Con la mano en el bote de los votos pero sin ellos, manejándolos a manos llenas con las manos vacías propias de una irrisoria minoría de 84 diputados en el Congreso, el P.S.OP.E. se esgrime en el “Brave heart” de Europa a costa de los lacayos españoles, para ganarse el apoyo de separatistas y podemitas.

Tras la osadía de formar Gobierno con miembros exclusivamente socialistas, se aviene el pago generado por la deuda de tamaño gesto chulesco: “ni contigo ni sin ti”, es decir, dejar el Gobierno “periférico”, ni ministerial, en mano de sus apoyos para la defenestración del P.P. mediante la moción de censura.

El primer paso, crear Ministerios a diestro y siniestro, como si de la innovación de una nueva era se tratase, con pretensiones millonarias de reestructurar el Gobierno.

El segundo paso, que los miembros cedan el paso a los “miembros”: no critico la capacidad profesional de las nuevas ministras, mas sí el postureo forzado y forzoso de feminismo conveniente para los aires que corren.

El tercer paso, el aperturismo heroico y buenista de España respecto al fenómeno migratorio, antes, durante y después de una negociación europea más relativa y menos comprometida que otra cosa, pues los Estados miembros no renuncian a la membrana impermeable de sus fronteras, salvo España.

El cuarto paso, vender el alma y el alma al diablo del independentismo con los presupuestos y el acercamiento de presos asesinos, lo que evita propiciar el resurgir de una nueva ETA.

El quinto paso, aparte de confundir la “Memoria Histórica” con la dislexia histérica de una dictadura de opinión propia del stalinismo, ha sido, en relación a las ideas, el control de los medios de comunicación, para hacer de Radio Televisión Española el picadero “VIP” de la opinión del poder, gesto propio de un partido único totalitario.

Para ello, el PSOE rompe con un sistema de elección equitativo, optando por propuestas unilaterales en que vende el alma independiente del periodismo español a su segundo abonado tras los separatistas: el populismo de Podemos.
Me pregunto en manos de quién pueda caer la dirección de RTVE, pero, por Dios, que no cambie su sede a la mansión de Guadarrama.