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AR.- Hay políticos que son a las sociedades que representan lo que la imagen al espejo. Ada Colau es uno de esos ejemplos. Desde su rocambolesca llegada a la Alcaldía de Barcelona, ha ido adquiriendo fama por cosas por desgracia muy alejadas de un buen propósito al servicio de los barceloneses. Colau hace de la Alcaldía un medio para exhibir su sectarismo y al servicio de su infinita egolatría. Su etapa al frente del Consistorio catalán está salpicada de episodios que demuestran que, para ella, ser una cosa o la contraria es un concepto ofrecido al mejor postor. Como alcaldesa está siendo un desastre. Como persona demuestra el mismo valor que un mojón.

Inmaculada Colau, en el desfile del Orgullo Gay.

Su última ocurrencia, reflejo de una personalidad traumática y un alma ennegrecida por el odio, ha sido inaugurar este domingo una calle dedicada al actor Pepe Rubianes en el barrio de la Barceloneta. La arteria, hasta ahora, recibía el nombre de Almirall Cervera, en referencia a Pascual Cervera y Topete (1839-1909), un heroico almirante de la Armada española que combatió en la guerra de Cuba. En el cambio de nombre, Colau dijo que a Rubianes le habría gustado que “su amado público” se reuniese para quitarle el nombre a un “facha” y ponérselo a él mismo. Rubianes es el malogrado humorista gallego que aprovechó una entrevista en TV3% para referirse en términos escatológicos a España. Lo de malogrado es un mero formalismo.

Ada Colau, en una protesta en una oficina bancaria (archivo).

Carlos Herrera se preguntaba hoy si el almirante Cervera iba a sospechar algún día que una “insolvente” le llamaría “facha” para quitarle una calle. Nos preguntamos si el propio Herrera se imaginaba hace cinco años que una mujer que asaltaba bancos llegaría a ser la alcaldesa de Barcelona. Si según la alcaldesa de Barcelona, la biografía militar y el valor vital de la existencia de nuestros héroes históricos pueden ser vilmente reducidos al término descalificatorio empleado por ella, entonces yo le pregunto a Ada Colau lo que diría si alguien la llamara guarra sólo por ser de Podemos. Con un matiz que marca la diferencia entre ambos personajes: del almirante Cervera nos seguimos acordando 109 años después de su muerte; a Colau no la recordará nadie al cabo de unos años, porque nada grande y juicioso puede salir de ese engendro político.

La decisión de cambiar de nombre a la plaza dedicada al almirante Cervera no es memoria histórica sino analfabetismo, una forma de insultar a la historia por aquellos que no se representan ni a sí mismos.

Ada Colau, disfrazada en las municipales de 2007.

Cree el director de El Mundo que Colau “es una fracasada actriz que por circunstancias de la aritmética está de alcaldesa”. Ojo con los fracasados actores porque tienen unas consecuencias terribles para la gestión de los intereses generales, aunque a muchos barceloneses no parezca importarles mucho. Lo que ha dicho Rosell es más o menos lo mismo, pero con distinta música, que lo que dijo el exconcejal del PP en Palafolls Óscar Bermán para referirse a la regidora: “si esta fuera una democracia seria, Ada Colau estaría fregando pisos”. Al pobre edil le montaron tanto la marimonena que tuvo que abandonar su partido a las pocas semanas.

Nunca sabremos si en una democracia seria, la alcaldesa Colau habría tenido que dedicarse a otros menesteres domésticos que no resultasen dañinos para los intereses generales. Lo que sí es seguro es que no tendría rincón seguro donde enconderse el alcalde de la segunda ciudad en importancia de Estados Unidos si se le ocurriese atropellar la memoria de George Washington Benjamin Franklin o Thomas Jefferson, como Colau ha hecho con la del almirante Cervera. Allí los héroes son respetados. Aquí una alcaldesa melona se cisca en ellos y no pasa nada.

La barbaridad es tal que ni siquiera la dictadura castrista se ha atrevido a quitar los dos bustos del almirante Cervera, colocados en el castillo de los Tres Reyes, en Santiago de Cuba, y en el museo de la Real Fuerza, en La Habana.

El almirante Cervera.

Pascual Cervera, nacido en 1839, no se identificaba con el conservadurismo. Se adhirió a la revolución democrática de 1868 que destronó a los Borbones, apoyó la monarquía de Amadeo y luego la legalidad republicana de 1873 frente a los cantonales. Siempre del lado de los liberales, desarrolló una prestigiosa carrera militar durante la Restauración, en la Península y en Filipinas, hasta que en diciembre de 1892 fue nombrado ministro de Marina. No aguantó mucho en el cargo: protestó por la reducción del presupuesto militar y dimitió. Perteneció al grupo de altos jefes del Ejército y de la Armada que sabía antes de 1898 que una posible guerra con Estados Unidos estaba perdida. Como comandante general de la escuadra alertó al gobierno de Sagasta sobre el posible «desastre» y la «gran catástrofe para la pobre España» que sería un enfrentamiento con los norteamericanos.

Al declararse la guerra el 25 de abril del 98 escribió al Ministerio: «Voy al sacrificio». Ante la actitud belicista de la prensa, lamentaba el fervor de esa «masa inconsciente –escribió– que ignora todo cuanto se refiere a la guerra». El 3 de julio de 1898 comandó la escuadra que batalló en Santiago de Compostela, cuando se perdió la isla. Cervera y los casi dos mil supervivientes fueron hechos prisioneros. La controversia sobre las decisiones militares del almirante, que salió de día para evitar que una derrota nocturna se cobrara más vidas, condujo a que se le acusara de haber propiciado el fracaso. El aforamiento como senador impidió un juicio que hubiera sido moralmente injusto, al querer que recayera sobre él y sus oficiales la responsabilidad del desastre. A partir de entonces volvió a su carrera militar anterior al 98. A su muerte, en 1909, fue enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.

Ada Colau ha vuelto a tener su minuto de gloria enjaretando su mala bilis a uno de nuestros héroes. Jaquetona y pendenciera, lo mismo seduce a italianas propicias que se enreda con lo más renombrado del puterío secesionista. Se hizo célebre por asaltar a descuidados propietarios para robarles la bolsa a punta de pancarta sin hacer más sangre que la necesaria. Lo deslumbrante de Colau reside en que sin dejar de conservar el halo de activista progre, siempre ha sido una burguesa subvencionada y convivido entre políticos, truhanes y trepadores, sin la necesidad de darle un palo al agua.

Ada Colau echando al Ejército del Salón de la Infancia de Barcelona.

No se precisan excesivas dotes de imaginación para disfrazar con la pretendida lucha social las apariencias, costumbres y escenarios de una vividora sin más méritos curriculares que haber vivido siempre de la socaliña presupuestaria. El lodazal es el mismo. La corrupción moral se ha apoderado del sistema. Las Colau han irrumpido en la nervatura del poder, las instituciones se han degradado a la condición de estructuras tabernarias, la inmoralidad es el santo y seña del actual despotismo, prevalece la política del tugurio y nada es lo que se quiere que parezca. Algunos se preguntan cómo alguien puede hacer carrera política careciendo de cualquier virtud reseñable. Tal vez porque personas como Colau, con su ambición desmedida intacta, convienen a los que amparan la disolución de España, la degradación de la sociedad, el bandolerismo político, las conspiraciones contra la oposición, el frentismo ideológico y a ese seductor de vodeville mediático al que tanto promocionaron para cumplir tan sórdida tarea.

Una asesora de Ada Colau orinó en plena Gran Vía de Murcia

Sigue siendo cierta la máxima de que la historia se reitera, aunque con otras vestiduras, cuando los pueblos olvidan su historia o quienes gobiernan la falsean. ¿Puede sorprender que las Colau de toda laya se hayan multiplicado en los engranajes de un Estado en acelerada descomposición? ¿O que una semianalfabeta sin oficio ni formación académica haya llegado a ser la alcaldesa de la segunda ciudad más importante de España?

¡Pobre almirante Cervera! ¡Pobres “fachas” españoles! Poner tantas veces en riesgo sus preciosas vidas para que una larga lista de políticos, con sus bolsillos repletos de la misma ambición y codicia, pongan en cuestionamiento hasta la razón misma de que hayan existido.