Operación antiyihadista de la Policía Nacional en Santa Coloma (Barcelona)

Al hándicap de no ofender a los musulmanes se une ahora también la dificultad de no ofender a los catalanes. Mejor dicho, a los separatistas catalanes, pues es bastante dudoso que haya un catalán bien nacido al que le inquiete que se incrementen las medidas para reforzar la seguridad de todos. Pero ya se sabe que en los tiempos de zozobra que viven las débiles democracias liberales europeas, la corrección política del diagnóstico es más importante que la letal enfermedad.

España, al igual que Francia o Reino Unido, debería estar en un nivel de alerta cinco, atendiendo al riesgo de atentado. Especialmente Cataluña, donde anida lo peor de la bestia islamista autóctona. ¿Por qué no ha sido decretada esa medida? Para no desplegar soldados en las calles catalanas y dar con ello argumentos al victimismo separatista. Miserias locales cuya mezquindad resplandece ante la gravedad de lo que está en juego.

Así las cosas, se echa en falta una voz autorizada que proclame a los cuatro vientos que si Cataluña y el resto de España no han sufrido aún los zarpazos de la bestia ha sido sobre todo por la ejemplar eficacia de las unidades antiterroristas tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil.

Antes o después, sin embargo, tendremos un atentado serio en España, y si nos hemos salvado hasta ahora, sobre todo los catalanes, ha sido sólo por nuestra policía y a pesar de dirigentes como los de la Generalitat. En los últimos 12 meses, las unidades antiterroristas de la Policía Nacional han arrestado a 86 yihadistas, la mitad de los cuales venían a captar gente y la otra mitad a cometer atentados. Y la Guardia Civil, una cifra algo menor, lo que hace un total de más de 140 yihadistas detenidos, lo que constituye la cifra más elevada de desmantelamiento de células yihadistas de Europa con gran diferencia. Más de la mitad de la células estaban listas para atentar, sobre todo en Cataluña. Por consiguiente, policías y guardias civiles han salvado literalmente la vida a muchos catalanes. Es indigno que esta realidad no se reconozca.

Lo que se necesita para evitar un atentado es inteligencia contraterrorista, y la Policía y la Guardia Civil han demostrado tenerla muy por encima de la mayoría, en parte por su larga y dura experiencia en su lucha contra ETA.

Solo el factor humano, la abnegación y las jornadas agotadoras de trabajo de los hombres y mujeres de las unidades antiterroristas de ambas instituciones son la causa del éxito.

Si a los separatistas les importase la vida de los catalanes, lo último que querrían, en las peligrosas circunstancias actuales, sería la independencia. Algunos datos presagian el desastre al que se enfrenta Cataluña por renunciar a sus raíces hispánicas: existen más de 400.000 inmigrantes musulmanes que no se integran y forman guetos. Pese a haber sido empadronados, en muchos casos sin que pudiesen demostrar su arraigo en la región y recibir toda clase de ayudas asistenciales, la mayoría ha optado por el radicalismo. De hecho, Cataluña es la región europea con un mayor número de salafistas, según coinciden todos los servicios de información europeos.

Cataluña caminaría hacia la configuración de un territorio de mayoría islámica si sigue adelante con su proceso rupturista. ¿Quién va a defender a los catalanes de una islamización segura sin el resto de España? La mayoría de los separatistas catalanes son cobardes y están tan estrogenizados que no distinguirían entre el escudo del Barça  y el trasero de Kim Kardashian. ¿Alguien en su sano juicio puede llegar a confiar en esta gente para defendernos de los islamistas?.

El apoyo de los musulmanes al soberanismo catalán obedece a razones de cálculo. Saben que una Cataluña sin España sucumbiría ante ellos con la misma facilidad que una ovejita en medio de un rebaño de lobos.

En junio de 2004, el Parlamento de Cataluña y la Cámara de Representantes de Marruecos firmaron un documento oficial, en el que se hablaba textualmente, de apoyar la inmigración magrebí a cambio de favorecer las inversiones catalanas en Marruecos.

“En 2001, con Jordi Pujol (CiU) al frente de la Generalitat, se inició un claro cambio de tendencia. Pujol visitó a Mohamed VI en Marruecos para iniciar un proceso de colaboración y acuerdos mutuos. Paralelamente, la llegada de inmigrantes magrebíes y argelinos aumentó en esos años. En 2003, el Gobierno catalán liderado por CiU abrió la primera oficina de selección y contratación de inmigrantes en Marruecos, Artur Mas fue el encargado de inaugurar la oficina.

Aunque la mayoría de inmigrantes musulmanes trasladados a Cataluña siguieron inicialmente una línea moderada, la inmigración masiva provocó la llegada de imanes salafistas que lograron radicalizar a musulmanes moderados.

De nada nos servirá que se distraiga a la población con cortinas de humo. La invasión e islamización de Cataluña es una realidad que en su irresponsabilidad han alentado los dirigentes separatistas. Al menos los cuerpos y fuerzas de seguridad españoles han impedido hasta ahora que tamaña irresponsabilidad se salde con víctimas catalanas que sumar a las que se registran casi a diario en algunos países europeos.