Avergüenza ir por el mundo diciendo que eres catalán
Xavier Rius*.- Empieza a dar vergüenza ir por el mundo diciendo que eres catalán. Yo, cuando era joven, siempre decía: “‘I’m Catalan”. En plan Pau Casals. Aunque luego tenías que explicar que Catalunya estaba en la Península Ibérica. “Arriba, a la derecha”, aclaraba. Y que forma parte del Estado español.
Este verano mi mujer y yo hicimos un periplo por los países bálticos -periplo, que no crucero- y ya cambié de fórmula: “I’m from Barcelona”. A pesar de que el proceso también ha dado al traste con la imagen de la ciudad. El ayuntamiendo anda ahora poniendo anuncios en televisión sobre lo acogedora que es. Y he visto con mis propios ojos el bus turístico medio vacío.
Porque a Pujol, corrupto o no, lo recibían en todas partes. Los emperadores de Japón y el rey de Marruecos. El presidente de Rusia (Boris Ieltsin), de Argentina (Raúl Alfonsín) o de Egipto (Hosni Mubarak). Incluso los primeros ministros de China, Holanda, Bélgica, Hungría, Portugal o Suecia.
Desde luego, también todo los líderes europeos de la época: Helmut Kohl, Jacques Chirac, Sandro Pertini, Romano Prodi, Jean-Luc Dehaene o Ruud Lubbers. Hasta lo recibió George Bush padre en la Casa Blanca. Supongo que en este case pagando un pastón a uno de esos lobbies que se mueven tan bien por Washington
Puigdemont lleva casi tres meses en Bruselas y no lo ha recibido ni el conserje del edificio Berlaymont, sede de la Comisión. De hecho, ya fue de viaje oficial a Bélgica cuando era presidente y no pasó de la Feria Floral de Gante. Eso sí, lo atendió el alcalde de la localidad. Nacionalista flamenco para más señas.
Los procesistas alegan que a Pujol lo recibían porque no iba pidiendo la independencia. Y es verdad. Pero tampoco fue fácil poner en el mapa una simple “comunidad autónoma de España” en expresión del propio expresidente. Al principio lo confundían con el presidente de Generali. La multinacional italiana de seguros que, todo hay que decirlo, dio su primer empleo a Franz Kafka.
¿Cuál era el secreto? Él mismo lo cuenta en sus memorias: “Haciéndolo bien. Muy bien” (1). “A las naciones sin estado -añade- la vida nos es muy difícil. Tienes que ir por el mundo con mucho tiento, hemos de tener muy elaborado el mensaje que queremos hacer llegar porque si no fácilmente nos pueden ignorar” (2).
Con Puigdemont, pues, lo tenemos muy difícil. El hombre sigue en Bruselas animando al Girona, yendo a la ópera -por obligación según su abogado-, colgando vídeos de Hitler y haciendo tuits a diestro y siniestro. También declaraciones fuera de lugar. Como aquella de que la UE era un “club de países decadentes”. Secundada incluso por Pilar Rahola en directo durante un programa en TV3. Vatua l’olla, Pilar!.
En realidad, lo han advertido repetidamente el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker; el del Consejo Europeo, Donald Tusk -y eso que es polaco como nosotros-; y el del Parlamento Europeo, Antonio Tajani: que así no vamos a ningún lado.
Sin olvidar a jefes de estado o de gobierno como Merkel, Macron o Valls, entre otros. El último en sumarse a las advertencias hace apenas una semana ha sido el vicepresidente Frans Timmermans, un viejo zorro de la política europea.
Yo lo digo siempre: no es que los catalanes no podamos romper con el marco constitucional español si hay una holgada mayoría social. Al fin y al cabo, los norteamericanos rompieron con los británicos y no les ha ido tan mal. Lo que no puede ser es plantearlo con menos de la mitad del censo electoral: el 47,7% según las últimas elecciones.
El soberanismo permanece estancado en los dos millones de votos. Y no se puede hacer la independencia con la mitad del país. De aquí vienen todos los males. Haríamos bien los catalanes en pasar página, mirar hacia adelante, olvidar a Puigdemont e intentar recuperar en la medida de lo posible la imagen de seriedad que tuvimos antaño.
Hay que empezar a reparar ya los daños que ha dejado el proceso. O serán irreparables.
(1) Página 353 del segundo volumen de memorias: “Temps de construir (1980-1993), Proa, Barcelona 2009
(2) Op. cit página 352
*Director de e-noticies
En Aragón llamamos catalán a los agarrados, que no pagan nada, que están siempre discutiendo por el dinero, o que van con un “amigo” l bar y se pagan solo lo suyo…
Vamos como un auténtico desprecio.
Hace unos días un “amigo” catalán me invitó a comer en Barcelona.
Estuve esperando pacientemente a que pagará la cuenta, pero como se fue al baño, y se hizo el loco, AL FINAL LA ACABÉ PAGANDO YO. ¡Que remedio!
Y eso que me había invitado…, SUPONGO QUE A PAGAR.
Que eres catalán? Vamos hombre!, “Ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en esta vida” J.A. P. de R.
Lo demás son puñetas y ganas de hacer enfadar.