Final de la Copa del Rey: el Barça contra el Sevilla en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid. Los preámbulos del partido de la final se abren, como es obvio y tradición, con el himno nacional de España, al que solapan pitadas por parte de un público lleno de barcelonistas que mezclan las habas con el chorizo, el deporte con la política, pero el Rey sigue en su lugar.

Resultado: obvio también, con Messi, célebre jugador argentino, a la cabeza de los barcelonistas: cinco/cero contra el Sevilla. A estas alturas ya le meten a España dos goles: uno, la pitada; otro, la victoria, pues se supone victoria de una patria extranjera, Cataluña, a la del lugar donde se ha celebrado. Perdón, ¿debo escribir “Catalunya”?

Entre tanto, más goles: el PNV se hace con los golosos presupuestos del Estado para su Comunidad Autónoma, so pretexto de conceder una tregua a España respecto al artículo 155 aplicado en Cataluña; la ETA pide perdón pero no lo pide, a la estima de trato de preferencia y acercamiento de sus presidiarios hacia el País Vasco; Valencia y Baleares se movilizan en defensa de una lengua cuya unidad gramatical ni existe y en detrimento del español en Levante; Montoro, ministro de Hacienda del Gobierno central, desdice a la Guardia Civil respecto a su informe sobre la malversación de fondos por parte de los separatistas en Cataluña… Esto es, el ratón se corta el rabo y deja en paños menores, o pretende, al Poder Judicial en el considerado injustamente como único delito de JXC por parte de la UE o, más bien, por parte de Alemania; la alfombra roja al obispo Puighdemont, tendida por el propio Gobierno Ultrajante.

Para “más inri”, el Rey ha de entregar, tras el aguacero de la pitada, y sin árbitro sancionador alguno, la Copa al Barça, eso sí, al menos, a Eniesta, natural de Albacete. Contento, agradado y satisfecho por una humillación que no ha llegado al arrojo de huevos o tomates podridos a su persona.

¿Quién arbitra estas violaciones a los símbolos patrios? ¿Acaso no hay previstas medidas de seguridad policial ante una posible violencia física? De la misma manera que la hay y que se pena su comisión, habría de haberse impedido o, en su caso, penado, la agresión contra el himno de España, perfectamente colegiado y preparado por estos comités malversadamente sufragados por el Presupuesto de todos los españoles.

Dos medidas de raíz: cortar el grifo a tales soviets sepatatistas catalanes y excluirr al Barcelona del privilegio de participar en el Campeonato de la Copa del Rey, que, para recoger la Copa, ganada por un extranjero, se arriman, pero no para cumplir con un mínimo de decencia ni de solemnidad y respeto jugando y venciendo en tierra española. Se llama saber estar. Eso no lo tiene, parece ser, ni la afición del Barça.