AD.- No se entiende la terca obsesión en algunos sectores del madridismo por la continuidad de Cristiano Ronaldo. La enésima deslealtad del portugués al equipo blanco no está siendo respondida con la dignidad ni la importancia que tiene una entidad como la casa blanca. Ronaldo halló en el Madrid el máximo esplendor de su carrera deportiva. Sin Ronaldo, el Real Madrid seguirá ganando títulos y sumando adeptos en todo el mundo. Sin el Madrid, Ronaldo tal vez no presumiría de un palmarés sólo a la altura de Messi ni de una proyección mediática comparable a la del presidente de Estados Unidos.

En apenas tres meses, el de Madeira ha pasado de sostener que el “Madrid es el club de mi corazón” a manifestar su deseo de abandonar la disciplina de Concha Espina. Eso le retrata como un personaje inmaduro y acaso con importantes lagunas afectivas. Sus salidas de tiesto, que en el Madrid han sido muchas, han coincidido siempre con su enfermiza necesidad a ser reconocido como un dios revivido vestido de futbolista, como un cíclope ateniense siempre ávido de purpurina mediática y de ser destacado a diario como el más guapo y listo de la clase. Con sus goles, Ronaldo ha cumplido con el Madrid en lo deportivo. Pero es mucho más lo que ha supuesto el Real Madrid al ego superlativo, enfermizo, del portugués.

Hace mal Florentino Pérez en mostrar tanta conmiseración con quien ha perturbado el festín madridista tras conseguir Liga y Champions la misma temporada después de 58 años. No habría habido mejor respuesta al ensoberbimiento del portugués que mostrarle la puerta de salida previo pago, cómo no, de la cláusula de rescisión de su contrato. Eso e instarle a que cumpla con sus pagos al fisco como hacen millones de españoles que no son tan afortunados.

Ronaldo tiene 32 años, una edad que lo sitúa en el otoño de su actividad profesional en medio de un equipo con un buen ramillete de primaverales figuras. Alcanzada la cima, lo lógico es pensar en un lento pero imparable declive a partir de ahora. Las leyes de la naturaleza no entienden de cracks. La oportunidad de percibir doscientos millones por un futbolista veretano y deportivamente amortizado, la posibilidad que ese dinero le brinda al Madrid de apuntalar el equipo para los próximos años con algunos de los mejores talentos del mercado, no debería provocar ninguna duda en el presidente madridista. Sería sin duda la mejor operación económica en la historia del fútbol mundial.

Ronaldo ha sido un futbolista excepcional. Pero Ronaldo no ha sabido estar a la altura personal que esa excepcionalidad deportiva le exigía. Quejarse de que la entidad que le ha estado pagando tan generosamente no salió en su defensa al conocerse que parte del dinero recibido iba a parar a paraísos fiscales y no a la hacienda pública española, es, sobre todo, un insulto a los españoles de superior valía a la suya y que sin embargo sobreviven económicamente con lo puesto.

Si Ronaldo quiere irse del Madrid… puente de plata.