¿’Aquarius’? No, gracias
Xavier Rius.- El primer error de Pedro Sánchez ha sido autorizar la llegada del barco lleno de inmigrantes rechazado por Italia. Me recuerda a Zapatero, que abrumado por la crisis, se dedicó a los gestos en su segundo mandato.
Sánchez ha empezado igual: con un gesto. Muy bien: ¿con el próximo barco qué hacemos? ¿y con el siguiente? ¿y el otro? ¿y el de más allá? Su predecesor socialista ya pasó a la historia por las regularizaciones. En la UE todavía se echan las manos a la cabeza.
Desde luego, nadie puede morirse en medio del Mediterráneo pero todos los acogidos deberían ser devueltos a sus países de origen tras ser rescatados. Y esto es materialmente imposible: nadie quiere volver tras haberse jugado el pellejo.
Para hacerlo necesitas no sólo la colaboración del repatriado sino también de las autoridades de origen. Lo dicho: casi imposible. Todos los que llegan se quedan.
El nuevo Gobierno socialista se ha marcado, pues, un tanto de cara a la galería. Seguramente bajo la presión también de los medios de comunicación -progres, por supuesto- y una parte de la opinión pública. ¡El barco lleva hasta un fotógrafo del diario El País! Yo me enteré ayer por Rac1. Así cualquiera se ablanda. Todos tenemos corazón.
Pero incluso la mayoría de los que están en contra lo han dicho con la boca pequeña. Te arriesgas -lo digo per experiencia- a que te digan racista, xenófobo o hasta islamófobo en cuanto tratas estos temas. Esta última es la expresión de moda.
La portavoz del PSOE en la materia, Adriana Lastra, ha llegado a afirmar que “España es solidaria”. ¡Que es lo mismo que ha dicho Àngels Barceló en su programa de la Cadena Ser!
A Merkel, en cierta forma, le pasó lo mismo: abrió las fronteras a los refugiados y casi le costó la carrera política. De hecho todavía lo está pagando porque bajó en las elecciones, subió Alternativa por Alemania y ha llegado a un acuerdo de gobierno a trancas y a barrancas. La CSU aprieta.
La cancillera de hierro rectificó porque venía de las críticas de Grecia por el rescate -donde la habían comparado con Hitler- y el llanto de aquella niña palestina porque le dijo que no podía evitar la deportación de su familia. Pero no se puede gobernar a golpe de titular.
La mayoría de personas a favor de la inmigración -ONG, periodistas, expertos- no conviven con la inmigración. No es lo mismo vivir en Pedralbes o en la Moraleja que en Salt o ca n’Anglada pongamos por caso. Algunos incluso viven de ella.
Recuerdo aquel Salvados sobre el Astral en el que uno de los tripulantes admitía que les estaban haciendo el trabajo sucio a las mafias. “Les hacemos la vida más fáciles a los traficantes”, reconocía. Luego Jordi Évole le preguntaba a Óscar Camps que pasaría con los rescatados y el presidente de la ONG contestaba que ya no era de su incumbencia.
Parece que Proactiva Open Arms, tras los problemas judiciales en Italia, ha cambiado de política y ahora se ha extendido a África para advertir a las personas sobre los riesgos del viaje. Me parece mucho más razonable. Hay que actuar en origen.
Porque es curioso: cuando Europa está cambiando el chip sobre la inmigración, Pedro Sánchez practica la política de brazos abiertos. Los pasajeros del Aquarius, todos con móvil, deben haber llamado ya a sus familiares: veníos para España. No en balde salían bailando en cubierta en las imágenes de televisión.
En cambio, en Italia ya hemos visto lo que han hecho. En Alemania quieren endurecer su política de asilo. En Francia están desalojando campamentos ilegales. En Austria acabán de cerrar mezquitas radicales. Un día se lo pregunté al entonces portavoz del Govern, Francesc Homs, y me dijo que había que respetar la libertad religiosa. Y su sucesora, Neus Munté, igual. Hasta el consejero de Interior, Jordi Jané, se me sacó de encima.
Hay que empezar a blindar urgentemente las fronteras de Europa antes no sea demasiado tarde. Aunque creo que ya es demasiado tarde. Es políticamente incorrecto decirlo pero nuestras autoridades han tolerado la creación de verdaderos guetos islámicos en algunos de nuestras ciudades. Los hay que no se integrarán nunca. Y algunos de ellos, de vez en cuando, incluso ametrallan indiscriminadamente o bajan por las Ramblas a toda pastilla.
O antes no se dispare la ultraderecha en todo el continente. Sólo hay que ver los últimos resultados electorales en Francia, en Alemania, en Italia, en Austria o en Eslovenia. Incluso el Brexit es una reacción a la inmigración. Lo que pasa es que los ingleses se equivocan en una cdosa: la problemática no es la comunitaria -con la que al menos hay unos valores comunes- sino la extracomunitaria. Y ahí ya han perdido la batalla.
En Francia diez millones de franceses votaron a Marine Le Pen. ¿Todos eran ultras o racistas?. Por supuesto no descarto que hubiera algunos, quizá hasta muchos, pero la mayoría eran votantes de clases medias o populares decepcionados con los partidos tradicionales -de derecha o de izquierda- por como han gestionado al política de inmigración hasta ahora. Que no pase lo mismo en España. Quedan advertidos. Aunque lo mío, ya lo saben los que me siguen a raíz del proceso, es como predicar en el desierto. Nadie me hace puto caso.
*Director de E-noticies
Sí, el Aquarius vuelve a Libia a por más pasajeros. Estoy de acuerdo, no creo que nadie quiera que se muera la gente en el mar. Pero, una cosa es un rescate, y otra “comerte” a esa gente para siempre.