Begoña Vila.- En la derecha, el PP continúa siendo el partido que más crece con respecto a las últimas elecciones generales obteniendo 1.695.473 de votos más y casi 40 sillones más en el Congreso. De acuerdo a los datos recogidos por NC Report, el Partido Popular obtendría unos 125-127 escaños si se celebrasen hoy las elecciones, dos menos que en el último sondeo, como bien lo analiza Onda Cero.

Sin embargo, esto supone un descenso de votos, pues en la encuesta de octubre llegaba a los 127-129 diputados. De nuevo, parece que la lucha interna entre Génova y el equipo de Isabel Díaz Ayuso puede acabar beneficiando al partido de Santiago Abascal.

Por su parte, los de Vox obtendrían entre 49 y 51 diputados con el 15,2% de los votos, lo que significa un descenso de 159.156 votos en comparación a las elecciones generales de noviembre de 2019. Con estos resultados, los de Abascal podría exigir la entrada en un gobierno de Casado para garantizar su investidura.

Llegados a esta España en declive desde la irrupción del comunismo en el poder mediante engaños, mentiras y traiciones a sus votantes, observamos un haz de luz con el huracán Ayuso, como es apodada la presidenta de la Comunidad de Madrid después del milagro del 4M. La ciudadanía observa y escucha fascinada a una política que habla sencillo, que se expresa claramente y que vive en la calle y no en los despachos. Esto, lo demostró en su gestión de la pandemia, enfrentándose a un gobierno central que ella y solo ella logró colocarlo en su sitio, logró con sus sencillos argumentos sacarle la careta al comunismo sanchista, a esas políticas tan dañinas para España y que ahora estamos viendo y viviendo las consecuencias de tan tóxico gobierno. Ella representa a unas siglas, nada más y nada menos que las siglas del Partido Popular, una gran casa -como ellos se definen-, donde todos caben, donde todos son bienvenidos, pero lo cierto y verdad es que estamos ante un PP desconocido, un PP poco agradecido con los suyos y un PP mediocre lleno de complejos y con mirada reojina.

Cierto es que con el escudo de la lealtad al partido todo se excusa, pero también cierto es que los españoles estamos hasta el moño de intereses personales políticos por encima de la lealtad a España y a la sociedad española.

Que ningún barón del PP haya sido capaz de dar el apoyo público a la que, por derecho y méritos en las urnas, a la mujer que volvió a dar a los populares el empujón que se merecían, a la mujer que logró subir los votos a un Pablo Casado, al político popular con los peores resultados de la historia de los populares… le correspondería la presidencia del partido en Madrid, dice mucho de la política española. ¿Ahí ya no se habla de lealtad?

Lejos de eso el jefe de la oposición propone un enfrentamiento entre el binomio Almeida-Ayuso; trampa en la que cayó el alcalde de Madrid, pero no ella.

Ahora no hay remedio, ahora se apagó la luz de la esperanza en las urnas, ahora es tiempo de estar al servicio de Vox, es decir, es tiempo de seguir al servicio del sanchismo y todo esto por la mediocridad de la definición de lealtad política actualmente. Lealtad a unas siglas, no, ¡que no nos engañen más! Lealtad a una persona en concreto que dice representar los intereses de España bajo unas siglas más o menos estables, lealtad a un ego desorbitado, lealtad en definitiva a una mediocridad política que tanto daño hace a España.

Este país no tiene solución mientras la mediocridad, y la deslealtad con los ciudadanos vayan de la mano de una clase política sin escrúpulos.