Por José L. Román.- Aplican el artículo 155 de la Constitución a la carta. Convocan elecciones autonómicas en Cataluña para el día 21 de diciembre permitiendo que se presenten, además de los golpistas libres o encarcelados, partidos abiertamente independentistas. Siguen pagando los sueldos a los políticos y funcionarios catalanes con dinero del FLA, sin tener en cuenta las fechorías de quienes han apoyado el golpe de estado y la desobediencia a los Tribunales. Siguen a Puigdemont hasta Marsella permitiéndole tomar un vuelo hasta Bruselas, para después difundir que se ha fugado y montar el paripé con el abogado etarra y los tribunales belgas.

Permiten que los medios informativos al servicio del independentismo sigan emitiendo como si no hubiese pasado nada, a pesar de ser cooperadores necesarios de los golpistas para llevar a cabo sus delitos. No meten en cintura a ningún responsable del brutal adoctrinamiento en el odio a España que se ha ejercido y se ejerce en los centros de enseñanza en Cataluña. No disuelven el cuerpo de mozos de escuadra por delito de alta traición, y se limitan a apartar al primero de sus jefes para colocar al segundo. No reprimen los cortes de carreteras ni vías férreas en Cataluña para no molestar a los independentistas. Y, la Fiscalía de menores no actúa de oficio para que se ordene detener a los padres de los niños utilizados como barricadas en los cortes de carretera durante la huelga del pasado día 9 de noviembre.

Pero si hay algo que se lleva la palma en todo este paripé puesto en escena, ha sido sin duda el papelón desempeñado por Carme Forcadell en su declaración ante el Tribunal Supremo manifestando que todo el “proces” ha tenido “carácter simbólico”, y que el juez haya dictado prisión bajo fianza de 150.000 euros si quiere eludir la cárcel.

Señoras y señores de la diplomacia del engaño y la traición, señoras y señores de los medios informativos, esto pasa de castaño oscuro, no estamos ante la sustracción de cuatro chocolatinas en un supermercado, estamos hablando de una independentista que se ha significado junto a Puigdemont, no solo en llevar a cabo un golpe de estado, sino que ha desafiado y desobedecido públicamente a los Tribunales de Justicia en reiteradas ocasiones, y que tuvo el cuajo de leer personalmente el texto de la resolución, el pasado 27 de octubre, en la que se instaba al Parlament a declarar la independencia de Cataluña. Su declaración ante el Supremo y la fianza impuesta por el juez, ha desatado un cachondeo mayúsculo en las Redes sociales.

Convendrán conmigo, que solicitar 150.000 euros de fianza para eludir la cárcel a una criminal reincidente como Carme Forcadell, que para más recochineo se embolsa del Tesoro Público 157.000 euros anuales, es como pedirle amablemente al presidente de Mercadona que se digne a donar un par de yogures para la Cruz Roja, si no quiere ir al infierno.

La puesta en escena del pacto de la diplomacia del engaño y la traición desde la aplicación del 155 “a la carta”, cada día se parece más a una película de Berlanga. Las declaraciones de los ministros de Cultura, Justicia, Asuntos Exteriores e Interior, rayan lo esperpéntico. Nos toman por imbéciles. Se burlan en nuestras narices. Nos orinan en la cabeza y además nos dicen que llueve. Están actuando con el convencimiento de que tragamos con todo, y de que la estrategia del voto útil y del mal menor, de nuevo les dará la victoria. Saben que después del 21 de diciembre todo seguirá como estaba o peor, pues la fractura social que han provocado los golpistas es evidente, pero Rajoy, Sánchez y Rivera habrán salvado el autogobierno.

Créanme, lo único a lo que temen y que además está surtiendo efecto, son a las muestras de patriotismo con las banderas nacionales en todo lo alto, y al imparable boicot de los españoles a los productos catalanes. Ahí les duele. Los que han alimentado al monstruo antiespañol durante cuarenta años no deben irse de rositas, son tan culpables del desastre como los propios secesionistas, y ambos, deberían pagar por ello.