Se avecina una semana en la que en Can Barça se va a repetir como un mantra la palabra remontada. Se hablará mucho, por un lado, del espíritu del Camp Nou ante el PSG y, por otro, de que la Juventus no es el equipo francés. Y todo, porque el Barcelona volvió a protagonizar un descalabro europeo. En esta ocasión, en Turín, ante un rival sólido frente al que volvió a mostrar sus mayores vergüenzas, sobre todo en lo que a labores defensivas se refiere.

Se mantiene el gafe en Turín para este equipo que ha perdido el norte justo en el peor momento de la temporada (ha sufrido dos derrotas en apenas tres días que pueden costarle dos de los tres títulos que aún disputa).

Luis Enrique sigue enrocado en sus planteamientos y apostando por jugadores que están lejos de ofrecer siquiera un nivel aceptable en este equipo. No ofreció alternativa alguna desde el banquillo (sólo hizo un cambio), aunque tampoco aparecieron las estrellas que nada pudieron hacer ante el muro juventino. El equipo que más goles ha marcado en la presente edición de la Champions se quedó a oscuras ante un rival invicto que apenas ha recibido dos goles en la competición continental.

Dejando a un lado la importantísima ausencia de Busquets y las decisiones de Luis Enrique como entrenador, discutibles por las enormes repercusiones negativas que están generando en el equipo, al Barça le volvieron a ganar la partida nada más pitar el colegiado polaco el inicio del encuentro.

Como si de un calco de lo visto hace casi un mes en el Parque de los Príncipes se tratase, los de azulgrana veían venir a los locales, ahora con el escudo de la Juventus en el pecho. Presión indiscutible desde la salida del balón del Barça y máximo rendimiento a la permisividad de la defensa culé.

Dybala, la enésima reencarnación de Messi para los argentinos, mostró su enorme estado de forma en apenas dos apariciones. Hacía doblete cuando apenas se habían consumido 22 minutos y al Barça le tocaba remar contracorriente de nuevo. Incapaz fue en lo que restaba de choque de batir a Buffon.

El segundo llegaba, para colmo, cuando el portero italiano salvaba a los suyos en un mano a mano con Iniesta. Gigante se hizo el eterno guardameta ante el manchego que no aprovechó una genialidad de asistencia de Messi.

Sacaba tajada el cuadro italiano de los continuos desajustes defensivos de un equipo que llegaba siempre tarde a las segundas jugadas. Allegri había preparado a la perfección las dos posibles opciones tácticas del Barcelona y buscó siempre la superioridad numérica en las bandas. No hace falta explicar el daño que generó esto especialmente en la banda de Mathieu.

Tan clara era la superioridad juventina como sorprendente el paso atrás que dio el equipo en el último tramo del primer tiempo (pese a que volvió a tener claras oportunidades). Al menos, el Barça comenzaba a ofrecer algo de fútbol, invitado por ese repliegue de los locales. Pero sólo fue un espejismo, porque la Juventus manejó los tiempos a su antojo, o al menos esa fue la sensación al ver cómo repitió el patrón en el arranque del segundo tiempo. La entrada de André Gomes por Mathieu no invitaba al optimismo.

En apenas un minuto, la Juve pudo sentenciar la eliminatoria. Aunque Ter Stegen evitó el uno contra uno con Higuaín, nada pudo hacer en el cabezazo de Chielleni que sacaba rédito de un nuevo ejemplo de la fragilidad defensiva del Barcelona.

Con el tercer mazazo, el Barça buscaba el gol que le aumentara de alguna forma su tanto por cierto de opciones de pasar. Algún hueco encontró Messi, pero Suárez, como antes Iniesta, no acertó a aprovechar su ocasión. La consecuencia, la necesidad de otra machada que evite una temporada sonrojante.