Por Andrés Palomares.- El presidente del CIS insulta a los seguidores de Ayuso, a los que califica como votantes de tabernas.

Estamos ante un ejemplo más de esa imagen de marca de los socialistas y allegados que es la mala baba y el peor perder. La incontinencia verbal (en este país de parlanchines) no es privativa de los representantes de la izquierda, pero esta gente alcanza unos niveles en la grosería y la vulgaridad que nos lleva a pensar que esa furia verbal, ese descontrol declamatorio, es una auténtica seña de identidad que distingue por encima de cualquier otra circunstancia al animal progresista.

Algunos todavía recordarán a la tal Maruja Torres (plumífera zurda) calificando, en unas circunstancias similares (un revés electoral del PSOE) a los votantes del PP de hijos de puta en una columna de El País, allá por el año 2005. Nunca se disculpó por el escupitajo. Antes bien se enorgullece de aquel hito periodístico en su carrera. (Ya no llamaré más «hijos de puta» a los votantes del PP, pero me encanta tener eso en mi currículum. https://www.lne.es/oviedo/2013/09/05/80-asquerosos-culpo-psoe-transicion-20579222.html)

Ahora este individuo trata al mismo personal de “votante de taberna”. Usa el término taberna porque tiene unas reminiscencias algo añejas que nos remite a una España castiza y un tanto folclórica, vale decir rancia y casposa. Poco menos que franquista. El término bar es un anglicismo que viene a modernizar la cosa liberándola del estigma de una España pretérita.

El mentado Tezanos viene a decir, en términos apenas velados, que los votantes de la derecha son unos pacos cerveceros, chusma trasnochada y ordinaria, gente vulgar y zafia, carentes de la finura y elegancia que les sobra a los votantes del progreso y la modernidad, sin la cultura propia y el “savoir faire” de los socialistas recién duchados que entienden de vinos de gran reserva y que son diestros en el uso de las pinzas para centollos.

En fin, esta gente tiene mal perder. Pero no dejaremos de apreciar que entre el lejano “hijo de puta” y el reciente “votante de taberna” hay una sensible mejoría en el vocabulario de esta gente a la hora de verbalizar su frustración ante una derrota en las urnas. Aunque este individuo debía sin duda saber lo que estaba por suceder, a menos que se hubiera creído sus propias mentiras y engaños. Un caso para el estudio.

De todas formas, al margen de la intención denigratoria de esta definición del votante de derechas, debemos reconocer que no le falta razón. En España los votantes de derechas son gente de taberna, los votantes de izquierdas también, y todos los demás igualmente. Hasta los apolíticos y/o los que no votan nunca son gente de taberna. Salvo excepciones vistas como una curiosidad y una rareza, aquí todo el mundo es “de taberna”. Desde antes de saber atarse los cordones de los zapatos, el español de raza ya frecuenta los bares y otros lugares similares donde se expenden bebidas alcohólicas y se tiran papeles al suelo. Sus propios padres inician a su prole en esta senda, que seguirán el resto de sus vidas como los marineros siguen la estrella polar en alta mar.

Pero dejemos de lado esto, de momento.

En el caso aquí presente, esta desafección por los bares y sus parroquianos merece su correspondiente traducción simultánea: “Todavía hay clases. Esta gente bruta e ignorante no tiene nuestro caché y nuestro glamour. Nosotros no frecuentamos los bares con sus pinchos de tortilla y sus bocadillos de calamares. Preferimos las nécoras y los bogavantes. Nosotros no somos de tabernas, cañas y berberechos, nosotros somos gente de prostíbulos y marisquerías”. Otro nivel.

El escritor Juan Manuel de Prada decía que el PSOE, tras haber destruido la agricultura y la industria españolas había convertido a España es un país de putas y camareros (un país de servicios). El reparto queda, pues, así: los camareros para los votantes de derecha, y las putas para los progresistas con clase.

Tezanos dice la verdad. Por una vez. Sí, definitivamente, los suyos son más bien de prostíbulos.