Yolanda Gómez.- Creía que algo había cambiado, que la crisis habría dejado su huella y habría permitido a los políticos aprender alguna que otra lección sobre los excesos cometidos. Pero, visto lo visto, está claro que me equivocaba. En el poco tiempo que Pedro Sánchez lleva en La Moncloa ya ha dejado claro cuál va a ser su política económica: más gasto público, subida de algunos impuestos que no acabarán pagando las grandes empresas y los ricos, como de forma demagógica quieren hacernos creer, sino los trabajadores y ahorradores, y más déficit. Hoy el Gobierno aprobará en Consejo de Ministros que ayuntamientos y comunidades autónomas puedan gastar más y tener más déficit, un agujero que elevará su deuda y que más tarde tendrán que pagar.

Quizás sea una ingenua, pero creo que las cuentas públicas deben manejarse de manera muy similar a las de cualquier familia. Uno puede pedir una hipoteca o un crédito alguna vez en su vida, pero luego toca pagar. No se puede estar gastando año tras año más mucho más de lo que se ingreso, sobre todo si ya están tan endeudado como lo están las administraciones públicas españolas.

No puedo evitar pensar que estamos ante un «déjà vu». Es exactamente lo mismo que ocurrió con Rodríguez Zapatero, con dos diferencias que hacen la situación incluso más preocupante que la que vivimos entonces: la deuda pública en 2004 apenas llegaba al 40% del PIB y hoy es casi el 100%; y entonces en el equipo económico del Gobierno había un vicepresidente, Pedro Solbes, que al menos protestaba cada vez que otros ministerios pedían medidas que suponían incremento del gasto público, y ahora no hay vicepresidente económico, y a la ministra Calviño, al menos en público, no se la ha oído la más mínima queja. Mucho me temo que estamos ante una vuelta a empezar. Más gasto, más déficit, crisis, y entonces todos asustados votamos otra vez a la derecha para que arregle los desaguisados económicos de la izquierda. ¡Ojalá me equivoque!