El rey Felipe VI y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo.

AD.- Se reprocha a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que preguntara al Rey de España si va a firmar o no los indultos a los líderes del procés. “¿Qué va a hacer el Rey de España? ¿Va a firmar esos indultos?”, inquirió ayer en la manifestación de Colón.

Para algunos, lo mollar no es la pregunta en sí, sino la idoneidad de su formulación en la manifestación donde miles de españoles protestaban contra los indultos. Nos preguntamos qué escenario hubiera sido mejor para hablar de la responsabilidad del Rey ante los indultos que en una manifestación contra los mismos. ¿O acaso habría sido un escenario y un contexto más apropiados el estadio de La Cartuja, antes del España-Suecia?

No ignoramos que los argumentos son siempre instrumentales en democracia y los grandes principios, como los de los hermanos Marx, tienen otros de repuesto. Vivimos una época donde lo esencial es moldear el significado de los gestos y la expresión de las emociones al calculado interés de la corrección política. La volubilidad moral del sistema obliga a los políticos a ajustarse a determinados patrones. No es el caso de Ayuso, y de ahí que sea tan querida por sus votantes. Y es que hay ocasiones en las que hasta un Rey tiene que hacer abstracción del deber impuesto y actuar conforme al deber que nace en la conciencia, pasa por el corazón, atraviesa el alma y desemboca en el honor bien entendido. A la manera calderoniana, ya sabe.

El rey Balduino de Bélgica renunció al trono para no firmar la despenalización del aborto. También el príncipe Alois de Liechtenstein se opuso a que el pequeño principado centroeuropeo formara parte del mapamundi abortero impuesto por la agenda globalista. Los dos soberanos adujeron objeción de conciencia.

En su lecho de muerte, Franco hizo al padre de Felipe VI un único encargo: que preservara la unidad de España.

No es el cumplimiento del deseo de quien tuvo la generosidad de reponer a Juan Carlos I en el mismo trono que hoy Felipe VI disfruta. Es el cumplimiento del mandato constitucional que convierte al Rey en el símbolo de la unidad y permanencia de España.

En su artículo 25, la Ley del indulto -una norma promulgada en el Sexenio Democrático, durante la etapa de Prim como presidente del Consejo de Ministros- obliga al tribunal sentenciador a hacer constar en el informe que emita al Ministerio de Justicia las «pruebas o indicios» del arrepentimiento que hubiera observado.

El mensaje transmitido por los condenados en el ejercicio del derecho a la última palabra y en sus posteriores declaraciones públicas es bien expresivo de su voluntad de reincidir en el ataque a los pilares de la convivencia democrática, asumiendo incluso que la lucha por su ideales políticos -de incuestionable legitimidad constitucional- autorizaría la movilización ciudadana para proclamar la inobservancia de las leyes, la sustitución de la jefatura del Estado y el unilateral desplazamiento de la fuente de soberanía.

En ese sentido, Junqueras ha manifestado que no renuncia a la independencia unilateral, Cuixart asegura que “todo lo que hizo lo volverá a hacer” y Rull dice que no se arrepiente del 1-O.

Guste o no a un sector de la derechona lacayuna, las declaraciones de Ayuso son pertinentes y las más adecuadas frente a la crisis institucional que ha abierto Pedro Sánchez al indultar a los líderes del procés para mantenerse en el poder. Por eso el R59ey no debe firmar unos indultos que equivalen a la rendición del Estado y la liquidación del Reino de España.