El 6 de agosto se conmemoró otro aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima. Hace 68 años el infierno se abatió sobre la ciudad japonesa. Apenas tres días después, el 9 del mismo mes, una segunda arma atómica era lanzada sobre Nagasaki. Balance de estos dos bombardeos: cientos de miles de muertos, heridos y enfermos a perpetuidad.

Leemos lo siguiente en la revista “British Israel: “El bombardero B-29 que soltó la primera bomba se llamaba ENOLA GAY. Ese nombre contenía un mensaje encriptado, no sólo por el hecho de que el número 29 es el de la espera del Juicio Final, sino sobre todo porque si leemos el nombre al revés, como se hace en hebreo, eso nos da: YA. G. ALONE, lo que significa “Yahweh God Alone” (“Yahvé es el único Dios”). Este es el mensaje exacto que Elias pronunció cuando se dirigió a los Profetas de Baal antes de que el fuego cayera sobre el Monte Carmelo. (…) El Ángel de la Muerte marcó en realidad a los enemigos del pueblo servidor de Dios en ese día del destino encima de Japón”.

El balance: 70.000 muertos directos en Hiroshima y otros tantos en Nagasaki, a los que se sumarán otros muchos miles más en las semanas y meses posteriores. Algunas fuentes hablan de unos 200.000 vícitmas de los efectos retardados de la contaminación radioactiva a lo largo de varias décadas.

Nagasaki era la ciudad con el mayor número de cristianos de Japón. Las dos terceras partes de los cristianos de ese país desaparecieron en un instante.