Puigdemont, ¿un Strogoff de mentirijillas?
Joan Ferran.- Paradojas de la vida y de la historia. No sería de extrañar que las generaciones futuras, cuando de aquí unos años estudien desapasionadamente el culebrón del procés, lleguen a la conclusión de que los mejores presidentes de la Generalitat, tras la Transición, fueron los no nacionalistas. Estoy convencido de que tanto Pasqual Maragall como José Montilla, con sus respectivos claroscuros, serán valorados como unos políticos honestos, serios, constructivos y, a fuer de racionales, sensatos. De Jordi Pujol quizás dirán que su madera de estadista -que la tuvo- se malogró por la carcoma filial y las herencias sobrevenidas. Eso sí, nadie va a poner en duda su capacidad de dilatar en el tiempo un paternalismo pairalista y patriótico hecho a base de guiños, compadreo y mucha memoria. Así y todo, algunos de sus exégetas jugarán al negacionismo y al revisionismo histórico, intentando devolverlo a los altares como el padre de la patria de finales del siglo XX e inicios del XXI.
Pero. ¡Ay! Más complicado lo tendrán -o no- los estudiosos de las figuras de Artur Mas y Carles Puigdemont. Del primero, a día de hoy, ya se puede afirmar que es el responsable de la deriva procesista y de sus daños colaterales, de la destrucción de la coalición que le encumbró y de la crisis de su actual partido. Nunca un político en activo destruyó tanto en tan poco tiempo. Artur Mas pasará a la historia como el especialista de las huídas hacia adelante; un hombre a la búsqueda de un abismo con épica capaz de convertirle en mártir entre sus fieles.
Pero. ¿Cómo verán a Carles Puigdemont las generaciones futuras? ¡Ah, amigos! Aquí la historia aún está por concluir. Probablemente aparezca como el continuador de las escapadas de su antecesor. Pero a éste habrá que endosarle un plus de comicidad trágica. Las visitas al Manneken Pis trufadas de verborrea en la que palabras como exilio, presos políticos, democracia, estado de excepción quedan vacías de significado no suman a su favor. De boutade en boutade, Carles Puigdemont, está devaluando la imagen de la presidencia de la Generalitat y de las instituciones catalanas. Su hégira europea está preñada de ira, amargura y despropósitos. Puigdemont ha agotado la cordura y sus palabras ya sólo suenan a desvarío. Cuando denigra a Europa, a sus estados y a sus gobernantes, insufla credibilidad a las teorías de la conspiración putinesca, fomenta especulaciones sensacionalistas e intrigas baratas. Se alinea con los populismos más estridentes y zafios del continente.
Pero lo más lamentable del enredo belga es que los cortesanos que le acompañan no son capaces de darle el alto y hacerle volver a la cordura. Mientras tanto, y gracias a la andanada antieuropea de Puigdemont, Junqueras y Rovira se frotan las manos deseando que el expresident siga montando numeritos.
Ya ven, Puigdemont y Putin coinciden. Ambos catalogan a la vieja Europa como algo obsolescente y antipático. ¿Acaso no ha sido Puigdemont una especie de Miguel Strogoff de pacotilla? Si, recuerden a Julio Verne, aquél correo al que el zar de todas las Rusias encomendó secretamente sus propósitos… El ex president se ha retractado, ahora dice ser un ferviente europeísta. Lógico, pero el daño ya está hecho y la percepción de que su pensamiento es volátil y débil se ha instalado entre la ciudadanía. Strogoff resisto la tortura, ‘Puchi’ no aguanta la crítica, por eso fue incapaz de convocar elecciones y huye.
En el sainete catalán este Carles Puigdemont, desabrido y de mirada perdida, nos provoca escalofríos.
370 médicos sopesan dejar Cataluña por la situación política
Una encuesta entre los profesionales revela que el 68% de los facultativos catalanes cree que la tensión en la región “dañará” la profesión
https://www.alertadigital.com/2017/12/01/370-medicos-sopesan-dejar-cataluna-por-la-situacion-politica/