Por José L. Román.- La escandalosa corrupción política de los socialistas en Andalucía. La inmigración invasiva e ilegal permitida por los socialistas de Pedro Sánchez para destruir la nación española. El anuncio de los socialistas de Pedro Sánchez de la Sanidad Universal a costa de las costillas de los trabajadores españoles. El fomento de la esclavitud por los socialistas de Pedro Sánchez permitiendo la entrada masiva de ilegales mientras en España tenemos casi cinco millones de desempleados. La quiebra técnica de las Comunidades Autónomas y la deuda pública española, mientras los socialistas de Pedro Sánchez quieren abrir la fronteras de par en par. El golpe de Estado de los separatistas en Cataluña a quienes los socialistas de Pedro Sánchez ponen paños calientes. El chantaje de los separatistas vascos al Estado aprovechado por los socialistas de Pedro Sánchez para llegar al gobierno. Las organizaciones mafiosas que han extendido sus tentáculos en el Estrecho, sin que Pedro Sánchez se dé por aludido. La amnistía encubierta para terroristas y asesinos en serie aplaudida por los socialistas de Pedro Sánchez. El fomento del aborto y la destrucción de las familias por parte de Pedro Sánchez y su “organización”. Los contratos basura y el empleo precario provocados por la entrada masiva de ilegales, mano de obra barata e incluso por cama y comida. La intención de los socialistas de Pedro Sánchez de legalizar la eutanasia para “legalmente” acabar con miles de ancianos pensionistas que no son productivos y considerados una carga para el Estado. Estas son algunas de las perspectivas desastrosas que nos ofrecen los socialistas del Pedro Sánchez para el futuro. Han conseguido que la población española, huérfana de una formación política con sentido nacional, se encuentre en un proceso agónico de muerte lenta controlado meticulosamente desde las élites de Bruselas.

Pero, sorprendentemente, y mientras todo esto tiene lugar, ellos, los recién llegados ilegítimamente al gobierno de la nación, con el apoyo de los enemigos de España, bostezan y se miran el ombligo fingiendo preocuparse por problemas de mayor calado, como por ejemplo, sus pagas vitalicias o pensiones máximas, mientras el poder mediático les construye los cimientos para que puedan implantar una dictadura similar a la de Venezuela y perpetuarse en el poder. Contemplan desde sus urbanizaciones privadas la destrucción de España y cómo los españoles, principalmente los obreros y sus familias, sufren el desabastecimiento, la miseria, la represión, las pandemias, el hambre y la muerte.

Es preciso recordar insistentemente a los trabajadores de este país que los socialistas, al igual que pretenden ahora los de Pedro Sánchez, nos llevaron a los españoles a una guerra civil entre hermanos, en 1936.

Hay que insistir en esa verdad, e insistir en que el régimen de Franco trajo la Seguridad Social para todos los trabajadores de España. Una Seguridad Social que ha sido la envidia de Europa y del mundo, y que ahora los socialistas de Pedro Sánchez quieren expoliar y volar por los aires poniéndola al servicio de los inmigrantes ilegales, dejando sin cobertura a los trabajadores españoles, que son en definitiva quienes mediante sus cotizaciones la sostienen.

Esta es la razón por la que los socialistas de Pedro Sánchez quieren meter en la cárcel a quienes hablen bien de Franco y de sus conquistas sociales, porque explicar y sostener con sensatez la magnitud de la obra social de Franco,  hablar de aquella Patria fuertemente unida y de la protección que el Estado garantizaba a las familias; sostener que durante aquel régimen los trabajadores no pagaban apenas impuestos, y poder demostrar que en 1975 la población reclusa en todo el territorio nacional era de 8.000 internos, cuando los socialistas de Pedro Sánchez pretenden abrir las fronteras de par en par para acoger el éxodo masivo del continente africano, es poner en evidencia la falta de lealtad de esos socialistas para con los trabajadores españoles. Como sucede en Suecia, Francia, Bélgica, Italia o Alemania, los gobiernos buenistas han convertido los barrios obreros en guetos, han permitido que se disparen alarmantemente las violaciones de adolescentes, y han puesto las subvenciones y servicios públicos a merced de inmigrantes ilegales, mayoritariamente de religión mahometana.