Rodrigo de Castilla.- Diríase que muertos. Y diríase, también, que a los españoles les importa, literalmente, una mierda.

Estamos en medio de una pandemia de alcance mundial. Y aunque le demos poco crédito a lo que diga la Organización Mundial de la Salud, que seguramente sea mentira y obedezca a criterios políticos mucho más que a criterios sanitarios, pero cuando un virus que en China -ya les hemos ofrecido los vídeos- va dejando muertos tirados por las calles, y Rusia cierra, literalmente, sus fronteras a todos los ciudadanos de aquel país, es porque algo -lo que sea- muy grave está pasando.

Y cuando Irán -lugar absolutamente impermeable a las informaciones- reconoce muertos en su población, es porque se confirma la gravedad del caso.

En italia, el ejército está en la calle: cientos de miles -CIENTOS DE MILES- de personas permanecen bloqueadas en decenas de pueblos y ciudades, con los accesos controlados por la Infantería, arma en mano.

¿Y en España?

¡En España NO PASA NADA! El Gobierno se frota con fruición sus pelotas virtuales, cual mandril a la sombra de una palmera. Los españoles pasando del asunto mientras los italianos arrasan los supermercados y acumulan víveres por lo que pueda venir.

¿Y aquí? Aquí se habla de fútbol, y de lo histéricos que son los italianos. Si es que se dice algo.

Aquí llegan vuelos directamente de Milán y los pasajeros, boquiabiertos y ojipláticos, mirando en todas direcciones, salen estupefactos a la vía pública sin que les pasen un triste termómetro, por si diese la casualidad de que llegaran emitiendo virus cual agua en Fontana de Trevi.

A nadie le importa nada la salud de los españoles. Ni siquiera a los propios españoles, pueblo decadente, de suyo imbécil y con la mente podrida por la educación socialista, la droga progresista y el adoctrinamiento fabiano, sistema insuperable para introducir por vía rectal el sociocomunismo del siglo XXI.

Carecemos de todo para pertrecharnos contra una pandemia. Y lo peor es que hay gente que no parece ser consciente de lo que se le viene encima. A base de manipularnos todos estos años, a base de inducirnos a todos los vicios y taras, a base de inculturizarnos, de rebajar nuestros instintos al nivel de las cloacas, han logrado atrofiar cualquier gesto de rebeldía, de sentido crítico, de espíritu rebelde.

Sales a la calle y ves a la gente, a tu gente, que no siente ni frío ni calor; gente subnormalizada que ha perdido hasta el instinto de la supervivencia. Han creado una sociedad de espectros teledirigidos, han logrado rebajar nuestras preferencias vitales hasta la hediondez y cualquier cosa superflua y ridícula. En Canarias, por ejemplo, asolada por los incendios, la calima, el aire contaminante, la toma de sus aguas jurisdiccionales por Marruecos… las únicas voces de rebeldía han sido contra la suspensión del Carmaval. En Valencia otro tanto con las Fallas. En Sevilla se ponen de hinojos a la espera de que el virus nos les estropee la feria.

El español es un ser pasivo y cobarde cuya vida, además de programada, se mueve a partir de determinadas pautas cada día más desoladoras. La lección fundamental de estos años de democracia no es que como pueblo seamos intrínsecamente malos, sino más bien que nuestro silencio y resignación hayan servido para degradar la vida nacional a una escala gigantesca. Por todo ello, nos tememos que la propagación del coronavirus tendrá en España efectos devastadores.

Pero ustedes, señoras y señores, tranquilos, que aquí no pasa nada, nos dice la ministrilla Carmen Calvo.

Y sí que pasa, sí que pasa. Pero eso ya se lo contaremos otro día.