, donde los estudiantes novatos las pasaban moradas sometidos a toda clase de martirios y humillaciones por parte de los más veteranos.
Por ejemplo, en “La revancha de los novatos”, de 1984, titulada en Hispanoamérica con mayor acierto como “La venganza de los nerds”, esos pobres nerds/novatos eran pisoteados continuamente y sin piedad por parte de la hermandad dominante: la Alpha Beta, que era la formada por los cachas guaperas que jugaban a fútbol americano y se llevaban a las tías buenas de calle. Otra hermandad, ésta de inferior rango y popularidad, era la Lambda Lambda Lambda, integrada exclusivamente por afroamericanos. En aquella época las pieles eran menos finas que ahora (mierda, una frase hecha). Lo más gracioso de la peli era que el director de la Universidad también era un nerd y, como tal, también recibía su correspondiente dosis de puteo.
Esto de los Lambda Lambda Lambda y el director de la facultad me ha recordado al actual jefe de la OMS, un tal Adhanom (“monada”, al revés), que tiene una pinta de nerd que tira para atrás. Cada vez que sale este hombre por TV a dar el parte del COVID, uno pierde cualquier esperanza en la Medicina, la Ciencia y el ser humano en general. Su discurso y expresión son deprimentes, habla raro y está como permanentemente enfadado, yo creo que los veteranos de la OMS lo han puesto ahí para putearlo por ser el mayor nerd de la organización —como lo era también el director de la Universidad— y lo empujan a las ruedas de prensa, diciéndole: “hala, sal tú a hablar ahí fuera y explica algo, porque nosotros no tenemos ni idea de nada, di que se llama ómicron ahora y que el riesgo es alto, luego, te vas”.
Siguiendo con el tema del alphabeto, llama la atención que se han saltado dos letras griegas a las que legítimamente les correspondía el puesto de ómicron: “nu” y “xi”. La ausencia de “nu” se debe, han dicho, a que su pronunciación podría recordar a “new”. Una explicación de premio Nobel, que, atención, podría haber sido ideada por el mismísimo Adhanom. Por lo que respecta a la omisión de “xi”, resulta que es un nombre muy común en China —y en España, en la actualidad—, y podría ser ofensivo para todos aquellos que se llaman Xi, como nuestro querido presidente valenciano Xi Mopuig o el propio presidente de China, que ahora me entero se llama Xi, igual que su difunto padre, el señor Xi, que dice la wikipedia que de joven fue fundador de una guerrilla comunista contra Taiwán. Hay que reconocer que Xi es un nombre que suena muy chino, diría incluso que mandarín: “Buenos días, Xi, una San Miguel y un pincho de tortilla”, le suelto a veces al del bar de abajo.
Y de ahí uno sospecha que viene la omisión, porque de repente, como los triángulos de la tortilla, las piezas encajan. El tema va de no ofender a China y su presidente Xi, que es colega del jefe de la OMS —lo de que nuestro presidente valenciano también se llame Xi les importa un carajillo—.
Dice la OMS también que el manual de buenas prácticas para nombrar enfermedades emergentes pide evitar cualquier nomenclatura que pueda “ofender a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico”. Olvida la OMS que en su día incluyeron la variante “ETA” (otra letra del alfabeto griego) para designar una cepa del COVID surgida en España, digo, en el Reino Unido.
Al ritmo que llevamos, el abecedario heleno se agotará en breve, pero tranquilos, dicha circunstancia la OMS ya la tiene prevista: harán como las hermandades universitarias, empezar de nuevo por Alpha y añadir después Alpha, Beta, etc. Algunas de las combinaciones resultantes serán francamente curiosas, como la del virus Mu Tau (letras griegas M y T) o la variante Xi Xi.
Siempre y cuando la OMS considere que no son ofensivas para los chinos, claro.