Escrache contra la asamblea de Podemos a favor del referéndum ilegal en Cataluña.

En la alta dirección del PP recordaban hace meses el viejo cuento de Andersen «La princesa y el guisante» para denunciar la piel fina de Podemos cuando, en lugar de atacar al rival, son ellos quienes reciben cera en el Parlamento. El relato infantil, en el que se pone a prueba la resistencia de una joven de sangre real colocando el fruto bajo su colchón, salió a colación tras el escrache ayer de grupos patriotas

Españoles de Zaragoza actuaron de bálsamo para muchos compatriotas de todos los puntos de España, que esperaban un acto de autoafirmación nacional frente a días de incesantes provocaciones y gestos de sedición por parte de los mandos políticos catalanes. Y qué mejor ocasión que hacerlo frente al lugar que acogió la asamblea de la extrema izquierda de Podemos, junto a una representación de partidos separatistas, a favor de los golpistas catalanes. Como ocurre siempre, la crónica es susceptible de modificarse si en ella intervienen personas calificadas de “ultras y nazis”. Daba igual que los congregados lo hicieran acompañados de banderas rigurosamente constitucionales, o que proclamaran frases y cánticos tan escasamente subversivos como “Viva España” y el himno nacional, además de prorrumpir en gritos de apoyo a policías y guardias civiles, custodios del orden legal.

Que hayan españoles dispuestos a proclamar alto y claro su adhesión a España es algo que “El chepas” y su banda querrían desterrar para siempre. Ya se sabe que “El chepas” tiene una pintoresca visión de la libertad expresiva a partir de según qué cosas y de según qué causas. Y no sólo “El chepas”. Reproducimos algunos titulares aparecidos hoy: “Cientos de ultras rodean la Asamblea de Podemos en Zaragoza” (La Vanguardia); “Un grupo de nazis impide la salida a los participantes en la Asamblea de Podemos” (El Plural); “Estamos rodeados de nazis por defender la democracia (Alberto Garzón); “Cientos de ultras cercan la asamblea de Podemos” (El diario). Por supuesto, los que estos días en Cataluña han coaccionado, cercado y amenazado a guardias civiles, incluyendo el destrozo de sus vehículos, son ejemplares ciudadanos ejerciendo su derecho al pataleo literalmente entendido. El corolario del cinismo lo pone TV3, que denunció hoy a bombo y platillo el “ataque” a uno de sus coches en Zaragoza. Tal vez, los herederos informativos de Radio Ruanda tendrían que haberse preguntado si los atacantes tomaron o no como fuente inspiradora al reportero de TV3 Iván Medina, fotografiado micrófono en mano cuando saltaba sobre el capó de un coche de la Benemérita.

Pablo Iglesias, durante el escrache a Rosa Díez

Para la extrema izquierda y sus socios separatistas, defender la sedición atacando a los encargados de perseguirla, es un ejercicio de soberanía democrática tan loable como ayudar a una ancianita a cruzar la calle. Para esa misma izquierda, no quedarse de brazos cruzados cuando un grupo de canallas pretende romper en pocos días lo que existe desde hace siglos, merecería el más severo correctivo que se haya dado nunca a los desafectos ideológicos desde los tiempos de Stalin. Lo de Zaragoza ha servido de punto de partida de la más que necesaria contestación ciudadana al separatismo y sus cómplices, que tendrá lugar en toda España a lo largo de la semana. Ahora ya sabemos que las concentraciones patriotas son metralla pura para la gente del “Chepas”. Una razón más para participar en ellas.

No nos olvidamos de la tragicómica presidenta del Parlamento de Aragón, Violeta Barba, elevada a mártir en los altares del progresismo, gracias a una pequeña botella de plástico que al parecer le lanzaron y que, felizmente, no le causó el más ligero rasguño.

Tiene gracia que quienes recurrieron a prácticas a veces matonistas para imponer sus ideas, o proscribir las de otros, se hagan hoy las víctimas por sufrir los escraches que ellos patentaron.

Cárceles y «chekas»

Los grandes símbolos de Podemos fueron los primeros en dar por buenos los «escraches» contra políticos del Partido Popular y del PSOE. En un homenaje a Hugo Chávez el 6 de abril de 2013 en Madrid, Pablo Iglesias definía estas acciones como «jarabe democrático de los de abajo». Sabía de lo que hablaba. Adelantándose a todos, el líder de Podemos y su jefe de campaña, Iñigo Errejón, recibieron a Rosa Díez al grito de «Fuera fascistas de la Universidad» en una suerte de «escrache» organizada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, en 2010, cuando este concepto de persecución a los políticos sonaba todavía como algo propio de Argentina.

Colau, la activista que se forjó en los escraches

Ada Colau durante un escrache a Luis de Guindos.

Un mes después del alegado de Iglesias a favor de estas acciones, la hoy alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, defendía en el programa «El Gran Debate» de Telecinco que se trataba de «protestas necesarias, que indican la vitalidad de una sociedad que se defiende ante una situación injusta. Hay que comprender, respetar y analizar. Son ejercicios del derecho de protesta. Los escraches es ir a protestar delante de los políticos, en sus domicilios, donde estén. Es algo correcto, está bien y es necesario».

La posición de la ahora alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, fue más allá. Encabezó muchas de las acciones que hicieron célebres a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. El mismo día que la propia portavoz de la PAH cobró relevancia pública fue por llamar «criminal» al representante de la banca en el Congreso de los Diputados. En un momento de su comparecencia anunció que los diputados que votasen en contra de una iniciativa legislativa popular serían «públicamente señalados allí donde vayan» (escrache), como medida de presión social. La alcaldesa siguió reivindicando esas protestas como «acciones pacíficas» y defendiendo su legalidad, pese a lo cual el Código Penal, en su artículo 498, dispone que «los que emplearen fuerza, violencia, intimidación o amenaza grave para impedir a un miembro del Congreso de los Diputados, del Senado o de una Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma asistir a sus reuniones, o, por los mismos medios, coartaren la libre manifestación de sus opiniones o la emisión de su voto, serán castigados con la pena de prisión de tres a cinco años».

El «escrache» a Barbero cambió el paradigma

Unos 300 policías municipales acorralan al concejal de Seguridad durante una protesta

Los «escraches» eran acciones pacíficas para muchos hasta que el 17 de febrero de 2016,el delegado municipal de Salud, Seguridad y Emergencias de Madrid, Javier Barbero, sufrió en sus carnes las agresivas protestas de 300 municipales fuera de servicio. El delegado municipal consideró que el «acoso» del que fue víctima no fue un «escrache», sino un ataque a una persona que representa a una institución y que lo que le sucedió le recordaba, más bien, a actos de «grupos fascistas». La Asociación de Policía Municipal Unificada (APMU) denunció que Barbero intenta así politizar unas protestas que son laborales y que «hemos hecho con corporaciones de todos los colores»

Iván Medina, periodista de TV3, da saltos en el capó de un coche de la Guardia Civil.

La respuesta de Javier Barbero contrastó con sus repetidas manifestaciones a favor de los «escraches» y su supuesta participación en uno de ellos. El 5 de diciembre de 2015 se hizo pública  una foto en la que, según fuentes policiales, se aprecia a Barbero participando en un escrache contra Alberto Ruiz-Gallardón, en la calle del Sacramento, cuando renovó su cargo de alcalde el 11 de junio de 2011. La respuesta del concejal no fue una negativa. Tampoco lo contrario. Pero sí alegó: «He participado activamente en numerosas protestas ciudadanas en el marco del movimiento 15-M».

También el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha expresado su completo rechazo a las protestas contra Barbero y todas las que puedan causar daño físico, distinguiéndolas de las que «se hacen en defensa de la libertad de expresión». Según el líder de Podemos, es preciso diferenciar entre los ejercicios de libertad de expresión y aquellas destinados a «la rendición de cuentas a la que están obligados todos los políticos, y eso está muy bien». Así las cosas, Iglesias recurrió a una de sus frases hechas favoritas para no dejar claro de qué tipo son las protestas contra Barbero: «La violencia no es que la gente proteste y manifieste sus opiniones, sino que haya familias que tienen que buscar la comida en la basura».