Banderas españolas en Barcelona

AR.- Leo y escucho quejas (y con razón) del silencio de las llamadas formaciones patriotas ante la petición hecha a España por el Parlamento Europeo para que ilegalice la Fundación Nacional Francisco Franco. No son quejas infundadas. Si no comprendemos que los mismos argumentos con los que hoy se pretende ilegalizar a la fundación que lleva el nombre del anterior jefe del Estado, mañana podrían ser utilizados para prohibir las conclusiones que aquí defendemos para consideración de nuestros lectores, entonces es que no hemos entendido la gravedad del desafío al que nos enfrentamos. Pero lo mismo podría decir éste que les escribe respecto al mutismo mantenido por la Fundación Nacional Francisco Franco tras mi detención por la denuncia de dos asociaciones musulmanas. Y ello pese al apoyo incansable que aquí le hemos dado siempre a la entidad.

Tengo la peor de las opiniones sobre su vicepresidente, Jaime Alonso. Para ser más gráfico, me cae como el culo, pero eso no obsta para que haya antepuesto siempre lo que representa la Fundación sobre cuestiones particulares. Lamento que por su parte no haya sido así. Y quien dice la Fundación Francisco Franco puede decir también los partidos que se definen como patriotas. Lamentablemente, a las cientos de muestras de apoyo provenientes de los amigos y lectores de AD, no puede sumar una sola procedente de esos grupos. Solo la formación identitaria de Josep Anglada supo de la importancia de un caso donde, insisto, lo importante no era el duro trance vivido, sino la ilegalización de las ideas desbrozadas en éste y en otros medios en favor de nuestra identidad colectiva. En ese sentido, es imperio que agradezca hoy la extraordinaria reacción de Josele Sánchez, de Raúl González Zorrilla, de Santiago Fontenla, de Yolanda Couceiro, periodistas todos ellos que antepusieron el valor supremo de la solidaridad a cualquier diferencia de carácter personal. Y eso les honra, lo que por desgracia no puedo decir del resto ni tampoco de dirigentes como los meapilas de AES, a los que tanto tanto hemos apoyado. Puede que para esos de AES, el concepto de la solidaridad empiece y termine en los dispensarios de Caritas, donde muchos de ellos practican el voluntariado, alimentando a los de fuera. Esto demuestra lo huérfana que está la derecha identitaria de este país. Lo prueban los hechos. Un puñado de partidos supuestamente patriotas, que llevan años contemplando la levedad de sus ombligos, no han podido evitar que un advenedizo del PP haya adoptado un discurso que nunca ha defendido y logrado la adhesión de muchos más de los que todos esos grupos lograron nunca.

Habría que preguntarse qué hemos hecho mal para que un tipo que ha vivido a la sombra del dinero público desde los 23 años, sea percibido hoy como solución por muchos patriotas.

Pretende acabar con las comunidades autónomas aduciendo que son un gasto inútil, cuando él ha estado cobrando durante años de la comunidad de Madrid. Acusa al PP de “derechita cobarde” sin atreverse él a salir del armario y proclamar su ruptura con la corrección antifranquista, base de muchos de nuestros males actuales. No cifra sus expectativas políticas en ser alternativa al sistema, sino en obtener ese escaño por Madrid que le garantizaría una pensión vitalicia.

Dice estar a favor de la familia pese a estar divorciado. Se opone a la inmigración, salvo la que viene de Iberoamérica. Lamenta la falta de emprendedores y defiende a la empresa privada cuando siempre ha estado afiliado al dinero público. Por lo demás, no tiene carisma, no es un personaje notable, su oratoria no imantará nunca pasiones, carece de una mínima formación intelectual, no se recuerda nada que en él haya sido genial. Ni siquiera brillante. Y aún así, con su nariz curvada y su mirada ladina, ha conseguido (por el momento) llevarse el gato el agua. Algo que debería inducir a muchos a reflexionar sobre lo que se ha hecho mal. Aunque viendo el silencio que esos muchos han mantenido tras mi detención, no creo que hagan falta muchas explicaciones.