La seguridad y defensa de la unidad de España (II): La evolución de los conceptos de seguridad y defensa
Enrique Fernando Area Sacristán.- Las referencias a la “seguridad y defensa” ya no es algo propio de militares, al contrario su uso se ha generalizado, pero estos términos son utilizados en muchas ocasiones de forma indistinta, creando en ocasiones cierta confusión. Sin embargo, y en su actual acepción, su uso es relativamente reciente; durante siglos las referencias a la guerra eran constantes, la defensa no era sino una parte de ésta. No es hasta la Revolución Francesa cuando se empieza a definir el concepto de “Defensa Nacional” con la creación de los “ejércitos nacionales” a diferencia de las levas que nutrían los ejércitos al servicio de los Reyes. En el siglo XIX aparece por tanto el concepto de Estado Nación, los cuales, sin renunciar a la guerra, crean los mecanismos para su defensa.
Fruto del carácter central que adquiere la nación, como base para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y sus propios intereses, comienzan a proliferar alianzas y coaliciones con la finalidad no tanto de alcanzar una verdadera Defensa Colectiva como hoy la entendemos, sino reforzar la propia Defensa Nacional. Tras la cruenta Primera Guerra Mundial, los movimientos progresistas que aspiran a renunciar al uso de la guerra que hasta entonces había tenido poca o nula influencia, comienza a cobrar un papel protagonista; es en esta época cuando se crea la Sociedad de Naciones, en cuyo Pacto de la Sociedad de Naciones de 1919, en su artículo 19 se dice: “Se declara expresamente que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no directamente a alguno de los miembros de la Sociedad, interesa a la Sociedad entera, la cual deberá tomar las medidas necesarias para salvaguardar eficazmente la paz de las naciones”.
Pese a ello, el Mundo se ve inmerso en una nueva conflagración de alcance aún mayor si cabe que la IGM. A la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, a las terribles consecuencias de pérdidas de vidas humanas de ambos bandos, hay que añadir el peligroso escenario que se perfila para la humanidad: la amenaza de un holocausto nuclear en un mundo dividido en dos grandes potencias. Ya nadie habla de guerra, excepción hecha de la Guerra Fría que es percibida como un fantasma que hay que evitar más que una guerra propiamente dicha; se empiezan a acuñar nuevos términos como conflictos, lucha armada, etc.; desaparecen los “ministerios de la guerra” para convertirse en “ministerios de defensa”.
En este contexto se va generalizando el empleo del término “Defensa” como acción y efecto de defenderse de algo concreto e identificado. En este mundo bipolar que se define a la conclusión de la IIGM y permanece hasta la desmembración de la Unión Soviética, materializada con la caída del muro de Berlín, tanto las naciones como las alianzas que conforman tienen identificadas sus amenazas y de ellas “se defienden”, creando para ello sus “estrategias defensivas”. De alguna manera esta concepción de la defensa proporcionaba la estabilidad necesaria, la sociedad se sentía segura; se satisfacía lo que en la propia Carta de la Organización de las Naciones Unidas establece como uno de los propósitos de la Organización: “Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin, tomar las medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas para la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz”.
Pero el concepto seguridad tal y como hoy lo entendemos empieza a surgir precisamente a la caída del Muro de Berlín, cuando al contrario de lo que lo preveían los idealista de la paz, se dibuja un mundo más inestable, donde se identificaban unas amenazas concretas y evaluables aparecen riesgos de naturaleza diversa sobre los que no sólo es más difícil encontrar la respuesta adecuada – “defensa” – sino su propia identificación – “prevención”. Los ataques del 11-S no hacen sino materializar que esos nuevos riesgos que se venían anunciando desde finales de los 90 respondían a un peligro real. Pero desde la perspectiva de las estrategias de seguridad el ataque a las torres gemelas provoca en la potencia hegemónica mundial, los Estados Unidos, un estado de shock, al sentirse vulnerables en su propio territorio. Las consecuencias inmediatas a la invocación, por primera vez en su historia desde su creación, del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte1, las estrategias preventivas, entendidas no como hasta entonces como acciones para prevenir riesgos, sino acciones que se anticipan al adversario – “ataques preventivos” – que justificaron la invasión de Afganistán y la posterior de Irak por EEUU.
En el medio plazo, esta nueva concepción de la seguridad, acabó en cierto modo con la concepción “unipolar” de la seguridad: ninguna nación es capaz por sí misma de garantizar la seguridad. Aparece un nuevo concepto: la “multilateralidad efectiva”. Resumiendo, podemos concluir que “defensa” es el modo de enfrentarnos a una amenaza, mientras que la seguridad, más intangible y difícil de alcanzar, y que nunca se logra de una forma absoluta, tiene un carácter preventivo, y su finalidad es prevenir los riesgos.
Hemos introducido como elemento diferenciador para definir estrategias de defensa y seguridad el enfrentarse a amenazas y riesgos, por lo que es importante definir claramente el gradiente riesgo – amenaza:
Riesgo. Lo entendemos como un peligro potencial, la posibilidad de que algo atente nuestros intereses. Por ejemplo un riesgo es la materialización de un ataque con armas de destrucción masiva por una organización terrorista. Existe la posibilidad (existencia de armas, grupos terroristas y previsible intención de realizarla) pero no hay ningún indicio de que dispongan de estos medios. A nivel interno riesgo es la materialización del adoctrinamiento de los Recursos Humanos de la Nación en contra de la unidad de España en los territorios mal llamados “Históricos” en los primeros años de la transición, pero no había indicios de que dispusieran del profesorado suficiente ideológicamente afín a los intereses de los separatistas en Cataluña y Vascongadas.
Peligro. Si a la posibilidad de llevar a cabo una acción hostil se añade la capacidad manifiesta de ejecutarla deja de ser un peligro potencial. En el ejemplo anterior la confirmación que un determinado grupo terrorista posee armas de destrucción masiva y manifiesta capacidad de obtenerlas y emplearlas nos enfrentamos a un peligro. En el ámbito sociopolítico interno es la confirmación de que existen los medios humanos y materiales para adoctrinar a la población y llevarla a cabo.
Amenaza. Si a lo anterior añadimos, la voluntad de realizar un acto hostil para realizar un daño nos encontramos ante una amenaza. Este es el caso de Cataluña y Vascongadas a día de hoy que se materializa en la realización de un referéndum ilegal separatista.
Por lo tanto, las “estrategias de defensa” se diseñan para hacer frente a los peligros y amenazas, mientras que los riesgos requieren establecer “estrategias de seguridad” en las que se establece el grado de seguridad que se puede alcanzar y en consecuencia el riesgo asumido que no aparece ni vagamente en la Estrategia Española de Seguridad respecto a los riesgos y amenazas internas.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca