Heroína incautada procedente de los Balcanes, Turquía y Holanda

Por José L. Román.- España no sólo sufre una profunda crisis económica, territorial, social y política. El problema de fondo es más grave. En España faltan entre nueve y doce millones de jóvenes para sostener el Estado de Bienestar, es decir, el modelo público de pensiones, sanidad, educación, prestaciones…

Pues bien, a esa crisis demográfica que por diversas razones que todos conocemos, está dejando a España sin relevo generacional, solo le faltaba la vuelta a nuestras calles de una de las drogas más letales que existen en el mundo: la heroína. El aumento del consumo de heroína en nuestras calles significa retroceder en el tiempo y volver a vivir la que fuese junto al terrorismo marxista del GRAPO y de la ETA, la peor de las lacras que vinieron con la entrada de la democracia.

Hay un dato escalofriante: la mayor producción de heroína en Afganistán (9.000 toneladas al año) hace suponer a los CFSE que habrá un incremento de entrada de esta droga en la UE. A la clásica ruta de los Balcanes, con llegada a Holanda y posterior distribución por España, se suman ahora nuevas rutas de introducción que utilizan países caucásicos para la entrada en Europa.

Buques mercantes y contenedores tienen como destino los puertos de Barcelona y Valencia, como lo demuestra la reciente aprehensión de 330 kilos de esta droga en la capital catalana procedente de Turquía. En 2017 se decomisaron 441 kilos de heroína frente a los 234 kilos de 2016 (un 88,46% más). Creo que el dato es muy preocupante.

La realidad es que el aumento del tráfico y consumo de esta droga vienen solapados a muertes por sobredosis o droga adulterada en cualquier rincón de un parque, y al aumento de delitos como las “sirlas”, los tirones, los atracos a establecimientos de todo tipo, las ocupaciones ilegales de viviendas, los robos, las apropiaciones indebidas, las agresiones, asesinatos, etc.

Cuando recuerdo las muertes por heroína y el tsunami delictivo que esta droga provoca, me viene a la mente Matilde Fernández. Una socialista que fue ministra de Asuntos Sociales con Felipe González, y cuyo lema para paliar el contagio del SIDA y combatir la lacra de la heroína era el siguiente: “Que no te la pasen”. O sea, no te contagies con una jeringuilla infectada, pínchate con una nueva.

Hay realidades que no están escritas. Verdades cuya evidencia hace que veamos a nuestra democracia fuertemente unida a la distribución y al consumo de drogas, y a formaciones políticas “muy democráticas” sobre todo de izquierdas, que abogan y reivindican la legalización de estas sustancias. Ahí están las recientes declaraciones del iluminado marxista y alcalde de Zaragoza, comparando los efectos del paracetamol con los de la cocaína.

Los socialistas despenalizaron el consumo de la droga, pero no el tráfico. Una contradicción de lo más siniestra, pues si la droga no la podías adquirir en los estancos, alguien te debería proveer de ella. En resumen, que mientras los pudientes no tenían dificultad para conseguir su dosis, aunque llevasen a la ruina vidas y haciendas, los jóvenes de familias humildes recurrían al delito sin medir las consecuencias.

Esto provocó que los atracos a bancos y a estaciones de servicio se fueran convirtiendo en el pan nuestro de cada día. A renglón seguido se pusieron de moda los tirones a bolsos y a todo aquello que colgase del cuello de alguien. Los atracos a taxistas por la noche y a camioneros mientras dormían en áreas de descanso, se convirtieron en mera rutina. Más tarde, se pusieron de moda las “sirlas” a plena luz del día. Después, los robos con intimidación se extendieron a todo tipo de establecimientos. Se asaltaban domicilios particulares con sus moradores dentro, y se llegó incluso al impensable capítulo del atraco a una iglesia, a un vendedor de la ONCE o a un conductor de autobús de la EMT.

Pues bien, hoy que tanto se discute sobre mantener o no la “cadena perpetua” para los delitos más graves, algo a lo que tanto socialistas y comunistas se oponen y “Ciudadanos” se encoge de hombros, es el momento de traer a colación y restregarle por el hocico a esta gente, la nueva detención del capo mafioso de la droga “Sito Miñanco”. En una operación durante la que dos policías resultaron heridos, este capo gallego ha vuelto a ser detenido por el mismo delito que hace muchos años debía mantenerlo en prisión.

Este hijo de puta, responsable de cientos de muertes de jóvenes víctimas de la peor lacra que sufre nuestro pueblo, se ha beneficiado incompresiblemente y tras cuatro detenciones, de una lenidad que jamás la hubo para con jóvenes delincuentes de familias humildes que se pudren en la cárcel por delitos menores.

Si José Ramón Prado Bugallo, “Sito Miñanco”, fue puesto en libertad a pesar de la gravedad de sus delitos y ha vuelto a reincidir, no es algo atribuible únicamente a la Justicia española, que también, sino que son responsables los representantes de los partidos políticos que se sientan en el Parlamento español, y que se han negado sistemáticamente a que la “cadena perpetua” pueda ser aplicada a este tipo de sujetos o a personajes tales como asesinos en serie, violadores y terroristas.

Un último apunte que no conviene olvidar: El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH) condenó en 2003 a España a indemnizar a “Sito Miñanco” con 7.000 euros. Esa sentencia, dictada por tan distinguido Tribunal del que forma parte el canalla y despreciable magistrado, López Guerra, fue la antesala de otras perfectamente orquestadas: la que dejaba en libertad a los terroristas más sanguinarios de la ETA junto a violadores y asesinos en serie que sembraron el terror en nuestro pueblo, y la que condena a los trabajadores españoles a indemnizar con 50.000 euros a los terroristas vascos de la ETA que volaron la T-4 del aeropuerto Madrid-Barajas en diciembre de 2006. Todo un ejemplo de la democracia que nos conduce al precipicio.