Son unos cobardes
Xavier Rius* (R).- No son sólo culpables sino que son también unos cobardes. La cuarta República catalana (1640, 1931,1934, 2017) ha sido la más efímera de la historia. Ha durado lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. La quinta si contamos el intento de 1873. Yo ya me he perdido.
En su declaración del pasado día 21, tras el anuncio de Rajoy de aplicar el 155, el entonces todavía presidente de la Generalitat pasó la pelota al Parlament. Pidió la convocatoria de una sesión plenaria para que los diputados “debatamos y decidamos”. Para actuar “en consecuencia”. Pero ni una palabra de independencia.
El jueves, cuando expiraba el plazo, Puigdemont no se atrevió a comparecer ante los medios de comunicación a los que previamente había convocado. Anunciaron una declaración institucional para las 13.30. Luego la retrasaron hasta las 14.30. Finalmente la anularon y convocaron el Parlament. También se retrasó.
En el pleno de la tarde no se le oyó. Para no facilitar la intervención de los presidentes de los grupos parlamentarios. Inés Arrimadas intentó, en vano, que hablara. “Debido a la gravedad de lo que se va a producir en esta cámara, hoy ha vuelto a no dar la cara”, le espetó.
La presidenta de la cámara, Carme Forcadell dijo que el debate estaba “tasado”. Se inventó un nuevo neologismo indepe. Como el de mandato democrático o el marxem. Al final dio tres minutos a la líder de Ciudadanos por alusiones.
El presidente de mi país permaneció sentado en su escaño con cara de circunstancias. Como si no fuera con él después de todo el cirio que ha montado. Quizá dejar escrito para la posteridad los nombres de los diputados que sí se atrevieron: Carlos Carrizosa (C,s), Alejandro Fernández (PPC), Eva Granados (PSC), Marta Ribas (CSQP), Carles Riera (CUP) y hasta el exconsejero Germà Gordó.
También -además de la citada Arrimadas-, Marta Rovira (ERC), Miquel Iceta (PSC) y Xavier García Albiol (PPC). Y, desde luego, la presidenta de la cámara, que intentó poner orden en el gallinero. En vano. Nadie duda a estas alturas de que el cargo le va grande. Ni siquiera los suyos.
Al día siguiente pasó lo mismo. En la jornada más importante de la historia de Catalunya en los últimos 40 años, Puigdemont tampoco abrió la boca. Luego hizo un discurso ante 700 alcaldes soberanistas reunidos para la ocasión.
Ya se había quejado Carlos Carrizosa de que aquello parecía “la sede de Esquerra Republicana, de la ANC o de Junts pel Sí”. Y Alejandro Fernández desveló que habían pedido ocho invitaciones y no dejaron entrar a dos “porque decían que no cabían”.
Pero el bochorno fue dentro. Votaron en secreto. El portavoz de Catalunya sí que es Pot, Joan Coscubiela, lo resumió con estas palabras: “La decisión que se está a punto de tomar tendrá unas consecuencias que obliga a que todo el mundo dé la cara delante de sus conciudadanos”. Él enseñó su voto a la hora de la votación.
Aunque quizás el que puso el dedo en la llaga fue Albiol: “¿Qué independencia proclamarán si no tienen narices? ¿Si tienen miedo a la legalidad española?. Ahí duele. En efecto, no se la creen. De hecho no se la han creído nunca. Por eso Mas va recogiendo 5,2 millones o el Govern piensa recurrir al TC y al Supremo el 155.
En realidad, en la votación, volvieron a pasar la pelota al gobierno catalán. El proceso empieza a parecerse a uno de esos partidos interminables de tenis. En las dos resoluciones aprobadas se “insta al Govern” a poner en marcha la independencia. Aquí nadie se atreve a firmar nada.
Por esta razón el sábado circularon versiones desde campos opuestos -Luis del Pino en Madrid y el republicano Oriol Güell en Catalunya- diciendo que, en el fondo, no se había proclamado nada. No les falta razón.
Pero yo creo que Rajoy está hasta los cojones de tanto paripé. Los Estados también pueden perder la paciencia. Lo veremos este lunes si el fiscal Maza pone la querella. Sinceramente, yo opino que no hay pacto bajo mano entre Rajoy y Puigdemont.
Más tarde, el aún president hizo un discurso desde la escalinata. Ya lo dije pero lo volveré a repetir: los discursos, en el Parlament, se hacen en el hemiciclo. Debió traicionarle hasta el subconsciente porque empezó con la fórmula habitual de “molt honorable presidenta del Parlament” Luego, “honorable vicepresidenta, alcaldes y alcaldesas, diputados y diputadas”. Una mezcolanza.
Incluso se atrevió a utilizar la fórmula de Tarradellas: “Ciudadanos de Catalunya”. Pero como en todos los discursos anteriores no se sabe si va o viene. Nunca ha dicho: sí, hemos declarado la independencia, ¿qué pasa?.
La peor es la foto: la del todavía presidente rodeado de diputados de la CUP con el puño en alto será demoledora para las expectativas del PDECAT el próximo 21 de Diciembre. En el caso de que el PDECAT todavía tenga alguna expectativa electoral.
Ahí estaban Anna Gabriel, Joan Garriga, Sergi Saladié, Gabriela Serra, Mireia Vehí como queriendo decir: aquí mandamos nosotros. Mostrando también qué tipo República quieren. Hasta el consejero de Interior, Joaquim Forn, salía en segunda fila.
En la imagen se coló incluso el republicano David Minoves, que anda como loco a ver si le dan algo desde que enseñó aquel cartelito contra al rey Felipe el día de la manifestación por las víctimas. Como si los gihadistas de Ripoll hubieran alquilado la furgoneta a la Casa Real. Yo lo ví un día saludando a Junqueras por los pasillos de la cámara tras la hazaña. Fue un saludo frugal. Visto y no visto. El líder de ERC se lo sacó de encima.
Puigdemont, en el discurso de las escaleras, volvió a escurrir el bulo. Otra vez dijo que “está en vuestras manos”. La palabra mágica de independencia tampoco apareció. Ni por asomo. A mí me recuerda cada vez más Mas tras el 9N. Cuando iba culpando a los voluntarios durante el juicio.
Pero da igual. El soberanismo ha tocado ya retirada. Puigdemont ha grabado un mensaje institucional en su amada Girona. El mensaje es su testamento político y el baño de masas una despedida. Ni siquiera lo grabó en Palau. El plató parecía un fake. O las escaleras de Juego de Tronos.
Hasta el valiente de Vicent Sanchis, el director de TV3, ha acatado la legislación española. Al mediodía todavía ponían presidente de la Generalitat pero en cuanto les dieron un toque lo dejaron en president. La fórmula habitual que se utiliza para los expresidentes. Sanchis, que iba diciendo que él sólo obedece al Parlament. El mismo, por cierto, que pidió su dimisión. Lo que hay que hacer por salvar el cargo.
Y hay que tener también mucha sangre fría -o mucha jeta- para llamar a la “oposición democrática” mientras te zampas una opípara comida en un buen establecimiento rodeado de amigos. Al menos haber comido en casa discretamente. Si hubiera sido de noche parecería la última cena.
Pero lo mejor es la frase final del discurso. No sólo cuando apela a la “fraternidad” con los pueblos de España sino cuando afirma que “seguiremos trabajando para construir un país libre”. Si sigues trabajando para “construir un país libre” es que no lo eres. Ahí le traicionó otra vez el inconsciente, la inteligencia o las dos cosas a la vez.
Da igual. Esto amenaza en convertirse en una versión moderna del paso del Berezina. Como cuando Napoleón salió huyendo de Moscú. El director general de la Policía ha decidido irse a casa. Felizmente porque sólo nos faltaba que los cuerpos policiales se liasen a tiros entre ellos.
Ha difundido una carta hablando del ADN y el compañerismo. Eso sí después de haber conseguido que ni los jueces ni las fuerzas de seguridad vuelvan a fiarse de los Mossos en mucho tiempo. Deberán acabar ayudando a viejecitas a cruzar la calle.
Además éste era aquel iba diciendo que “me dáis pena todos los españoles”. Y eso que ya había ejercido de alto cargo. Director general de servicios penitencarios entre el 2013 y el 2016. Un amigo de Rull. Un encanto. Dotado, sin duda, para las relaciones humanas y las diplomáticas.
Yo me quedé de piedra cuando, tras los atentados de las Ramblas, fue el encargado de recibir a Rajoy a pie del coche oficial en una de esas cumbres político-policiales que se celebraron para limar asperezas. Hasta le dio la mano, claro. Debió luego correr raudo a descontaminarla.
El mayor Trapero también ha renunciado. Yo creo que, a éste, lo empuran. Tiene todos los números. No es lo mismo comparecer ante una juez vestido de uniforme -o de civil- cuando mandas un cuerpo de 17.000 agentes que cuando ya no eres nadie.
Todos los que han empujado el proceso deberán tener en cuenta ahora que han destrozado la vida de mucha gente. Porque Trapero, como los dos Jordis, tiene familia e hijos. En cierta manera los han utilizado de carne de cañón. De fiel infantería.
¿A los mossos expedientados por hacer la vista gorda el día del referéndum qué les van a decir? ¿Quién dará la cara por ellos? ¿Y a los altos cargos cesados? Bueno, éstos da igual porque fueron veloces a Palau a firmar un día su compromiso con el referéndum. Sacando pecho.
¿Pero y a los funcionarios que les descontarán una parte de la nómina por haberse apuntado a la aturada de país, la huelga general promovida desde las altas instancias? Porque a éstos también los engañaron. De hecho ,han engañado hasta a los independentsitas que les votaron.
En efecto, ¿dónde están los valientes? No ha habido ni épica en el desenlace final. Al menos hasta hora. Los consejeros han hecho llamadas a la resistencia por twitter. O con artículos en la prensa amiga como Junqueras. Que ya prepara las próximas elecciones. Autonómicas, por supuesto. Y con vídeos grabados antes de la debacle como Rull.
¿Dónde está Romeva? El consejero volador por el número de horas que le hemos pagado en aviones entre todos. Al final no nos han echado una mano ni los países bálticos. El Tribunal de Cuentas debería obligarle a devolver el dinero.
¿Dónde está Turull, que iba diciendo que abría “un gran tsunami democrático”? ¿Dónde el consejero de Justicia, Carles Mundó, de ERC, que aseguraba que “el Gobierno español no tiene suficientes fiscales para parar tanta democracia”?
Pero sobre todo: ¿Dónde está Mas, el que la lio todo? El que subestimó las fuerzas del rival y sobrevaloró las propias. Él nos tenía que llevar a Ítaca. El que iba de mesías. El que vendía que era David enfrentándose a Goliat. El astut, en definitiva.
El que confundió una plaza Sant Jaume llena con un sondeo electoral aquel infausto 20 de septiembre del 2012 tras regresar de Madrid. De militantes de CDC, de la JNC, de Reagrupament, todo hay que decirlo. Hasta estaba el mencionado Vicent Sanchis en primera fila. Haciendo méritos.
Hay que hacerle un monumento. Estudiar su caso en las facultades. No sé si de ciencias políticas o de psiquiatría. Gracias a él, su antiguo partido ha pasado de 62 diputados a una expectativas de 15-13. Si yo fuera Marta Pascal firmaría ahora mismo.
Los catalanes hemos pasado por la vergüenza de ver ahora como el gobierno de Madrid ha destituido el Govern en pleno, ha disuelto el Parlament y ha convocado elecciones. Puigdemont hubiera podido ahorrarse el ridículo si lo hubiera hecho el mismo el pasado jueves. Pero no ha sido capaz de decidir ni eso.
¿Por qué? Yo ya dije que el hijo del pastelero de Amer no podía arriesgarse a que le llamasen botifler el resto de sus días. Dicho con todo el respeto por el gremio del dulce y por los habitantes de esta localidad de la comarca de la Selva.
Pero me temo que la razón definitiva es: ¿Cómo vas a convocar elecciones ahora para no ir al trullo si tienes a Jordi Cuixart y Jordi Sánchez en la cárcel?. El presidente de Òmnium se apresuró a proponer se activase la Asamblea de Cargos Electos. Una manera como cualquier otra de recordar que sigue en Soto del Real.
Ya os vale. Habéis dejado un país trinxat, exhausto. Dividido por la mitad. La historia os juzgará a todos pero espero que antes lo hagan los electores. Los catalanes deberemos recuperar antes que nada la confianza en nosotros mismos. Han llevado Catalunya al desastre. Al puto desastre.
*Director de e-noticies
Hemos sufrido una grotesca infamia y afrenta, que será el inicio de una larga serie de episodios de victimismo que se avecinan. Pero el daño está hecho: estos malvados payasos han desmantelado la economía y la convivencia de una región española, daño que tardará décadas en repararse. Hay que extinguir los nacionalismos, una enfermedad que lleva años carcomiendo nuestra Patria. Resulta vital acabar, de una vez por todas, con todos los traidores a la Nación infiltrados en la política. Nosotros podemos colaborar activamente, exigiendo de los poderes del Estado un primer paso para arrancar las raíces de la anti-España. –… Leer más »
Y yo espero que un grupo de españoles los juzgue como Dios manda, a no mucho tardar.