Juan Carlos Monedero

AR.- “Por la mirada se reconoce a un hombre, y por su aspecto, al hombre sabio”. “La vestimenta del hombre, su manera de reír y todo su porte revelan lo que él es”. Eclesiástico, 19; 29-30

Corría el año 2007 cuando Hugo Chávez perdió el referéndum con el que pensaba hacerse con el control de la justicia venezolana. El señor Monedero, entonces un mandamás chavista y asesor del ya fallecido presidente bolivariano, apareció en la televisión venezolana para increpar a los que no habían votado la iniciativa de Chávez. Los llamó “pendejos y flojos”. Que no rebuzne supone la mejor constatación de que Dios es bueno.

El señor Monedero fue uno de los fundadores de Podemos y su principal arquitecto ideológico. Su impronta “chavista” se ha vuelto a manifestar desde las elecciones del martes en Madrid. La suya y la de otros destacados miembros de la formación morada. Sobrados como estaban ante la apabullante victoria de la que estaban convencidos, la respuesta de cientos de miles de electores les ha sumido en la depresión y el desconcierto. Se preguntan qué ha pasado para que hayan quedado tan alejados de las triunfales previsiones que ellos mismos hicieron. Si no fueran tan engolados, tan estúpidamente narcisistas y pisaran más la calle, se tendrían que preguntar qué mal hemos hecho nosotros para espolear el voto de 1.616.645 madrileños a favor de Ayuso. Tienen un concepto tan elevado de ellos mismos y, consiguientemente, se sienten tan por encima del aire que respiran como el gañán que es incapaz de admitir que la guapa del baile se vaya con el más guapo. O con el menos feo, según se mire.

El mal perder de los podemitas y su apabullante falta de autocrítica están siendo muy reveladoras del concepto autocrático que esta banda tiene del poder político. El partido con más politólogos por metro cuadrado fue incapaz de detectar, y mucho menos de prever, los síntomas que la polarización de la campaña estaba provocando entre la gente normal y sencilla; la que prospera y saca adelante un país sin remilgos demagógicos, trabajando duro.

Hacía tiempo que no veíamos una ilusión tan abrumadoramente mayoritaria como la que catapultó a la candidata del PP a su gran victoria. No había que ser ningún experto demoscópico para llegar a la conclusión de que el pueblo de Madrid estaba con Ayuso. Muchos madrileños, durante años en permanente divorcio con las urnas, de súbito parecían haber encontrado una poderosa razón de peso para romper esa tendencia: el temor a un gobierno comunista de Podemos, a que terminásemos como en Venezuela. Era algo que estaba en el ambiente y no era necesario ser un lumbreras para olfatearlo.

Hoy, la izquierda sigue sin caerse del guindo y se pregunta por qué, sin atreverse a observar la respuesta en ellos mismos. Monedero no se anduvo con tantas sutilezas y directamente ha llamado “gilipollas que cobran 900 euros” a los votantes de Ayuso.

Nos habría gustado más que nos explicase la razón de que tantos “gilipollas” le hayan dado la espalda al proyecto que él defendía. Por ejemplo, alguna opinión crítica de este tenor: al vernos con estas pintas y estos roñosos atavíos, la gente que más tiene que perder, se siente dichosamente encauzada a votar por lo más distinto a nosotros. Pero no. La estupidez conceptual de estos progres de moqueta y platós de televisión es mayor de la que suponía. Están tan ensoberbecidos que ya habían zanjado la cuestión electoral repartiéndose consejerías, prebendas y socaliñas.

En cualquier caso, si tanto preocupa a Monedero la razón de que la región de Madrid se haya miccionado encima de Podemos, yo, que no soy politólogo, ni falta que me hace, le ofrezco la respuesta definitiva, y sin pedirles nada a cambio:

Los madrileños no han perdido la cabeza ni el instinto hasta el punto de concederle la presidencia de la Comunidad a un tío con coleta y pinta de guarro, que además canta “La internacional” con el puño en alto y es amigo de Otegui y de Maduro. Tan sencillo y simple como eso, gilipollas.