La huella irrefutable de la bondad
Tengo una madre que no conocía, está en el cielo, pero fue mi madre de trámite en la tierra, no por ella, sino injustamente por mí.
Tenía al lado la criatura que me parió, la que más me quería y la que sufría en silencio más por mí que yo mismo y no lo veía. Tal vez fuera por ese egoísmo que nos hace creer a veces que los hijos lo merecemos todo de nuestros padres sin nada a cambio o quizás porque había que alejarse del escenario para tener perspectiva, como se hace con algunos cuadros que se precien, que realmente se valoran, descubren y admiran cuando los observas con más distancia.
Yo me alejaba de ella cuando volvía a mi casa, en otra provincia diferente a la que me vio nacer, pero al parecer no lo suficiente como para darme cuenta qué fue ella de verdad para mí siempre, qué supuso en mi vida, cuánto hizo por mí, qué sacrificios hizo para garantizar mi porvenir y tantas cosas más.
El factor espacial te separa a veces de las personas que quieres para comprobar cuánto las necesitas y cuántas virtudes tenían que obviabas cuando estabas junto a ellas. Somos muy injustos y nos acordamos más de los reproches y desencuentros que de los hechos que engrandecen a nuestros seres queridos, incluso terceras personas, amigos o familiares que las admiraban, se dan cuenta antes qué uno mismo de la intensidad de su pérdida.
Hoy estuve hablando con una de estas personas que admiraban a mi madre más de lo que yo mismo tenía que haber hecho, es Roberto, el conserje del edificio que me vió crecer. Él me ha dicho que relacionarse conmigo es en cierta forma relacionarse con mi madre, porque dice que mi parte de bondad me la dejó ella y en ese sentido, yo le recuerdo a ella, es como si algo suyo permaneciera en la tierra para deleite de sus admiradores, no hay un piropo mejor.
Recordándola entre los dos, sus clemencias, generosidades y solidaridades, me doy cuenta de que perdí a un ser mucho más maravilloso de lo que pensaba y son otras personas las que te lo hacen ver, justo las que no disfrutaron tanto tiempo como nosotros de su compañía en vida.
Abundando en detalles y sensibilidades, Roberto me cuenta que una vez mi madre le regaló una guitarrita infantil de artesanía, una guitarra española para niños destinada a su hijo. En cierta ocasión reciente, su pequeño quiso tocar unos acordes y se la bajó de la pared donde estaba colocada como ornamento y cuando el chico acarició sus cuerdas, pudo contemplar su padre con una gran nitidez la faz de mi madre sonriendo, como hacía siempre, en la madera pulida del instrumento, como si ella estuviera allí y su reflejo lo replicara la pequeña guitarra, estaba allí de verdad, lo creo.
El significado de una persona y el valor que tiene para los demás siempre se aprecia mucho más por la huella que dejó, el halo de su espíritu que permanece y esto desgraciadamente se percibe con mucha más potencia cuando nos deja, cuando ya no está entre nosotros. Los galardones, homenajes y premios prodigan a título póstumo, precisamente porque cuando ya no están los benefactores es cuando se echa en falta lo que hicieron porque ya han dejado de hacerlo. La presencia espiritual permanece, es eterna y es la que sigue alimentando la memoria de aquella materia que cuando existía, se encargó de grabar a fuego sin pretenderlo sus encantos y bondades en la vida terrenal para luego homenajearlos nosotros y recordarlos para siempre. Nos reconforta hacerlo, porque aparte de echar de menos a los seres que tanto bien nos causaron, nos sentimos permanentemente en deuda con ellos por no haber reconocido su buen hacer en vida, nos compensa de alguna manera el remordimiento de esto y de habernos portado mal con ellos en el pasado.
La imagen pública, el prestigio, la honorabilidad y la fama no son tan importantes como la honestidad, la generosidad altruista, la integridad y la solidaridad gratuita que no se publicitan, aquellas pasan, pero éstas permanecen y son las que realmente engrandecen a las personas y provocan esa melancolía entre el prójimo más cercano, porque fueron humildes y austeras y en su actuación nunca se promocionaron ni se colgaron medallas, por sus hechos las conocimos y por sus hechos no las olvidaremos.
Sirva todo esto como pequeño tributo a tan bella persona que me trajo al mundo por amor y porque Dios lo quiso así y también como sugerencia a todos aquellos que afortunadamente tenéis aún con vosotros a vuestras madres. Si las descubrísteis a tiempo, seguid por favor besándolas y si os pasó como a mí, besadlas también con fruición, porque no tendréis una segunda oportunidad y jugais con ventaja.












Su artículo me ha conmovido, pue shabla de su madre en términos similares a los que yo hablaría de la mía… Cuando somos jóvenes, el egoismo propio de la edad, o la insensateza, tontez o cómo queramos llamarlo, nos hace no valorar a las personas que realmente nos quieren, en la búsqueda de la felicidad con personas que no nos quieren realmente, y que solo nos utilizan. Posteriormente, y cuando alcanzamos una cierta edad, empezamos a darnos cuenta de quiénes son las personas realmente importantes en nuestras vidas, y no cabe duda de que la persona que nos ha parido… Leer más »