El intelectual Eric Zemmour, en un acte recent (Foto: @ZemmourEric)

El intelectual Eric Zemmour (Montreuil, 1958) ha sacudido la política francesa sin haber presentado oficialmente su candidatura a las presidenciales y ya aparece en algunas encuestas como el candidato que se enfrentaría a Macron en la segunda vuelta, eliminando a Le Pen, que quedaría la tercera. En solo tres meses, la intención de voto sobre una hipotética presencia de Zemmour en las elecciones para elegir al próximo jefe de Estado ha pasado de 5% a primeros de julio al 17 % en octubre.

Zemmour, el hijo de trabajadores judíos procedentes de Argelia (su padre era conductor de ambulancia), que se crio en ambientes populares de París; es conocido como escritor, periodista en el conservador Le Figaro, y tertuliano.

Sus ideas, reflejadas en libros como el “El suicidio francés”, se alinean con una derecha nacionalista que exige la asimilación cultural para los emigrantes, acabar con la reagrupación familiar de los inmigrantes, dejar de dar la nacionalidad francesa a los nacidos en Francia o expulsar a los extranjeros que hayan sido condenados.

Eric Zemmour está convencido que el islam es incompatible con los valores republicanos y, tras diversas denuncias, fue condenado por defender que los franceses procedentes de la inmigración “están más controlados que los otros (por la policía) porque la mayoría de los traficantes son negros y árabes”.

No menos polémicas han sido sus declaraciones sobre las leyes racistas del Gobierno de Petain, quién, según él, protegió a los judíos franceces y extranjeros hasta la ocupación de la Francia de Vichy tras los desembarcos aliados en el norte de África a finales de 1942.

El intelectual lleva meses llenando las calles con carteles con su imagen –colocadas por asociaciones de Amigos de Eric Zemmour- y está convencido que siendo de origen judío sobre él no se activará el bloque republicano que impide que la derecha apoye a los candidatos de la familia Le Pen. Su primer éxito ha sido lograr que los medios le den un seguimiento sin precedentes para un no candidato.

El precandidato ha surgido después de los problemas de la izquierda francesa con la inmigración. En las últimas elecciones presidenciales francesas el duelo final fue entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. La derecha tradicional francesa se cayó de la boleta final por sus divisiones internas y por los líos personales del candidato oficial, François Fillon, que acabó el año pasado condenado por fraude en la contratación de su esposa y dos de sus hijos. La izquierda se encontraba aún más dividida y el Partido Socialista salió de la presidencia de François Hollande totalmente hundido. Macron se coló en la segunda vuelta y logró que le votase todos los que no querían la victoria de Le Pen, más a la contra que a favor de un macronismo sin partido, que sumaba fichajes procedentes tanto de la izquierda, como del centro o de la propia derecha clásica.

Cuatro años después los pronósticos apuntaban a que se repetiría el duelo entre los dos candidatos de la segunda vuelta de las pasadas elecciones presidenciales. Un duelo que daba como ganador más probable por segunda vez a Emmanuel Macron, que sigue sin tener una estructura territorial de partido sólida, que no ha obtenido un resultado satisfactorio en las pasadas elecciones regionales y municipales, y que no deja de tener tras de si un grupo parlamentario muy heterogéneo.

Ni la derecha ni la izquierda clásica contaban con candidatos capaces de pasar la segunda vuelta. Todo parecía predeterminado. Pero sin despertar grandes ilusiones.