Por José L. Román.- La prudencia demanda en ocasiones un tiempo, aunque sea breve, para responder con ánimo sereno a quien con apasionamiento se permite, amparada por la democracia, pronunciarse en términos que no sólo confunden a la opinión, sino que ofenden de un modo muy grave a la inteligencia de los españoles que todavía piensan por sí solos.

A la señora Ana Pastor, de Ferreras, que diría el clásico, “jefa política” de ese medio informativo marxista conocido por “La Secta”, hay que imputar el engaño y la ofensa. El engaño, por confundir con falsedades a esa masa amorfa e ignorante enemiga de los libros, que se mete directamente en vena una buena dosis diaria de bodrios de esa cadena televisiva. Y la ofensa, por sus declaraciones cargadas de intención tras los atentados de Londres, en las que acusaba a la Policía londinense de “asesinar” a los terroristas.

Tras tu “vómito marxista”, Ana Pastor, las Redes sociales echaron humo. Pero, no por tus miserables acusaciones contra unos agentes de Policía, que también, sino porque conociendo tus postulados, cualquiera que esté al cabo de la calle pudo entrever que en tu inoportuno “vómito” subyacía un mensaje subliminar contra todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado españoles: ¡Ojito! con tocar un solo pelo a cualquier terrorista islámico.

Esta eres tú Ana Pastor; la de La Secta; la de Ferreras. En principio, aseguraste que los terroristas habían sido “abatidos” por las Fuerzas de Seguridad, pero segundos después, decidiste rectificar y explicar que realmente “habían sido asesinados por los policías”.

La cosa no sucedió como a ti te hubiese gustado, ¿verdad? Para ti, por poner un ejemplo, la solidaridad de Ignacio Echeverreía para con el prójimo, no es de tu color preferido. Su perfil tampoco coincide con el de tus sucios prejuicios. El joven ferrolano no encaja en tus asquerosos tópicos: varón, español, católico, trabajador de una empresa de finanzas en Londres, y por supuesto, un hombre hecho y derecho con dos cojones. A tu hembrismo, de nada le sirve la valentía y el arrojo de un joven español defendiendo a una mujer a la que estaban acuchillando tres terroristas moros, por eso lo ignoras. Da igual que entregara su vida por defender a una mujer o a veinte, es lo mismo, hubieses deseado que nuestro héroe entrara en tus esquemas, pero no fue así. Si hubiese sido progre, inmigrante sin trabajo, o un activista por los derechos de las cucarachas, entonces, le hubieses dedicado veinte programas y propuesto para los premios Goya.

Odias a la Policía, por eso tus envenenadas declaraciones, por eso tú “vómito” antipolicial. Aunque se trataba de una intervención al límite, llevada a cabo por agentes londinenses, al fin y al cabo eran policías. Esa es la cuestión. Pero, si la Policía de Londres como tú sostienes asesina a terroristas, dime una cosa, y tú, Ana Pastor, ¿a quién “asesinas”? Pues “asesinas” a gentes ignaras que se tragan todas las milongas que quieres contarles, contaminando y anulando sus mentes y dejándolas totalmente lobotomizadas. Así las “asesinas”. “Asesinas” a paniaguados e interlocutores que no se atreven a plantarte cara por estar bajo la mirada y el poder de tus amos.

Pero, cuando quedas frente a frente con una persona culta, con las ideas claras, sólida formación, sin influencias directas de los que te pagan el sueldo, y con un pensamiento maduro y recio como te sucedió con Marine Le Pen, entonces, como en aquella ocasión, además de que se te vio el plumero, quedaste públicamente en evidencia, y por supuesto, fuiste incapaz de “consumar tu asesinato”.