L. Romero.- Hasta sus enemigos políticos admiten que su concepción de la  honestidad inspira un gran respeto. El primer coordinador provincial de Vox en Badajoz no quiso acomodarse a las circunstancias en su propio beneficio. Entre otras cosas porque no lo necesitaba. Abandonó el partido verde por seguir el dictado de sus convicciones de siempre y de su compromiso con una moralidad granítica. Es evidente que nos encontramos ante uno de los hombres más serios, honorables y consecuentes que ha tenido Vox. Todo en él es recio y cabal. Hablamos de Francisco Santos, farmacéutico, empresario agrícola e industrial, pero sobre todo, un hombre aferrado a una interpretación de la vida y de la política en las antípodas de los que pasan por ella enajenando principios, recalificando voluntades y mutando ideales en base a la conveniencia de cada momento. Católico practicante, padre de un hijo y aficionado a los deportes náuticos, Francisco Santos comparte con los suyos su pasión por la costa malagueña, donde acude cada vez que puede. Hemos conversado con él.

– ¿Por qué ingresó en Vox y cuándo supo que el partido no sería lo que muchos españoles esperaban que fuera?

Ingresé en Vox en enero de 2014 buscando una posibilidad de enfrentar la farsa que suponía el panorama partitocrático español, donde la supuesta derecha del PP había traicionado prácticamente todo lo prometido en campaña electoral. Supe que era más, o menos, de lo mismo en verano de ese mismo año, cuando se filtraron los manejos económicos de los dirigentes nacionales, y harto de gastar mi tiempo y mi dinero, me di de baja.

No me hubiese arredrado por reveses electorales, pero sí por ver cómo se autoadjudicaban los pocos recursos y también por falta de respeto a muchos afiliados. Aún así, desde fuera, seguí manteniendo contacto con Santiago, por si aún pudiese quedar alguna posibilidad de que el proyecto, como tanto presumían, fuese de alguna utilidad para España.

– ¿Ha sido Vox una estafa política, como sostienen algunos de sus exdirigentes?

Ha sido una estafa desde que se supo que un americano vino en 2014 a “certificar” la corrección política de Vox. Digamos que entonces es cuando me saltó la primera alarma. La segunda estafa cuando se decantaron por los pucherazos electrónicos internos y la falta de respeto a los afiliados. La tercera con el fraude estatutario que conllevó unas listas electorales demenciales. Volví a afiliarme en febrero de 2019 y traté de convencer a Santiago del peligro de las listas en Badajoz, llenas de arribistas amortizados del PP.

A comienzos de abril y tras mentirme Santiago con todo descaro diciendo que él no interfería, me di de baja definitiva, sobre todo al constatar que el desbarajuste era generalizado. Si hubiesen puesto personas solventes en las listas, tal vez algo se podría haber conseguido. El caso de Fernando Paz fue sintomático, y un gran disgusto para mí. Quiero dejar constancia expresa que yo nunca quise ir en lista alguna, pues aparte del esfuerzo y coste personal, desconfiaba desde hacía mucho tiempo de la propia dirección. Mi único interés era presionar para conseguir que esas listas incluyesen profesionales de prestigio, con el valor intrínseco que eso aporta. Pero eso implicaba pérdida de poder de la dirección, así que optaron por arribistas de medio pelo.

– ¿Quién era ese americano y a quién representaba?

Eso nunca lo supe. Lo único que pensé en ese momento era que en ningún caso dejarían a un español  controlar algún grupo político nuevo surgido en Estados Unidos. Y eso, sabiendo lo que es el NOM y su longa manus, me alarmó mucho. Por supuesto, no dieron explicaciones a los afiliados. Pero yo estoy habituado a seguir los pasos y trampantojos del sistema, y eso para mí era una luz roja imposible de obviar.

Mucho después vino lo de Bardají, Banon y lo de Chelsey. Corroborando el primer susto y la senda sospechada.

– Aunque la pregunta parezca paradójica, ¿fue el mitin de Vistalegre el principio del fin del partido?

No puedo saberlo. Sé que fue un punto de inflexión, pero tal vez hubiese pactos anteriores con el poder económico no confesados, entonces era otra farsa más.

– Usted es de los pocos dirigentes provinciales de Vox que tenían y tienen la vida resuelta dada su profesión. ¿Ayudó ello a tomar la decisión de salir del partido?

Ni entré buscando nada para mí, ni salí porque no me dieran lo que nunca busqué ni necesitaba. Me hubiese ido en cualquier caso, si percibía engaños, porque nunca me hubieran podido pagar para ser comparsa, entre otras cosas porque no estoy en venta, ni comulgo con ruedas de molino. Y sí, mi situación socioeconómica dista mucho de lo que en general han reclutado, y eso también me ayuda a actuar con libertad.

– ¿A qué atribuye que Vox esté sufriendo tantas bajas en tan poco tiempo?

Al desencanto generalizado, a las enormes arbitrariedades internas, a los bandazos ideológicos y a que las bases están percibiendo la distancia entre lo que se predica y lo que se practica.

– ¿Quién manda actualmente en Vox?

Al parecer, el matrimonio Espinosa lleva la batuta. Es lo que se percibe desde fuera. Lo que no quiere decir que estén todos tutelados desde más arriba.

– ¿Es Santiago Abascal un líder de paja?

Desde antes de las elecciones del 28-A es un globo desinflándose. Un líder se apoya y apoya a su gente, no la pisotea.

– Del partido que acusaba al PP de “derechita cobarde” al partido que ningunea al juez Serrano por defender exactamente lo mismo que defendía Vox antes de las elecciones. ¿Incongruencia u otra cosa?

Traición, pura y dura.

– Desde fuera se tiene la impresión de que el núcleo duro del partido, una vez logrados sus objetivos personales, han dejado tirada a la militancia. ¿Tiene usted también esa opinión?

Esa era su meta, y esos sus objetivos. Desde el minuto uno se metieron buenos sueldos en el bolsillo Santiago (el supuesto pobre) e Iván (el supuesto rico). Y tal vez por eso no querían listas con muchos jueces Serrano, pues podría haberles costado al final el puesto a ellos mismos. La paradoja era que siempre se jactaban de que el proyecto era sólo una herramienta al servicio de los sagrados intereses de la Patria. Cosas veredes…

– ¿Qué papel juegan los militantes y los dirigentes locales en la toma de decisiones?

Absolutamente ninguno. Todo lo decide el Comité Ejecutivo Nacional, y con toda seguridad sólo la parte dominante dentro del mismo. De ahí las bajas y el desengaño de los más lúcidos.

– ¿Por qué cree que Vox ha renunciado a ser un partido identitario similar a los que existen en Europa?

Por los pactos e intereses personales de sus propietarios. Pues este partido funciona como una propiedad privada.

– ¿Por qué Vox ya no habla de inmigración ni reivindica el racialismo, como sí lo reivindican líderes como Trump, Orban y Salvini?

Seguro que en Londres lo saben mejor. Allí fue Espinosa a rendir pleitesía, tal vez con la esperanza de llegar a chico Bilderberger.

– Al final nos preguntamos si tanto ruido era para investir a Ayuso a cambio de nada

Sospecho que por choque interno de intereses. Aparte de lo impresentable ante sus acólitos de lo que va a suceder en el Ayuntamiento de Madrid, con la agenda LGTBI en primera plana, y Vox de convidado de piedra.

– ¿Sería capaz de pronosticar cuál será el destino de Vox?

Si consiguen mantener escaños para la camarilla, ya les sirve. Si se sostienen en el rango actual o incluso crecen algo, seguirán las directrices marcadas por el globalismo. Pero a medio o largo plazo, si los problemas sociales derivados de la inmigración masiva estallan, Vox estallará con ellos. En ese momento lo más probable es que los que sin oficio buscan beneficio, parasiten otra formación y se refugien en algún puesto desde donde seguir viviendo de nuestros impuestos. Eso sí que estoy seguro de que lo intentarán con uñas y dientes.