Por José L. Román.- Siempre se ha dicho en plan jocoso, que un diplomático es aquel capaz de convencer a su mujer de que un abrigo de pieles la engorda.

Recordemos cuando esa diplomacia lograba que la Internacional del Dinero (EE.UU.) y la Internacional Socialista (la extinta URSS), se sentasen en la mesa común. La Internacional Socialista se convertía en el brazo político de la Internacional del Dinero, y a la recíproca, la Internacional del Dinero pasaba a ser el instrumento financiero de la Internacional Socialista.

Pues bien, si ya tenemos claro el papel de la diplomacia en política internacional, y de lo que esa diplomacia es capaz de pactar y consensuar, guste o no guste a los ciudadanos del mundo, convendrán conmigo que, lo sucedido ayer viernes 27 de octubre de 2017 en España, con la declaración por Puigdemont de la república catalana por una parte, y la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte de Rajoy, no ha dejado de ser una negociación puramente diplomática entre las partes, con la participación activa de la UE, PSOE y Ciudadanos.

Tu declaras la república catalana y reconfortas a los tuyos, y yo, aplico el artículo 155 con limitaciones, solo para calmar a los míos. Prueba de ello, es que Rajoy convoca elecciones para el próximo diciembre como quería Puigdemont, y éste, no sale al balcón a proclamar la república y el responsable del departamento de Interior, destituido con la aplicación del artículo 155, acata la decisión sin pestañear, y envía una carta de despedida con un contenido exquisito a todos sus subordinados.

En mi último artículo hice alusión a que el gobierno de España aplicaría el artículo 155 pero “a la carta”; o sea, con arreglo a los puntos de negociación diplomática pactada y consensuada por las partes. En síntesis, un paripé y una farsa puesta en escena para intentar contentar a todos, pero dejando la situación, incluso, peor de lo que estaba.

Dice Rajoy que el gobierno acaba de aplicar el artículo 155, pero, resulta que la TV3 ni se toca. A ver, ¿cómo se come esto? ¿Cómo explica a los españoles esta imperdonable canallada? Recuérdese que, por ejemplo, la repugnante Empar Moliner, que quemó un ejemplar de la Constitución en directo a través de esa infecta cadena de televisión sectaria, antiespañola y deficitaria, sigue cobrando su sueldo a través del FLA y sigue en su puesto yéndose tranquilamente de rositas, y, por el contrario, el joven Raúl Macià, por restituir la bandera de España en el balcón del ayuntamiento de su pueblo, Balsanery (Barcelona), fue de inmediato identificado, detenido y conducido directamente a prisión por los “pistoleros a sueldo” al servicio del independentismo, por decisión judicial.

La puesta en marcha de la diplomacia del engaño y la traición por parte de Rajoy, Sánchez y Rivera, para salvar el autogobierno catalán, a pesar de todos los atropellos cometidos por los independentistas, me parece una burla dantesca y de las más graves traiciones que se le pueden hacer a un pueblo, que harto de ser insultado, difamado, injuriado, calumniado y pisoteado, se había lanzado a la calle para enfrentarse al independentismo y por la unidad de España.

Si el gobierno de Rajoy tomaba las riendas para la gobernabilidad de Cataluña tras el consejo de ministros extraordinario de ayer viernes (27-O), al ser destituido el gobierno autónomo, ¿quién mandó cargar a los mozos de escuadra contra los jóvenes que salieron con banderas españolas para celebrar la aplicación del 155 y contrarrestar la euforia de los antiespañoles?

Una vez más nos han engañado. Lo han venido haciendo durante los últimos 40 años, siendo cómplices y colaboradores necesarios de los independentistas y de quienes les apoyan, pero, esta vez han ido más lejos, han tenido la desvergüenza de hacerlo con el pueblo español en la calle, con las banderas españolas en todo lo alto, y haciendo oídos sordos a los gritos desgarradores pidiendo justicia para acabar con los secesionistas y con las autonomías.