Vox ya no habla de inmigración. O habla poco. O habla mucho menos de lo que solía hace pocos meses. Me sorprende el silencio de Vox con ocasión de la avalancha de ilegales que han llegado a las costas andaluzas desde las elecciones andaluzas. No podemos extrañarnos. Vox no ha crecido como consecuencia de la llegada masiva de inmigrantes a España. Vox ha tenido su mármol y su día gracias a las demandas presentadas contra algunos de los protagonistas catalanes del “procés”. Hace cuatro años, en un programa de “La Ratonera”, Abascal reconocía estar más cerca de Sarkozy que de Marine Le Pen. Ni nos engañaba entonces ni nos engaña ahora. Hace cuatro años, el identitarismo y el discurso antiinmigratorio no eran el rey Midas que hoy es y por eso Vox no apelaba ni a una cosa ni a la otra. Hace cuatro años, mientras aquí ya nos enfrentábamos a la capacidad destructiva de Soros y Julio Ariza seguía haciendo campaña y caja al Partido Popular, los de Vox a lo más que aspiraban era a encontrar una plaza fija en la casa-madre de la derecha conservadora.

En lo referente a este medio, muchas cosas nos han pasado estos últimos cuatro años. Hemos tenido que sortear no pocas demandas judiciales en conservación de los ideales de los lectores, de los que somos depositarios. Tuvimos que afrontar la amenaza de una sanción de 60.000 euros por manifestar lo que la dignidad nacional me exigía frente a quienes afrentaron nuestro himno nacional en una final de Copa. Pasé por la atroz experiencia de una detención a instancias de una denuncia presentada por una entidad islámica en respuesta a mis observaciones contra el radicalismo en algunas mezquitas. De pocas cosas se puede dudar menos que de nuestro generoso compromiso con nuestra identidad, entendida como el principal nutriente de nuestra supervivencia étnica y cultural. Y ese compromiso, con los inevitables errores que de cada caso hayan sido, lo hemos mantenido a flote entre los disparos de los medios de la competencia ideológica y entre las puñaladas de muchos de los nuestros. La libertad de decir las cosas en las que creemos no nos ha salido gratis, pero está ahí. Por consiguiente, no hemos recorrido este largo y bacheado camino, despertando conciencias y haciendo frente a nuestros poderosos enemigos, para que ahora se nos exija que rindamos tributo en especie a los que cobraban cientos de miles de euros del PP cuando nosotros seguíamos el dictado de nuestro deber en la noche oscura del abandono de todos, incluidos los que hoy nos quieren dar lecciones morales.

Dicho lo anterior, nos parece bien que algunos se hayan cansado de remar gratis y traten de buscar la seguridad de un buque que pueda llevarles a algún puerto económicamente seguro, pero que se respete también nuestro derecho, ampliamente ganado por los hechos y no sólo por las palabras, de no fiarnos de un partido que acaba de sellar el pacto de gobierno suscrito en Andalucía por PP y Ciudadanos, en el que se blindan las competencias autonómicas, las leyes en materia de igualdad aprobadas en esta región o la protección activa a homosexuales y transexuales, aspectos en los que el partido de Abascal había sido especialmente beligerante.

Pd.- Si Vox ya ha anunciado que apoyará al PP, tras las elecciones de mayo, allí donde el PP necesite los votos de Vox para obtener alguna alcaldía o algún predio autonómico, por qué entonces no votar al PP directamente, sin necesidad de recurrir a intermediarios. Lo que inevitablemente llevará al votante a resolver el siguiente dilema: entre el original y la copia, siempre es preferible quedarse con el original.