Paloma Cervilla.- A lo mejor no me he enterado, y asumo mi culpa, pero hasta ahora no he visto una campaña de descalificación en las redes sociales, en el feminismo más radical, en las dirigentes socialistas, como la ministra de Igualdad, Carmen Calvo, y en la progresía militante, contra el desprecio con el que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, se refiere al colectivo homosexual.
A mi me da igual en el contexto en el que definió al hoy ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, como “maricón”. El calificativo en sí ya encierra un enorme desprecio a este colectivo, y no digo ya lo de “nenaza”.

La hipocresía de este Gobierno, que va por ahí dando lecciones de tolerancia, de respeto a los demás, lanzando campañas contra los que no comulgan con su moral y principios de pacotilla, me tiene alucinada, aunque no sé por qué me asombro. Todo es un teatro para intentar ridiculizar a la derecha y lanzarla al extremismo ideológico en estas cuestiones. Pero en privado, este Gobierno, como se ha visto, se comporta de otra manera. Tanto hablar de reconocimiento de derechos, de lo progresistas que son, de lo respetuosos que son con los demás, pues ahí los tienen con su verdadera cara.

Todavía no he escuchado decir nada al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre el lenguaje soez de su ministra, y el silencio clamoroso de la activista por la igualdad, Carmen Calvo, es aún más escandaloso. Yo la ví ayer por los pasillos del Congreso intentando esquivar a la prensa para no pronunciarse.

¡Qué hubiera pasado si el término “maricón” lo hubiera utilizado alguien del PP! Las redes arderían, los socialistas lanzarían a través de sus terminales mediáticas y de la progresía de diseño una campaña inquisitorial sobre los fachas, retrógrados e intolerantes dirigentes de la derecha.

Pero no, aquí no pasa nada, esto ha sido solo una conversación de mesa camilla, que no tiene mayor importancia. Que aquí los modernos somos nosotros, y se nos perdona todo. Que no pasa nada. Pues eso, el que se los quiera creer en su hipocresía, allá ellos. Yo, desde luego, ya los tengo muy calados.