(Eldiario.es)

AD. Cientos de personas se han manifestado este domingo en Madrid para visibilizar y denunciar el racismo “estructural e institucional” instaurado en España y han exhibido pancartas con mensajes de esta guisa: “vosotros racistas sois los terroristas”, “el colonialismo es blanco y heterosexual, destrúyelo” o “tú no me entiendes porque eres blanco”.

Nos ha impresionado sobre todo descubrir que la genética menoscaba nuestras entendederas. Sin duda una aportación científica de primer nivel aportada por los vocingleros manifestantes. Suponemos que si alguno de nosotros se atreviera a cuestionar las entendederas de cualquier persona solo por ser negra, se liaría la mundial. Pero ya se sabe que los ataques a los blancos tienen bula y gozan de muy buena prensa. Sí, somos y portamos el pecado original de ser blancos. Como Platón, como Aristóteles, como Fidias, como Pitagoras, como Homero, como Virgilio, como Cicerón, como Marco Aurelio, como Leónidas, como Julio César, como Dante Alighieri, como Carlomagno, como Ronsard, como el Cid Campeador, como Carlos I de España, como Copernico, como Velázquez, como Cervantes, como Alcuino de Tork, como Tomás Moro, como Chesterton, como San Francisco de Asís, como Fleming, como Pasteur, como los hermanos Lumière, como Newton, como Da Vinci, como Tesla, como Galilei, como Beethoven, como Edison, como Descartes, como Pascal, como Kant, como Euclides, como cientos de aborrecibles criaturas sin las cuales la humanidad seguiría tan atrasada como la que hallaba refugio en Atapuerca y El Sidrón.

Estamos hartos de vuestras quejas permanentes contra el racismo de los españoles, de las injusticias que sufrís, de las discriminaciones que padecéis, de las condiciones penosas en las que vivís, del rechazo que experimentáis, y de un sinfín de penurias que nos sería imposible enumerar. Denunciáis todo esto y señaláis con el dedo acusador a los culpables de tantos atropellos, los racistas blancos.

¡Tenéis toda la razón! Cada día los blancos son más racistas. Cada día son más los blancos que dicen estar hartos de vosotros y de que no os cueste sobrevivir lejos de vuestros odiadores. Desconocemos que os empuja a abandonar vuestras confortables sociedades, vuestras prósperas naciones, vuestra envidiable organización social, vuestra prosperidad económica, para querer vivir en países que, según vosotros, os hacen sufrir tanto por vuestra raza.

Sabemos que hay blancos que os culpan de la saturación de los servicios públicos, de las colas en los hospitales. Os ponen trabas para que podáis traer a vuestros familiares, parientes, vecinos y amigos a esta tierra que es la vuestra. Os exigen que os amoldéis a las leyes y las costumbres del país, y tantas cosas más…

¡Cuanta razón tenéis al quejaros y denunciar en voz alta esta situación intolerable, que humilla la conciencia humana y evidencia la hipocresía de los supuestos valores de los países blancos!

Pero haríais mejor aun yendo a vuestros países de origen para informar de esta situación a vuestros compatriotas, que todavía son libres y se encuentran fuera del alcance del racismo que padecéis aquí. Debéis alertar a los miles, centenares de miles y millones de africanos que están listos para ceder al espejismo de las bondades del sistema creado por el hombre blanco y que corren el peligro de caer en la trampa horrible en la que vosotros habéis caído.

Así que no lo dudéis un instante: romped vuestras cadenas. No les hagáis a los racistas por más tiempo el regalo de vuestra enriquecedora presencia. No seáis más las víctimas de estos predadores implacables que atacan a vuestras madres en la calle, violan a vuestras hijas en cualquier descampado, saquean vuestros negocios, queman vuestros coches en los barrios y venden droga a vuestros hijos, mientras vosotros trabajáis arduamente para pagarles las jubilaciones a estos desagradecidos. No lo dudéis: vengaros de todos estos años de miedo, sufrimiento, humillación y explotación que habéis padecido. Privad a los españoles de la oportunidad, el beneficio y la riqueza que representáis y aportáis a su decadente sociedad.

Y ya puestos, al partir de este país ingrato, llevaos a vuestros amigos los intelectuales, los artistas, los periodistas, los izquierdistas de todo pelo y condición, las ONGs, los socialistas e incluso esas feministas que en el fondo tanto os quieren.

Además de ahorrarles el insoportable castigo de vivir sin vosotros, sería una magnífica venganza contra la España racista, privada así de esa formidable fuerza intelectual y humanista que tanto necesita para curarse de su perversión xenófoba.

Nosotros también nos quejamos del racismo de muchos blancos. Denunciamos que practiquen un relativismo antropológico que, lejos de ayudaros, lo que consigue es prolongar ese sistema económico, social y sexual desequilibrado y destructor que impera en la mayor parte de África.

¿Nos acusaréis de racistas también a nosotros por explicar que la Historia pinta a menudo sus episodios más sórdidos, los más decisivos también? Japón, China, Rusia, Corea, Polonia, Alemania, Vietnam, Laos, Camboya y otros han tenido que superar situaciones mucho más duras que las que soporta África. Muchos de esos países ayudan hoy a este continente e invierten en él, mientras que África, con sus enormes savanas y sus opulentos pastizales no aporta prácticamente nada a nadie, como no sea el ébola.

Mientras tanto, las poblaciones africanas agotan sus recursos y provocan daños ecológicos catastróficos. En 2050, la población de Etiopía alcanzará los 177.000.000: el equivalente de Francia, Alemania y el Benelux juntos, pero situados en la zona más árida y devastada del Valle del Rift, donde las fuentes de proteínas son cada vez más escasas.

¿Es racista que nos preguntemos acerca de qué sentido tiene fomentar activamente el aumento de la población de países sobrepoblados, con un entorno devastado y económicamente dependiente? ¿En qué es moral salvar a un niño etíope de la hambruna y permitirle sobrevivir en un contexto de circuncisión brutal, de pobreza, de hambre, de violencia y de esclavitud sexual, un niño que a la vuelta de la esquina engendrará una media docena más de niños con grandes ojos abiertos, cuyas perspectivas de vida serán igual de halagüeñas que las de sus padres? Ayudar a esta gente ayudará sin duda a los caritativos a sentirse mejor, y esa es la principal razón de esa caridad tan inútil como abundante. Pero eso no es suficiente.

Esa caridad interesada es una de las plagas de África y una fuente potencial de racismo al convertir en sistémico vuestro atraso. Ha permitido mantener a regímenes políticos que se habrían derrumbado sin ella. Ha prolongado en 10 años la guerra entre Eritrea y Somalia. Ha inspirado a Bill Gates un programa de erradicación de la malaria, cuando en realidad, con la ausencia casi completa de autodisciplina, esta enfermedad es actualmente una de las formas más eficaces de control de las poblaciones.

Así que ya es hora de que dejemos de pedir perdón por crímenes que no hemos cometido y que nos sintamos orgullosos del legado científico, artístico, humano y cultural que ha sido Europa para toda la humanidad. La solución, lamentablemente, no es confiar en que las ayudas económicas surtan el milagro de la transformación en África. No hay por desgracia ninguna solución que pueda ser apuntada sin que nos cree serios problemas.  Hay que ser claro y hablar sin tapujos ni mojigaterías: estamos ya más que hartos de todo este tinglado. Nos toman por el pito de un sereno. Somos los blancos europeos los malos malísismos de la película, la hez del mundo, el cáncer de la humanidad, pero siempre somos nosotros los que hemos de salvarle el cuello a todos los demás pueblos de la tierra, incapaces de salir adelante sin que estemos perpetuamente asistiéndolos como a eternos menores de edad.

Y vamos a ser aún más directo: si queremos dar algo a alguien, tenemos con toda seguridad a nuestro alrededor a compatriotas con necesidades básicas que atender. Están ahí, a la vuelta de la esquina, tal vez en el mismo bloque que cualquiera de nosotros. Hay pobreza y hasta miseria muy cerca de nosotros, a veces en nuestra propia familia y no queremos verla, para no tener que hacer algo.

Nuestros ancestros europeos no se han dado tanto trabajo para que sus descendientes sean mendigos por tener que compartir los merecidos frutos de su civilización con los pueblos que nunca hicieron nada.

Hoy cada africano nace con el sueño de venir a Europa. No aspiran a transformar ni a mejorar lo que tienen. Sus sociedades son un fracaso, solo porcentajes mínimos tienen asistencia medica, medios de subsistencia, educación, y ni siquiera acceso a agua potable. Y esto no va a cambiar aunque se les riegue con toneladas de dinero. Todos vendrían a Europa si no hubiera fronteras y cualquiera puede imaginarse el futuro que nos espera. Así que si podéis disfrutar de una existencia digna y os habéis librado del luctuoso destino que les espera a millones de personas que viven en países de raza negra, al menos no nos insultéis.

La suerte de disfrutar del paraíso creado por el malvado hombre blanco la valoraríais mucho más si algún día tenéis la desgracia de que el hombre blanco desapareciera de Europa, como se pretende.