Arcadi Espada (El Mundo).- El caso de la jueza Frauke Holmer, del Tribunal Superior Schleswig-Holstein, trae alguna noticia positiva para España. Su sintaxis, por ejemplo. Pronto presumiremos de Llarena y hasta de Garzón. Por lo demás, la nota que firma es asombrosa. La juez reconoce que el delito descrito por Llarena encajaría en el Código Penal alemán… si los hechos que lo sostienen fueran ciertos.

Porque, entrando hasta la misma bola de los hechos, la juez sostiene que no hubo la violencia que necesita el delito. Solo, exactamente, la que Puigdemont endilgó en su escrito de defensa a las masas exageradas del 1 de octubre. Pero no solo eso. La Frauke Holmer anuncia que la malversación también encaja con su código y que ahora va a estudiar si se ha dado. Lo de la violencia ya lo tenía estudiado.

El escándalo es tan manifiesto que hará bueno hasta a nuestro errático Llarena, que ahora contempla llevar su queja hasta el Tribunal de Luxemburgo, el que maneja las euroórdenes.

Llarena, en cualquier caso tiene lo que merece. Hace años ya planteó que la solución del asalto nacionalista a la democracia tenía que ser política. Más tarde hizo política -y hasta psicoanálisis- en unos autos lamentables donde los argumentos para encarcelar hoy servían para liberar mañana. La respuesta de la Frauke Holmer, como asintáctica, es inexorablemente política. Es decir, partiendo de su decisión ya tomada bracea en busca de argumentos que la justifiquen. Con pleno fracaso moral y técnico y autoridad irrecurrible. Así, tantas veces, los jueces, sesgo andante, viruta.