España cumple en Macedonia (1-2) y se jugará la clasificación ante Italia en el Bernabeu
Con una primera mitad mejor que la segunda, España cumplió en Macedonia, un lugar poco agradecido. Es un rival débil, pero no fácil. Está en ese estadio de evolución futbolística en que meter un gol le supone una proeza, pero en el que ya sabe acorazarse en defensa de modo convincente.
España salió con una idea radical. Isco en lugar de Vitolo, de modo que habría más juego interior, más posesión y menos banda. Pocos equipos en el mundo pueden juntar a Iniesta, Isco, Silva y Thiago. Es como un sistema con cuatro soles. Cuatro jugadores de rotación completa, cuatro cerebros. Más cerebros que extremidades. Cuatro jugadores que, en sí mismos, pueden ser el centro del juego. Mucho molino dando vueltas y poco grano.
Paradójicamente, en un sistema así la importancia es de los laterales. El arrastre, el desnivel y el desequilibrio lo debían poner Alba y Carvajal. Las primeras profundidades fueron del lateral izquierdo.
España salió a resolver, a ganarse pronto el verano. El juego era fútbol control y pecaba sólo de cierta pasividad en la delantera. Hasta seis macedonios se ponían en fila delante del portero como bolos para la embstida o el pronto de Diego Costa.
Detalles de Isco
Por Alba llegó el primer gol. Iniesta le elevó un balón artístico y el lateral, propulsado, se la dejó a Silva. En tres toques cambió el juego: uno para controlar, otro para darse media vuelta y dejar a toda la defensa de espaldas a lo importante, y otro, ya con la derecha, para batir al portero.
En sus mejores momentos, cuando salía de su red de toques, el fútbol de España adquiría una condición extraña y fulgurante: cada vez más rápido y en un espacio cada vez menor. Se aceleraba hacia lo pequeño, hacia la baldosa. Era un fútbol miniaturesco, nanotecnológico. Muy rápido y muy concentrado, un fútbol chip.
Silva volvía a abrir el marcador en un partido de clasificación. Le está devolviendo a Lopetegui la confianza ejerciendo de líder convincente.
España rozaba un 80% de posesión y además estaba atenta a las posibles contras macedonias. Buen trabajo general, pero especial atención de los defensas durante ese rato. Las contras locales eran escapadas más que contras. Estaban llenas de miedo, como si el jugador de turno se aventurara hacia lo desconocido sin ninguna fe, como si huyera atemorizado de la cárcel de su propio campo. Dos saques de esquina fueron todo el peligro.
Tanto como Silva, o incluso más, brillaba un Isco muy crecido y desenvuelto. Le dio el segundo a Diego Costa en una jugada desacostumbrada: una penetración vertical de extremo con regate en carrera al defensa.
A los jugadores del Madrid se les notaba la Champions. Les brillaba el semblante. Isco pudo marcar en el 40 y en el 44, en jugadas que originaron Alba y Carvajal. Se durmió un poco el malagueño ante el portero. Se encandiló.
La segunda parte comenzó con la imagen de Julen Lopetegui desencajado porque Diego Costa se jugaba absurdamente la suspensión ante Italia. El seleccionador es un hombre que se desgañita en la banda. Trasmite una energía necesaria para esta selección que tiende a dormirse en la autocomplacencia de un infinito pegapases.
España elevó la posesión hasta niveles abusivos y cloroformizó el partido a base de combinaciones prudentes, conservadoras y sin riesgo. El partido estaba raro: un equipo la tocaba y la tocaba con absoluta superioridad y gran olvido de la portería y la verticalidad, mientras que su entrenador ponía un gesto crecientemente dramático en la banda.
Y tenía razón Lopetegui. España se durmió y permitió el 1-2 en una gran jugada personal de Ristovski que superó a un Ramos no tan fino.
Lopetegui quitó a Silva por Pedro. Recuperaba normalidad, un jugador con sentido del ataque. Tras el gol, España perdió el control del partido. La posesión se fue acortando. No es que implosionara por completo la arquitectura de tuyamías, era que los macedonios se habían venido arriba. El efecto psicológico. No tenían el balón, pero sí psique, algo es algo.
En diez minutos, España reanudó un poco su fútbol. Importancia de Iniesta, que fue el primero en volver a amasar la jugada. Volvieron a aparecer Isco y la velocidad de Alba. Macedonia se atrevió a quitar un central e incluso mandó algunos jugadores al ataque. Diego Costa pudo sentenciar y el partido acabó entre contragolpes que una desdibujada España ya no aprovechó. Ramos estuvo a un tris de tropezarse y provocar un penalti. Ese fue el clímax, el susto antes del final.
El pitido del árbitro decretó el inicio de las vacaciones para nuestros internacionales. Les tuvo que sonar a música celestial. A la vuelta, el 2 de septiembre, esperará Italia en el Bernabéu, el partido que decidirá la clasificación. O de otro modo, el inicio del Mundial de Rusia.
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